Las partes del país que actualmente no presentan afectaciones por la sequía y la falta de agua no tienen asegurada la misma en un futuro
La violencia alrededor de la cadena de distribución de agua es una realidad: violencia por el poco acceso y disponibilidad al agua, sabotaje y daños a ductos de agua e incluso privaciones de la libertad de conductores de pipas de agua se han registrado en algunos lugares de Nuevo León y San Luis Potosí.
La falta de agua ha dejado ver la disparidad en cuanto al acceso al agua, así como la situación precaria de una importante cantidad de habitantes de las megalópolis. Gran parte de la sequía ha afectado a la gente de los barrios más pobres, realzando la brecha de desigualdad.
Algunas colonias en Nuevo León se ha reportado que han estado sin agua por lapsos de tiempo prolongados (hasta 75 días sin agua). Esto ha provocado dos principales repercusiones:
La detención, al menos momentánea, de nuevos desarrollos industriales y de vivienda, debido a la poca factibilidad de acceso al agua.
Una cantidad importante de habitantes, que cuentan con recursos, tengan en mente la posibilidad de mudarse a lugares donde tanto la problemática como sus afectaciones, sean menores.
Por otra parte, existe la parte de la ciudadanía que no cuenta con estas posibilidades, y donde los escenarios no pintan bien en un corto plazo.
La falta de agua, aunado a la pandemia del COVID19, ha provocado un incremento en el rezago educativo debido a que las escuelas no están en condiciones para recibir a los estudiantes. De nueva cuenta, la población con de estratos más bajos son los mas afectados, incrementado con esto la brecha de desigualdad.
En Nuevo León la demanda de agua se ha incrementado en las últimas décadas debido al crecimiento de la población desmedido, al incremento en el número de grandes empresas y en la actividad agrícola y ganadera.
La agricultura y ganadería pasan a ser víctimas colaterales de la sequía y, con ello, la ciudadanía en general. El aumento en precios de granos y carne, es una posibilidad latente.
A esto, se suman las afectaciones económicas de empresas de sector turismo y comercial, que han tenido que dejar de proporcionar servicios debido a que no existen las condiciones, haciendo que la población que labora en actividades de servicios tenga menos ingresos e incluso hayan dejado de laborar.
El aumento de las temperaturas asociado con el cambio climático puede intensificar la evaporación del agua, secar los suelos y empeorar la sequía. El esperar por que el clima ayude en la gestión del agua, resulta una actividad esperanzadora, pero nada efectiva.
El calentamiento global, junto con los cambios en el suelo (erosión), viento y nutrientes disponibles, están cambiando la composición de los bosques. Los están haciendo más susceptibles a desastres.
Ante esto, los incendios forestales podrían ir en aumento a nivel nacional, propiciado por las condiciones secas del ambiente (sin dejar de lado los descuidos humanos). No hay que dejar de lado que los incendios forestales causan la liberación de gases de efecto invernadero lo que provoca, a su vez, un incremento en la temperatura.
En el país, los ciclos de sequía y las olas de calor, podrían ser cada vez más intensas.
Afectaciones en la salud y alimentación de los habitantes podría generar en un plazo no lejano. La utilización de agua contaminada, aunado al deficiente saneamiento del agua reciclada, podría incrementar la aparición de cuadros infecciosos gastrointestinales y enfermedades trasmitidas por el agua.
La población vulnerable, niños y ancianos podrían ser los más afectados.La crisis del agua incluso ha causado roces en la relación entre estados dentro del país, así como con la relación bilateral con Estados Unidos.
A nivel local, roces entre municipios y estados por el tema de acceso, disponibilidad y apoyo fueron una constante los primeros meses.
Por otra parte, a nivel internacional y cerca de dos años de rezago de que comenzara el actual ciclo quinquenal para la entrega de agua de la cuenca del río Bravo a Estados Unidos, México ha cubierto apenas el 4 % de la cuota que le corresponde para el periodo que va de 2020 a 2025.
Algunos expertos señalan que al 2030, cerca de dos terceras partes de la población mundial podrían llegar a sufrir por la falta de agua. La conflictividad entre pueblos y nacional es una amenaza latente.
Las partes del país que actualmente no presentan afectaciones por la sequía y la falta de agua no tienen asegurada la misma en un futuro.