Suprema Corte: renovar la confianza

Se ha abusado de la conciencia nacional con adjetivos y denuestos contra los periodistas, pero se ha olvidado combatir la violencia contra ellos

Por: Francisco González Bolón

En los últimos meses la polémica nacional no ha sido en torno a por qué la pobreza extrema se ha incrementado a pesar del reparto mensual de millones de pesos o por qué los niveles inflacionarios, como en los tiempos de José López Portillo, Carlos Salinas o Miguel de la Madrid, se han convertido en el más grande impuesto para las familias mexicanas.

Desafortunadamente tampoco se quiere el debate sobre la corrupción que se dice combatir, pero no termina de irse, sino que envuelve incluso a quienes se supone llegaron a terminar de tajo con ella.

Esos asuntos, que restan popularidad y desgastan el ejercicio del poder, han sido relegados y, por el contrario, se prefiere concentrar la discusión pública en todo aquello que provoque encono y división entre los diversos sectores de la sociedad.

Por ejemplo, se ha abusado ya de taladrar la conciencia nacional con adjetivos y denuestos en contra del gremio periodístico, pero se ha olvidado combatir la violencia contra los periodistas.

Uno está de acuerdo en que dentro del quehacer periodístico existen también mercenarios que causan daño, y grave, a quienes realmente ejercen la profesión de manera correcta.

Pero no por unos cuantos se debe calificar por igual a todos, pero como de lo que se trata es de causar desprecio, concretar venganzas y menguar la credibilidad, pues desde el púlpito cotidiano se mide a todos con el mismo rasero.

Por ello, es alentador leer noticias como la de que “la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) concedió el amparo al periodista Sergio Aguayo contra una sentencia que le condenaba al pago de una indemnización -10 millones de pesos- por daño moral derivado del ejercicio supuestamente abusivo de la libertad de expresión, con motivo de las opiniones contenidas en una columna de su autoría contra el ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira”.

Esto recuerda que hoy en día muchos servidores públicos han llegado con la piel muy delgada y se molestan hasta porque se les menciona y a veces se equivocan y toman las palabras como propias cuando van dirigidas a otras personas, equivalente al dicho aquel de “si te quedó el chaleco…”

La nota sobre Aguayo resume:

“La Primera Sala concluyó que, contrario a lo resuelto en la sentencia reclamada, la columna escrita por Sergio Aguayo está protegida por la libertad de expresión y no transgrede injustificadamente el derecho al honor del ex funcionario público, por lo que concedió el amparo para que se declare infundada la acción del demandante, se absuelva al demandado de las prestaciones reclamadas y se condene al ex servidor público al pago de costas judiciales”.

Esta resolución judicial necesariamente trae lecciones para todos. Para los periodistas, la principal es que hoy más que nunca todo lo que se hable o escriba debe ir bien documentado para evitar que los funcionarios se salgan por la tangente y argumenten que se les está lesionando su honor, si es que en realidad saben qué significa esa palabra.

Y para los servidores públicos, la enseñanza principal es que deben ajustarse a las leyes en su cotidiano andar para que nadie tenga una crítica sobre su actuación y, en segundo término, que, si no quieren ver fantasmas, que no salgan de noche.

Así de sencillo. Porque si ya pelearon por estar pegados a la ubre presupuestal, pues se tienen que someter al escrutinio público y recordar que son servidores y no amos de los ciudadanos.

Y si en el ejercicio de sus funciones reciben una crítica, buena o mala, tienen que tomarla con la sabiduría necesaria como para enmendar el camino o bien saber responder con inteligencia a esas denuncias.

Ya basta de seguir enlodando, por la culpa de unos cuantos, al verdadero periodismo.

Promover linchamientos y odios, a nada bueno conduce.

Comentarios: franciscogonzalez.bolon@gmail.com

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