Uno de los efectos más graves que tuvo la pandemia de Covid-19, fue la interrupción de los procesos de aprendizaje de millones de niños y adolescentes
Por: Moisés Gómez Reyna
Uno de los efectos sociales más graves que tuvo la pandemia de Covid-19 en México y el mundo, fue la interrupción de los procesos de aprendizaje de millones de niños y adolescentes.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) alertó la semana pasada que apenas un tercio de los niños de 10 años en el mundo son capaces de leer y entender una historia sencilla.
La falta de acceso a una enseñanza de calidad, además de los prolongados cierres de las escuelas durante la emergencia sanitaria, hicieron más grave y evidente un problema que ya existía: el aprendizaje atraviesa una crisis donde millones de niños carecen de competencias básicas en aritmética y alfabetización.
Tras el inicio de la pandemia, más del 90% de los menores en el mundo vieron interrumpido su aprendizaje, lo que constituye la mayor interrupción súbita de los sistemas educativos en la historia moderna.
Luego de las medidas tomadas por los gobiernos para contener los contagios de Covid-19, el aprendizaje cayó a niveles alarmantemente bajos.
El Banco Mundial estima que la proporción de niños de 10 años que no saben leer ni escribir, en los países en desarrollo más pobres, se ha incrementado de 53% a 75%.
El gran problema es que para muchos estudiantes, sobre todo niñas y chicas jóvenes, esta interrupción puede volverse permanente, con las implicaciones que esto tiene para su futuro y para la economía de sus países.
Se calcula que esa generación de menores afectados en su educación perdería alrededor de 10 billones de dólares en ingresos durante su vida laboral.
En el caso de muchos otros estudiantes que continuarían su educación, la exclusión, los programas de estudio y los métodos de aprendizaje obsoletos los dejarán mal preparados frente al cambiante mundo del trabajo.
Por ello, la Unicef insta a los gobiernos a comprometerse a brindar una educación de calidad por medio de: 1. Nuevas acciones e inversiones para inscribir y retener a todos los menores en la escuela, 2. Aumentar el acceso a la recuperación y puesta al día de los estudiantes, tras los retrocesos de aprendizaje en la pandemia y 3. Apoyar a los maestros con herramientas y materiales didácticos, y garantizar que las escuelas sean seguras y propicias para el aprendizaje.
Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió que una generación está en riesgo toda vez que casi la mitad de las personas que sufren hambre en el mundo son menores en edad escolar.
El hambre tiene consecuencias devastadoras para la educación y la capacidad de los pequeños para recuperar el aprendizaje perdido en la pandemia.
Según el PMA, la crisis alimentaria mundial habría dejado a 23 millones de menores de 18 años en una situación de inseguridad alimentaria aguda desde principios de 2022, lo que aumenta a 153 millones la cantidad de niños con hambre, casi la mitad de los 345 millones de personas que sufren ese problema en 82 países.
En este contexto, es fundamental restaurar los programas de alimentación escolar interrumpidas por la pandemia y ampliar su alcance, a fin de asegurar la permanencia de los niños en las escuelas y mejorar su rendimiento.
También la Unicef es muy clara en lo que países como México deben evitar en sus sistemas educativos: escuelas con recursos escasos, maestros mal pagados y poco calificados, y aulas hacinadas y planes de estudio arcaicos, que socavan la capacidad de los pequeños para alcanzar su potencial. La pregunta es: ¿Vamos en ese camino actualmente?
Seamos claros, tenemos que invertir la tendencia actual o enfrentarnos a las consecuencias sociales y económicas que se derivarán de no haber educado adecuadamente a toda una generación de niños y adolescentes. El riesgo es enorme.
Twitter: @GomezReyna
Uno de los efectos sociales más graves que tuvo la pandemia de Covid-19 fue la interrupción de los procesos de aprendizaje de millones de niños y adolescentes