Enfrentando Desafíos Sin Fronteras: De Consumidor Global a Ciudadano Global

En un mundo cada vez más interconectado, las palabras del presidente Obama resuenan con una verdad innegable

Enfrentando Desafíos Sin Fronteras: De Consumidor Global a Ciudadano Global

En un día cualquiera, el rito matutino de un ciudadano estadounidense hipotético en mi comunidad es una sinfonía global. Despierta con el zumbido de un dispositivo taiwanés, se afeita con un rastrillo francés, y se enfunda en un atuendo confeccionado en los telares de Latinoamérica y Asia, una verdadera muestra de la diversidad productiva de países tan variados como Honduras, Vietnam o Bangladesh.

El desayuno es un mosaico de sabores del mundo: unos huevos rancheros a la mexicana, acompañados de un clásico panecillo inglés y una taza de café colombiano preparado en una cafetera italiana. Luego, se pone sus gafas de sol hechas en China y se marcha en un automóvil japonés ensamblado en Estados Unidos, quizá un Toyota o un Honda, vehículos que pueden llegar a tener más de 30,000 componentes provenientes de cada rincón del planeta.

El mismo ciudadano contribuye a la economía global desde una de las innumerables empresas que impulsan las exportaciones de Arizona, un Estado que vende productos al resto del mundo con un valor de 32.2 mil millones de dólares (2024) y compra bienes de más de 100 países distintos. Esto ilustra, con una claridad meridiana, la profunda interconexión de nuestras vidas en el siglo XXI. La globalización no es una abstracción económica, sino una realidad palpable en cada objeto, en cada sabor y en cada interacción cotidiana.

En un mundo cada vez más interconectado, las palabras del presidente Obama resuenan con una verdad innegable: "La globalización es un hecho debido a la tecnología, debido a la integración de las cadenas de suministro, debido a los cambios en el transporte... Y no podremos construir una muralla alrededor de todo eso". Esta afirmación se hace eco de una sabiduría que antecede a su presidencia. Años antes, tras las devastadoras lecciones de la Segunda Guerra Mundial, el senador Irving Ives advirtió al Congreso: "No podremos disfrutar el paraíso en Estados Unidos durante mucho tiempo con un infierno afuera".

La lucidez de estas expresiones se vuelve escalofriante al considerar escenarios contemporáneos. Imaginemos, por ejemplo, la emergencia de un nuevo virus que se transforma en pandemia global, extendiéndose a naciones con índices de pobreza elevados y recursos sanitarios insuficientes. ¿Cuánto tiempo podría nuestro "paraíso" resistir la embestida de la enfermedad que asola al mundo exterior? ¿Quién sería capaz de erigir una muralla suficientemente impenetrable para contener tal amenaza?

EDUCACIÓN: EL CATALIZADOR DE LAS SOLUCIONES GLOBALES

Los grandes desafíos de la humanidad —pandemias, cambio climático, desigualdad económica, conflictos armados— exigen respuestas globales. Y en el núcleo de las soluciones, emerge un elemento común e indispensable: la educación. Las circunstancias no se transforman por sí solas; son las mentes, forjadas por el saber, las que catalizan el cambio. La educación es, pues, la herramienta más potente a nuestro alcance para la transformación, para que la humanidad deje de ser espectadora pasiva y se convierta en la arquitecta de un futuro más equitativo y sostenible.

A medida que el mundo se vuelve intrínsecamente más interdependiente y nuestra conexión con cada rincón del planeta se profundiza, las instituciones educativas se ven igualmente llamadas a una evolución. No es una demanda nueva; la historia de la humanidad es un testimonio de la constante adaptación de las habilidades requeridas para transitar de una economía agrícola a una industrial, luego a la postindustrial, y ahora, a la economía global, marcada por la irrupción de la robótica y la Inteligencia Artificial.

La humanidad de hoy no necesita sólo consumidores globales, sino ciudadanos globales. Estos son individuos que entienden la compleja interconexión humana, que no sólo respetan, sino que valoran la diversidad cultural y de pensamiento y luchan activamente contra la injusticia. La educación para la ciudadanía global es la herramienta que nos empodera. A través de ella, forjamos lazos de solidaridad y ejercemos nuestros derechos humanos, sin importar la geografía, cultivando una generación capaz de generar un impacto positivo y duradero en el mundo.

ACOGIENDO NUESTRA HUMANIDAD COMPARTIDA

La formación de ciudadanos globales nos obliga a confrontar una realidad ineludible: el mundo más allá de nuestras fronteras es nuestro propio mundo. Nos impulsa a reconocernos en el otro, a trascender la peligrosa noción de la "otredad". Esta idea de la diferencia inherente entre nuestros hermanos y hermanas alrededor del planeta, que excluye a quienes no se adhieren a nuestras normas o grupos sociales, es la raíz del racismo, la xenofobia y la violencia.

Simplificamos y deshumanizamos con estereotipos a quienes percibimos fuera de nuestras convenciones: "los mexicanos son flojos", "los árabes son terroristas", "los japoneses son buenos para las matemáticas", "los afroamericanos son buenos para los deportes". La educación del ciudadano global no simplifica la otredad, sino que la complejiza. Como expresaba Octavio Paz, "los otros todos que nosotros somos... los otros que no son si yo no existo, los que me dan plena existencia...". En la comprensión de esta profunda interconexión radica la ciudadanía global y la construcción de un mundo mejor.

El Dr. Castro fue consejero externo para el Gobierno Mexicano y presidente de la comisión de asuntos fronterizos del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME). Ha sido catedrático, decano y vicerrector para desarrollo internacional en Pima College de Tucson, Arizona.

rikkcs@gmail.com