Miedo a no saber casi nada de nada; temor de quedarme sin trabajo o perder la salud. Miedo de quedarme sin conocer otros lugares del mundo
Por: Jesús Huerta Suárez
Era una de esas noches en que la cruz que venía cargando me pesaba más de lo normal. Hacía frío y estaba solo en el patio de mi casa. Me dirigí a la cocina por otra cerveza. Solo veía el piso mientras caminaba y fue entonces que escuché una voz que me dijo “no tengas miedo”. Así, en corto y llanamente. Sin más palabras ni ruidos, solo escuché la voz que me susurró al oído: “no tengas miedo”. Y quedé sorprendido, porque la verdad ya estaba muy cansado de andar cargando tantos miedos. Miedo a no tener para pagar los recibos. Miedo al inclemente paso del tiempo. Miedo a no saber casi nada de nada; temor de quedarme sin trabajo o perder la salud. Miedo de quedarme sin conocer otros lugares del mundo. Miedo de la pandemia y de una bala perdida. Miedo a dejarme llevar por la opinión de los demás. Miedo a que una rama del árbol caiga y me deje sin luz. Miedo a perder más seres queridos. Miedo, miedo miedo…miedo, y también a morir en cualquier momento sin haber vivido una vida de provecho y sin dejar ordenado las cosas a mi alrededor. Ansiedad por generarles conflictos a mi familia y amigos al tener que andar levantando cadáveres y haciendo trámites engorrosos para agilizar tu partida de este mundo…
Lo bueno es que escuché esa voz que claritamente me dijo: “No tengas miedo”, y decidí hacerle caso y, sabes, la vida se facilita cuando dejas de temer por todo y te liberas de la mente que, si no está de tu lado, echa a perder la experiencia de estar vivos y en el presente…no tengas miedo, déjalo ir.