Pondrá fin así a una carrera profesional ejercida en las “arenas”; su trayectoria marcó toda una era en la lucha libre del país
Por: Gerardo Armenta
En el fragor de la lucha electoral y política que hoy es distintivo del calendario mexicano con miras a las elecciones del inminente 2 de junio, trascendió una noticia que tiene que ver con otra forma de lucha. Es aquella que tradicionalmente se lleva cabo al amparo de las cuerdas de un ring o cuadrilátero instalado en lugares popularmente identificados como “arenas”.
Aunque quizá sería más pertinente afirmar que se trata de sitios de alguna manera en franca desaparición. Este es un planteamiento que surge al tenor de la evidencia de que no parece que, en tiempos como los de hoy, la lucha libre disponga del gran rango de aceptación pública que llegó a tener quizá hasta la década de los sesenta.
Que uno recuerde, en los setenta ya no había lucha profesional, por ejemplo, en la Ciudad de México, y si la hubo, nunca llegó a tener, por desgracia, las grandes carteleras de antaño. El boxeo, en cambio, seguía de alguna manera en una especie de época de oro. Sin duda, muchos factores debieron conjugarse para que, prácticamente en hechos irrebatibles, empezara a generarse la desaparición de una profesión o actividad que llegó a tener gran estimación pública casi a lo largo y ancho de todo el país.
En un contexto como el aludido, se produjo recientemente el anuncio de que El Hijo del Santo se retira de los cuadriláteros. Él mismo se encargó de formular esta notificación. Pondrá fin así a una carrera profesional ejercida en las “arenas” a lo largo de 42 años. Bien queda claro, entonces, que esa trayectoria suya marcó toda una era en la lucha libre del país.
Quizá tendría que atenuarse un tanto una afirmación como la anterior. A pesar de sus años como practicante de la lucha profesional, la carrera del Hijo del Santo nunca se aproximó realmente a las glorias alcanzadas por su progenitor, lo cual prácticamente debió resultar un tanto imposible. Vale señalar que de ninguna manera se le ofende o agravia postulando una afirmación como la anotada.
Y es que en realidad El Enmascarado de Plata señor fue una leyenda viviente en el ámbito de la lucha libre y del cine nacional, donde bajita la mano, filmó 52 películas, algunas, lo que sea de cada quien, reconocidas por la crítica nacional y extranjera, por más que se enfrentara a extraterrestres, seres de ultratumba o científicos averiados mentalmente, o quizá por estas mismas razones. Debe decirse con toda claridad: El Santo siempre fue El Santo tanto en la lucha libre como en las películas.
Y en honor a la verdad, es propio reconocer que, con respetuosa y cordial franqueza, se dio por cierto que estaba muy difícil que el hijo alcanzara las alturas del progenitor. Esta parece ser una ley no escrita, por la cual los padres a menudo siempre quedan en alturas personales o profesionales (o juntas las dos) imposibles de igualar o superar por su descendencia.
De todas maneras, El Hijo del Santo se mantuvo por más de 40 años en el candelero de la lucha libre. Esta permanencia profesional suya debe tener, como tiene sin duda, un particular e indudable mérito. Le tocó desenvolverse en un tempo profesional donde también estuvieron (o están) los hijos de otros afamados luchadores como Blue Demon, El Rayo de Jalisco, Doctor Wagner, El Perro Aguayo, Atlantis y Blue Panther, como herederos igualmente de trayectoria y fama. En cierto modo, esta otra generación de luchadores fue la que mantuvo en pie lo que podría considerarse como la época moderna de la lucha libre en México.
El Santo se fue a la eternidad de la existencia sin que se conociera oficialmente su personal identidad. Pero un secreto de ese tamaño no podía durar alejado del gran público. Antes de su fallecimiento se conoció públicamente su nombre o identidad. Hoy se le cita con toda naturalidad: Rodolfo Guzmán Huerta.
El suyo, sin embargo, fue durante mucho tiempo uno de los secretos mejor guardados, quizá similar al que en política sexenalmente reservaba hasta el final el nombre del “tapado, es decir, el próximo y seguro presidente de México. Qué tiempos aquellos. Aunque los de hoy no han cambiado mucho, a pesar de la modernidad existente, sea esto lo que sea.
En los tiempos del retiro, El Santo quiso ofrecer señales sobre su identidad. A ello obedeció que en una mesa redonda televisiva en vivo con Jacobo Zabludovsky, sin que aparentemente viniera al caso, subió y bajó la máscara rápidamente para mostrar casi una visión frontal de su cara. ¿Próximamente hará lo mismo su hijo? Quizá no sea necesario. Es así porque de alguna manera en redes sociales su identidad se maneja en toda forma. Incluso se le vio también en una película, donde El Santo ceremonialmente lo formalizó, en impresionantes escenas, como el heredero de su personaje.
De septiembre a marzo venidero, El Hijo del Santo realizará la gira de su adiós de la lucha libre. Es posible que en una de las funciones exponga la célebre máscara que asumió portar. Se queda sin ídolos la lucha libre…
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