Vale la pena ocuparse de nuevo de este asunto, por más que la actitud de los usuarios siga siendo exactamente la misma
Por: Gerardo Armenta
En alguna pretérita ocasión se abordó aquí mismo el caso significado por la morosidad ciudadana existente en el municipio de Benito Juárez en relación con el servicio de agua potable. Vale la pena ocuparse de nuevo de este asunto, por más que la actitud de los usuarios siga siendo exactamente la misma. Significa esta premisa que allí el pago por el consumo del llamado vital líquido sigue sin asumirse del todo. Hay cosas que no se pueden decir más que de un modo.
No en balde, entonces, los cortes o suspensiones en el suministro de agua son allí cada vez más frecuentes. Y es que el adeudo de los usuarios existente en esta materia llega ya en estas alturas a la impresionante cantidad de 53 millones de pesos. Muchísimo dinero, dicho sea, sin escandalizar el tenor de la conversación. Esta ingrata circunstancia es la que explica la falta de recursos económicos del organismo operador de agua existente en Benito Juárez, según explicó su director, Ramón Armenta Félix.
Tal es en general una de las aristas del problema. La otra está representada por el aumento de los actos vandálicos en los pozos del agua. Sí: actos vandálicos prácticamente contra el agua que seguramente consumen los mismos responsables de esas acciones. Increíble. ¿Alguien podría explicar esta oscura actitud? En general el problema a que se alude es de suyo bastante grave en todas y cada una de sus singularidades.
Armenta Félix graficó las características de ese problema con una simple explicación (complicada en realidad al traducirla a hechos): en Benito Juárez sólo el 20 por ciento de los ciudadanos paga puntualmente su consumo de agua, en tanto que el 80 por ciento no lo hace. Como queda en evidencia, la desproporción entre ambo porcentajes o actitudes es francamente inconcebible. Porque se está hablando del agua, de la que suele decirse (más con verdad que demagogia) que es uno de los dones más preciados de la existencia misma, como ciertamente lo es.
Por lo demás, con sobrado sentido común, Armenta Félix dijo también que con esa disparidad de 20-80 (esto ya parecería canción de José José) entre quienes pagan el agua y quienes lo eluden en Benito Juárez, “ninguna empresa o negocio puede salir adelante”. Y es evidente que tiene mucha razón al plantear los hechos de ese modo, aclarando que la alusión al reconocido Príncipe de la Canción es del autor de estos renglones.
Otra certera observación del director del Oomapas de Benito Juárez, es de las que sin duda llama la atención por todo lo que trasluce como significado. Dijo al respecto que la gente que paga el servicio de agua es la que tiene menos dinero, mientras que los que no pagan, “son los que tienen más dinero”. Esto “es lo más triste” del problema a que se alude, añadió. No hay duda, paradoja o contrasentido, pero los hechos al respecto se explican por sí mismos. Y uno pensaría que esta clase de explicación, basada en hechos, a menudo suele ser la mejor de todas.
Una clara evidencia de esta problemática existente en un lugar como Benito Juárez, estriba en el hecho de que, por ejemplo, recientemente quedó suspendido el servicio de agua en lugares como Paredón Colorado, Paredoncito y Sube y Baja (así se llama esta comunidad). La medida fue adoptada en virtud de los daños existentes en los pozos que abastecen a esos reconocidos campos pesqueros. Esta fue una evidencia más de la problemática existente en el servicio de agua en la demarcación de Benito Juárez.
Allí, como se sabe, los hechos al respecto no son nuevos. De tiempo atrás se ha venido acumulando una cuantiosa y hasta temible, práctica y financieramente hablando, debilidad o quiebra económica que, a como se han puesto las cosas con el no pago del agua, no se sabe hasta dónde podrían llegar éstas económicamente el día de mañana. Tal es el riesgo contra el que, por lo visto, resulta casi imposible tomar providencias efectivas o prácticas. Es así porque, como queda dicho, todo se reduce a una socorrida o cotidiana cultura que curiosamente induce a no pagar el agua a quienes, absurda e increíblemente, tienen mayor solvencia económica o financiera para hacerlo. Asombra que los menos favorecidos socialmente no eludan esta misma obligación o responsabilidad.
No en balde suele decirse que la vida no es más un compendio de paradojas o contrasentidos. Pero unas y otros llaman mucho más la atención cuando giran alrededor de un servicio básico como el propio del agua, tal como ocurre en Benito Juárez. El caso es que, más allá en principio de cualquier otra consideración, algo tendrá que hacerse con la impresionante deuda de 53 millones de millones que tiene allí el organismo encargado del agua. Difícil.
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