25 de Julio, el Día de No Tiempo

Era un día húmedo y cálido, pero sin llegar a los grados del sur de Sonora. Estaba emocionado de hallarme por primera vez en mi vida en este lugar...

Por: Jesús Huerta Suárez

De mera casualidad llegué hasta Chichén Itzá un 25 de julio, ya que mis vacaciones laborales habían comenzado dos días antes. Hacía tiempo que tenía ganas de conocer la gran capital de la civilización Maya.

Caminé por horas alrededor del lugar apreciando su magistral belleza. Era un día húmedo y cálido, pero sin llegar a los grados del sur de Sonora. Estaba emocionado de hallarme por primera vez en mi vida en este lugar.  Siempre había sentido como si en alguna vida anterior hubiera vivido allí. Muy extraño.

Tras el recorrido sentí hambre y sed y me dispuse a relajarme un poco bajo un enorme árbol que encontré por ahí. Saqué mi termo de agua y una torta que había comprado en la central. Terminé y recargué la cabeza en el tronco. Pronto, sentí comezón por todo el cuerpo y me rascaba y rascaba cada vez más, pero al mismo tiempo un manto de tranquilidad me invitó a cerrar los ojos con ganas de dormir. Amodorrado estaba cuando llegó hasta a mí un anciano que me tocó al hombro. Abrí los ojos y su sombrero de palmilla oscurecía su rostro; bajé la mirada y vi unos pies callosos dentro de unas alpargatas de vaqueta blanca…

“Anda, no seas tonto, y quítate de aquí, me dijo sonriente; que el tronco y la savia del chechen dan comezón y te nublan la razón…vamos a aquel otro”—dijo-, señalando un árbol que estaba a unos metros de ahí.

Caminamos en silencio, pero él no dejaba de sonreír y de alzar sus brazos al cielo. Vestía totalmente de blanco, color que contrastaba con el todo de su piel.

Su presencia me alegró, pero de momento no sabía qué decir…hasta que rompí el silencio…dígame usted, amable señor, cuál es el motivo de su alegría y de sus movimientos—le pregunté.

“¿Acaso no sabes qué día es hoy? —Dijo con su curioso acento yucateco.

- ¡Sí! Es viernes 24 de julio, ¿y? —cuestioné.

—“¿No sabes que celebramos?”—preguntó

No. ¿Qué celebramos? —dígame usted… le dije…

“Celebramos el Día fuera del tiempo; el Día de No Tiempo, —precisó—  es el momento especial para todos aquellos que buscamos alguna razón extra para hacer algo que nos permita estar mejor y sentirnos mejor en todo lo referente a nuestra vida; por eso este viernes 25 de julio puede ser el momento idóneo para comenzar a hacerlo, ya que según el calendario Maya el año nuevo comienza el día 26 de julio y termina el día 24 de julio del año siguiente. El día 0 KIN queda fuera del tiempo; es decir el Día KIN 25 es conocido por nosotros como el Día especial para preparar el alma, crear un espacio para el juego, el arte, la magia y la creatividad…

                —No profundizaré en el calendario Maya—sentenció—, pero es cuando debemos obedecer nuestro íntimo deseo por evolucionar como seres humanos y retomar la vieja sabiduría para darnos la oportunidad de romper con la codificación del pasado, presente y futuro y vivir en el ahora, y aprovechar la predisposición de la energía inteligente de la galaxia que fluye en un patrón cíclico y abrirnos a su influencia…”

                Yo sólo escuchaba las palabras del anciano, mientras su elocuencia y ademanes me apaciguaban de una manera extraordinaria.

                “…Es posible que entonces sucedan cosas formidables a nuestro alrededor y que las condiciones morales y sociales se puedan corregir; que nazca en nosotros un fuerte impulso por cuidar el planeta, de convertir el tiempo en arte, de lograr la telepatía y el amor incondicional; fusionar lo material con lo espiritual, liberarnos del miedo y finalizar las enfermedades y sincronizarnos con el universo. ¿No sería extraordinario que esto comenzara a suceder en un día como estos? —dijo sonriendo.

                No olvidemos que uno de los más grandes e importantes poderes que nos fue dado es el “libre albedrío”, en cada uno de nosotros está la elección de cómo llevemos a cabo nuestra vida; en qué frecuencia de tiempo vivimos; si estamos sincronizados con nosotros mismos y con la tierra, si estamos trabajando para la evolución de nuestro Ser”—agregó.

                Bien, pensé, mientras daba el último bocado a mi torta de pavo al achiote con habaneros; creo que llegué en buen momento este magnífico lugar. Alcé mis brazos al cielo bendiciendo el momento, y me dispuse a caminar con mi nuevo amigo entre las ruinas.

“Como dice el refrán; dar tiempo al tiempo” Renato Leduc

Chuyhuerta3000@gmail.com


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