Ahora es el “Capitán”, por lo menos así firmó el texto que hizo público en su reaparición política, al que puso un enigmático título: “¿Recomenzamos?"
Por: Gerardo Armenta
El paso del tiempo no sólo es ingrato sino igualmente temible. Lo es también por los estragos que física o personalmente genera sin mayores concesiones. En lo mental provoca igualmente un desgaste que puede ser peor que el anatómico porque conduce a la desmemoria. En el todo social es posible que ocurra esto último con mucha mayor frecuencia de la que podría ser dable pensar.
Por ejemplo, en días pasados reapareció en público a través de un escrito alguien que en su momento histórico de mayor esplendor fue conocido como el Subcomandante Marcos. ¿Lo recuerda usted? Es posible que sí. Y no sólo usted, sino muchísimas personas. Sin embargo, lo que realmente se quiere poner de manifiesto es que este personaje marcó presencia recientemente y ocurrió que el grueso de la opinión pública nacional quizá ni siquiera se dio por enterada, inmersa, quizá, en la desangelada ambientación olímpica.
El Subcomandante Marcos ya no se llama así. Ahora es el “capitán” Marcos. Por lo menos así firmó el texto que hizo público en su reaparición política, texto al que puso un enigmático título: “¿Recomenzamos?” Un enunciado de este tenor, en tratándose de alguien como su autor, puede significar lo que cada quien quisiera pensar. En ese texto cuestionó la violencia y los megaproyectos del gobierno. Pero es preciso reiterar que ni una ni otra actitud despertaron la atención sobre la vuelta del personaje que no se sabe todavía exactamente a qué regresó a los escenarios.
Casi en los primeros minutos del primero de enero de 1994 (ha pasado el tiempo), el régimen presidencial de Carlos Salinas de Gortari advirtió el principio del fin de sus muy cantadas glorias políticas y económicas. Imposible olvidar que también a esa hora de dicho año nuevo empezaba la vigencia de la primera versión del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. El sueño gubernamental se convirtió en pesadilla. Lo increíble había sucedido: una rebelión indígena, amparada en un llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, organizado en la selva de Chiapas, le declaró en serio la guerra al gobierno.
Como bien se recuerda, los insurgentes cubrían sus rostros con pasamontañas. El propio de Marcos y su actitud poética o intelectual se hicieron célebres ante la opinión pública gracias a la prensa nacional e internacional. El asunto en este sentido no duró mucho porque el gobierno descubrió rápidamente quién era el histriónico y embozado personaje. Su nombre completo fue entonces conocido en todas partes: Rafael Sebastián Guillén Vicente. Pasó lo mismo con su historia personal. Y entonces la leyenda se diluyó. De alguna manera pasó lo mismo con las demandas zapatistas originadas en Chiapas. Hay toda una larga e interesante historia al respecto.
Interesante es también la crónica que hoy mismo tiene lugar en el PRI. Allí los ánimos parecerían estar divididos con respecto a la reelección o no de Alejandro Moreno como dirigente nacional de ese partido. El mecanismo respectivo se llevará a cabo el domingo próximo. Se pensaría que hay posibilidades muy serias de que el hoy líder tricolor nacional siga al frente del partido.
Conscientes de esa eventualidad, ex dirigentes y militantes del propio partido presentaron un recurso ante el Instituto Nacional Electoral para oponerse a la permanencia de “Alito” en el cargo. Pero las cosas al respecto no se ven fáciles para quienes están en contra del jefe tricolor. El problema de éstos es que por lo visto no pasan de ser siempre los mismos. Y es que parecería que, por ejemplo, en el PRI no hay más que dos o tres ex dirigentes para encabezar la batalla contra el líder nacional. Una y otra vez suelen aparecer ante los medios personajes como Dulce María Sauri, Pedro Joaquín Coldwell y Enrique Ochoa, muy respetables y todo, pero que no parecen tener el talante requerido o el ánimo pleitista para enfrentar a su adversario.
¿Dónde estarán los demás priístas? La pretensión reeleccionista de su dirigente se antoja un contrasentido en los que se supone que son o tienen que ser tiempos nuevos y distintos para un partido como el PRI, hoy por hoy sacudido electoralmente de una manera atroz y quizá hasta irreversible, aunque no hay ni puede haber nada escrito al respecto. Pero en lo inmediato lo cierto es que las cosas se han puesto color de hormiga para la causa priista. Y encima de todo esto su dirigente nacional quiere eternizarse en el cargo. Tal como si el horno estuviera para bollos…
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