“Voy a poner un mercado entre tantos mercaderes para vender esperanzas y comprar amaneceres”: Mocedades
Por: Jesús Huerta Suárez
"¡Vamos a la Cumuripa!". Bueno, antes, así se decía cuando ibas al llamado Mercadito Unión. “¡Vamos a la Cumuripa!”, porque dicho mercado está en esa colonia, que toma su nombre de este pueblo perteneciente a la comisaría Esperanza, y que fue fundado en 1619, con una población que actualmente no llega ni a los doscientos habitantes. El caso está que el domingo pasado me dispuse ir a comprar algunas cosas a este lugar. Desde antes de entrar vi una buena afluencia de marchantes en busca de lo que su dinero y sus necesidades les permitan comprar. Me dio gusto por mi pueblo, pues es ahí en donde uno se puede dar una idea de cómo anda el "piojo", y por lo visto no es tanto. Vi a parejas que, como parte de su dominguito, tienen la costumbre de ir a pasear y a comprar sus víveres. Algunos van bañaditos y otros como se levantaron. Algunas esposas como que llevan al traidor (de traer), a rastras, además, cargando el mandado. Algunos con una cara de cruda que no pueden con ella. Todos buscando los mejores productos y los mejores precios. Hay de todo y para todos. En el ambiente se respira una mezcla de olores que van desde el humo de la carne asada, el caso de las carnitas, las frutas y verduras frescas, los pescados y mariscos, cosas rancias, la hoya de la cahuamanta, fritangas, entre otras cosas. Aunque a muchos les desagrada el olor tan peculiar de este mercado, hay a quienes nos embriaga de nostalgia. La gente camina de aquí para allá, como hormigas cargadas que se preparan con los alimentos para toda la semana. Ricos y pobres andan tras lo mismo, pero, en realidad, en estos lugares las clases sociales se pierden. Unos van con todo el tiempo del mundo, mientras que otros desesperan con su prisa. El mercadito, aún con sus drenajes pestilentes y a punto de colapsarse, sin mucho dónde estacionarse, basura tirada y la desesperación, sigue siendo un lugar imprescindible para miles de cajemenses. Y es tan bonito ver a las familias comprando, haciendo que las horas de trabajo arduo durante la semana valgan la pena al poder comprar los sagrados alimentos para la familia. También me agrada ver a gente que viene de Álamos o de otros pueblos de los alrededores a vender sus chiltepines, plantas de ornato, especias, membrillos, ates de frutas, almejas, flores de calabaza, quelites, verdolagas, miel de abeja, epazote y demás productos de su tierra, que le dan variedad al cliente. Ahí, en el mercadito, es ya una tradición que los hijos de los hijos de los comerciantes se vayan quedando al frente de sus negocios. Unos venden más que otros, y eso hace que puedan seguir dando mejores precios y productos más frescos, pero, al parecer, hay para todos. Algo que hay que tomar en cuenta es que también en estos mercados, por más costumbristas que sean, la superación profesional de los comerciantes y la limpieza marcarán la pauta para el crecimiento de los mismos. La mañana del domingo fue, de tan sencilla y casual, una mañana agradable para mí. Espero que cuando vayas a hacer tus compras lo disfrutes tanto, que te sientas agradecido por poder hacerlo, pues hay millones de personas en el mundo que darían lo que fuera por encontrar tantas cosas y tanta calidad, y poder comprar algo, mientras apoyas al comercio local. Salud Jesushuerta3000@hotmail.com