El mexicano está hambriento de lo que sea, así sea dañino; por algo somos de los países con más obesos y diabetes en el planeta
Por: Jesús Huerta Suárez
Los mexicanos siempre tenemos hambre y, aun con la panza llena parecemos no tener el corazón contento. Siempre estamos muerto de hambre, ya sea físico o emocional, pero siempre está tratando de “llenar un vacío” que nos agobia, ya sea por el puro placer, estrés, ansiedad, soledad, depresión o, al contrario, por euforia o felicidad excesiva, pero siempre queremos más. Hambre de ser atendidos antes que todos, pero sin hacer fila, y si se puede, utilizamos un diablito para robarnos la electricidad. Los mexicanos si vemos el semáforo en ámbar aceleramos en lugar de reducir la velocidad para evitar accidentes. Si vamos a una taquería, no queremos caminar y paramos el carro en donde caiga, aunque estorbe a los demás. Tenemos hambre, y si hay barra de salsas y ensaladas, nos servimos más de lo que vamos a comer, y si es buffet, con mayor razón y hasta para llevar. Al mexicano común le gusta agandallar a como dé lugar. De tranzar para avanzar, de pedir fiado y tratar de no pagar, y si osas irle a cobrar, se molesta y hasta te quiere golpear. Ricos y pobres, obreros y patrones, siempre tenemos hambre. Lo mismo que el político que nunca se llena de robar, y se lleva más de lo que puede gastarse en dos o tres vidas. El de arriba se chinga al de abajo. El mexicano común toma lo que no es de él, y salvo honrosas excepciones, lo devuelve. Si se puede se roba los ceniceros, el papel higiénico, los sobrecitos de azúcar, las servilletas y lo que pueda por si se le llega a ofrecer más tarde, vamos, hasta arranca de raíz las plantas de los vecinos para disfrutarlas en su casa. El mexicano tiene hambre de lo que sea, aunque le haga daño, no por nada somos de los países con más obesidad y diabetes en el mundo. El empleado de gobierno siempre tomará todo lo que pueda, pues, como “todos” lo hacen, él no se puede quedar atrás, y piensa que es de tontos no aprovecharse de cada situación que se nos presenta durante el día. El mexicano es capaz de votar por quien sea, así sea un vil sinvergüenza, pero tiene la esperanza puesta en que lo va a beneficiar en lo personal, y no le importa a qué precio, porque no nadie más que él y solo él. El mexicano siempre tiene hambre, pero hambre del malo y no del deseo de hacer del nuestro un mejor país para todos. Ahí está la tía Tencha que hasta los centros de mesa se lleva, y no me dejará mentir. “Si tu mujer tiene hambre dale, dale, dale de comer, si tu hombre tiene hambre dale, dale, dale de comer, si todos tenemos hambre alguien, alguien, alguien tiene que ser el que nos quite el hambre” Gepe Jesushuerta3000@hotmail.com