Hoy es 23 de octubre

San Ignacio Río Muerto / Valle del Yaqui es tu nombre... (corrido popular)

Por: Miguel Ángel Castro Cosío

El pueblo de Sonora, el campesinado y sus dirigentes no debemos olvidar que en la madrugada del día 23 de octubre de 1975, el campo mexicano se tiñó de rojo. Las fuerzas represivas del gobierno del estado impunemente asesinaron a siete campesinos, hirieron de bala a catorce solicitantes de tierra, encarcelaron y torturaron a los dirigentes que habían sido detenidos por haber participado en la toma de un predio agrícola que le llamaban "El Chaparral" ubicado en las cercanías del poblado de San Ignacio Río Muerto, situado en el corazón el Valle del Yaqui.

La movilización campesina llamada por los labriegos Toma de Tierras y por los terratenientes y el gobierno, Invasión de predios, era una acción de lucha agraria que tenía la finalidad de señalar y denunciar el acaparamiento de terrenos agrícolas en manos de una sola familia. Al mismo tiempo, exigir a la Secretaría de la Reforma Agraria el cumplimiento de la Ley y que esta institución expropiara los latifundios reales y simulados. A su vez, entregara las tierras a los integrantes de los núcleos agrarios constituidos conforme a lo establecido en la normatividad vigente.

Los peones de sus propias tierras en lugar de obtener respuesta conforme al derecho agrario establecido en la constitución mexicana, Ley Suprema que está por encima de cualquier hombre, recibieron indiferencia, complicidad, represión, cárcel, tortura, balazos, heridas y muerte.

Estos lamentables hechos obligaron al gobierno federal a destituir y separar de su encargo al gobernador de estado de aquel entonces cuyo nombre era Armando Biebrich Torres.

Horas después, ese mismo día, con lujo de fuerza, prepotencia y abuso de poder, seis campesinos fueron sepultados sin dar la oportunidad tan siquiera a sus familiares y amigos de las víctimas para que éstos velaran sus cuerpos masacrados.

Además de los caídos ese infausto día, el saldo arrojaba 14 heridos que se debatían entre la vida y la muerte en hospitales de Ciudad Obregón. Por igual, los líderes campesinos que habían sobrevivido en esta acción represiva, fueron encarcelados y sometidos a la tortura física y psicológica.

Al día siguiente, uno de los campesinos gravemente herido, murió víctima de las lesiones causadas por las balas que salieron de las armas exclusivas del ejército y de la policía judicial del estado de Sonora. Se llamaba, Miguel Gutiérrez, vecino del poblado San Ignacio Río Muerto, pueblo de labriegos enclavado al sur del Municipio de Guaymas.

La historia así lo señala: el 23 de octubre fueron asesinados siete campesinos que hoy son próceres agraristas. Sus nombres son parte de la historia escrita con sangre. Están en nuestra memoria: Juan de Dios Terán Enríquez, los hermanos Rogelio y Benjamín Robles Ruiz, Rafael López Vizcarra, Enrique Félix Flores, Gildardo Gil Ochoa y Miguel Gutiérrez.

Los delitos quedaron impunes. Nadie fue procesado. La complicidad de las autoridades fue evidente. Otra vez como ayer, el pueblo fue mudo testigo.

No hay descanso.

Los crímenes nunca podrán ser borrados de la historia de un pueblo cuya historia se escribe con sangre proletaria.

Días después, miles de campesinos exigían en las calles de Ciudad Obregón el reparto agrario.

La bandera del Agrarismo y de Zapata se levantó airosa en el indómito Valle del Yaqui. La lucha por la tierra fue intensa. Las movilizaciones se generalizaron y los predios fueron tomados en el Valle del Yaqui. Ayer fue en San Ignacio ahora fue el Block 407 en el municipio de Bácum lugar ya muy cercano a Ciudad Obregón. El apoyo popular era evidente. Día a día los campesinos recibían la solidaridad de clase. El gobierno no podía detener el cerco.

Estos inocultables hechos obligaron al gobierno federal a expropiar el latifundio.

El histórico día 19 de noviembre de 1976, por Resolución Presidencial se entregó la tierra a miles de campesinos que al recibirla honraron la memoria de los Mártires de San Ignacio.

Como en la época del cardenismo, se fundaron centenas de ejidos. En este marco esplendoroso de reparto agrario, el día 28 de noviembre de 1976, los herederos de los Mártires de San Ignacio Río Muerto recibieron en manos del gobierno su dotación de tierras creándose el Ejido 23 de octubre con una superficie de hectáreas de tierras entregadas por Resolución Presidencial dando así cumplimiento a la Ley Agraria tal y cual lo exigían los mártires inmolados, las y los campesinos movilizados que siguieron las enseñanzas del caudillo de Morelos.

Este movimiento no fue en vano. Como consecuencia de este hecho se expropió parte del latifundio simulado y se crearon ejidos colectivos; surgieron formas de organización y explotación racional de la tierra; hubo desarrollo económico en la región; se impulsó la investigación científica cuyos resultados permitieron elevar la producción y productividad agropecuaria. Se crearon escuelas e institutos agropecuarios en Sonora y en gran parte del país.

En el corazón del Valle del Yaqui se creó el Instituto Tecnológico Agropecuario que se erige imponente y se abre al conocimiento de las ciencias y forja corazones de jóvenes para que trasciendan más allá de sus comunidades.

LA LUCHA POR LA TIERRA NO CONCLUYÓ

El ejemplo de los Mártires de San Ignacio inspiró a los campesinos que se habían quedado rezagados y sin tierra. Resueltos constituyeron - siempre en apego a la Ley vigente- nuevos núcleos agrarios para exigir la afectación total del latifundio simulado y por consecuencia la entrega de las tierras a los solicitantes.

Posteriormente, en la década de los ochenta, los campesinos y sus dirigentes utilizaron los mismos métodos de lucha al igual que Zapata y Rubén Jaramillo tomaron predios que habían quedado intactos y no habían sido afectados. Se constituyeron nuevas organizaciones sociales, entre ellas la Unión General Obrero Campesina y Popular (UGOCP) y, de manera consecuente, sus líderes condujeron a los grupos de solicitantes por el sendero de la lucha social. Y, otra vez, los predios que estaban en manos de familias que no habían sido afectados por la expropiación del 76, fueron denunciados, señalados y tomados finalmente por los campesinos que exigían al gobierno que entregara la tierra. La lucha agraria continuó durante una década.

Al mismo tiempo, los líderes iban de oficina en oficina. Había diálogo y atención, pero no había respuesta. Entonces, cuando las condiciones estaban dadas, la movilización agraria se generalizó. Ahora, la figura de Zapata se extendió por los Valles del Yaqui, Mayo y Guaymas; por las Serranía de Álamos y Ures. Una y otra vez se tomaron oficinas;

realizaron plantones, marchas y mítines. La burocracia insensible imperaba. La actitud política de los gobernantes era de complicidad, contubernio y protección de los potentados que sostenían al viejo régimen bonapartista.

Bajo la égida de Los Mártires de San Ignacio y del espíritu zapatista, los grupos y sus dirigentes resueltos tomaron la tierra.

En estos movimientos surgieron líderes con visión y compromiso social. Eran hombres y mujeres que a su vez, tenían la asesoría de jóvenes profesionistas probados en la lucha cotidiana y contaban con preparación e ideas socialistas. La lucha se escribió rápidamente en páginas de los diarios que daban cuenta de los hechos. Los labriegos tomaban las tierras aquí, allá y acullá. Al día siguiente, los ministerios públicos, la policía judicial y municipal intimidaban. Por órdenes superiores, actuaban de inmediato.

Con el uso de la fuerza pública desalojaban el plantón o la toma de tierra. No dejaban que el movimiento se multiplicara. El hecho se repetía como letanía.

Los líderes campesinos eran huéspedes frecuentes de las cárceles de Álamos, Tetanchopo, Navojoa, Cajeme y Guaymas. En Valle del Yaqui, sobre todo, el señalamiento físico de los predios estaba prohibido. A veces, antes de terminar de poner la manta o la bandera nacional, los campesinos eran desalojados con uso de la fuerza y dispersados por distintos lugares de la ciudad y de los Valles. En aquel tiempo parecía que ambas partes jugaban a la prueba y al error. Poco a poco el movimiento fue creciendo. Las tomas de tierra surgieron de nueva cuenta. Ahora fueron en Santa Rosalía de Ures, en Empalme, en el Chinal, en San Vicente, en el Caracol y el Veranito. En todas estas acciones los participantes eran un puñado de hombres y mujeres dispuestos a perder la vida para construir el porvenir. Hubo muchos detenidos, encarcelados y perseguidos. Lo más lamentable, la muerte de otro prócer llamado Leoncio Anguamea Moroyoqui, que cayó inmolado bajo una inmensa ceiba ubicada en el Block 401 a escasos kilómetros de Ciudad Obregón.

EL MOVIMIENTO IBA EN ASCENSO

En el año de 1986, en el país, surgió la organización social llamada UGOCP y, en Sonora, emerge de las entrañas del surco para luchar por tierra y libertad; para exigir el cumplimento de la Ley Agraria vigente y la afectación del latifundio.

El 10 de abril de 1987, la UGOCP, con un contingente integrado por más de 600 campesinos tomó –con las armas en la mano– el predio Capetamaya, localizado al sur de la ciudad de Navojoa, en el Valle del Mayo.

Fueron veinte días de lucha y resistencia. Allí los campesinos y líderes denominaron al campamento: Nueva Revolución.

Capetamaya fue una verdadera escuela de capacitación agraria. Campesinos y dirigentes aprendieron a vivir en comunidad. Veinte días retando al monstruo y resistiendo las provocaciones y el cerco policiaco. El núcleo dirigente tenía preparación y mando férreo. No claudicaron. No temieron ni cayeron en las provocaciones.

Eso generó el embate del estado represor. Ordenó: desalojo a toda costa.

El 30 de abril después de un intento de desalojo del predio se suscitó un intenso combate donde hubo intercambio de disparos de ambos lados, la acción represiva fracasó. Los precaristas salieron ilesos. El gobierno estatal y sus policías fueron totalmente derrotados.

Los solicitantes de tierra y sus dirigentes salieron airosos y con la bandera zapatista al aire.

Después de varias horas de repliegue policiaco los jefes agraristas acordaron junto con la tropa una retirada táctica. Los hombres y las mujeres de Sur de Sonora salieron del ese predio de Capetamaya, totalmente fortalecidos.

Al día siguiente, Primero de Mayo, una impresionante movilización campesina marchó por las calles de la ciudad de Navojoa. La Perla del Mayo registró este hecho histórico. La Plaza central escuchó la voz fuerte y vigorosa de sus líderes que demandaban la entrega de la tierra.

En esa histórica movilización se honró la memoria de los Mártires de San Ignacio Río Muerto.

Nació una nueva época.

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