A 60 años de la guerrilla contemporánea en el noroeste mexicano

Se trató de la primera gran confrontación armada entre un actor no estatal y el Ejército, desde la consolidación del Estado posrevolucionario

Por: Erick Manuel Pastén Rozo

El pasado 23 de septiembre se cumplieron 59 años del llamado Asalto al Cuartel Madera, en Chihuahua. Dicho suceso es considerado por la gran mayoría de los historiadores especializados en el tema como un punto nodal en la historia política contemporánea de nuestro país. Se trató de la primera gran confrontación armada entre un actor no estatal y el Ejército mexicano, desde al menos la consolidación del Estado posrevolucionario mexicano. Con los años, los guerrilleros muertos en Madera se convirtieron en el faro ideológico que, junto a la Revolución Cubana y la Guerra de Vietnam, inspiro a toda una generación de jóvenes socialistas mexicanos a tomar las armas. La investigadora Laura Castellanos ha señalado que, en el periodo de 1965 y 1981, México contó con la presencia de más de tres decenas de “grupos subversivos”.

Resulta curioso señalar que la designación de este suceso como hito fundacional del movimiento armado socialista resulta bastante irónico. Los historiadores Adela Cedillo y Fernando Herrera incluso señalan que “la fecha que se ha tomado como conmemorativa no es, paradójicamente, la de su fundación sino la de su parcial aniquilación”. Si bien es cierto que el maestro Arturo Gámiz García, el doctor Pablo Gómez Ramírez —líderes político-ideológicos de la organización— y los guerrilleros de Madera emplearon sus armas en 1965, su trabajo político con campesinos y obreros del campo se había venido desarrollando desde tiempo atrás. Esta historia, sin embargo, ha sido parcialmente omitida y olvidada. De ahí que valga la pena abordar, aunque superficialmente, la historia del GPG, así como aquellas de las organizaciones político-militares del noroeste que fueron directa o indirectamente inspiradas por ella.

Las décadas de los sesenta y setenta fueron, para el noroeste mexicano, tiempos de radicalización política y de sueños utópicos revolucionarios. En este periodo —en los estados de Sonora, Baja California, Durango, Chihuahua y Sinaloa— se puede identificar la presencia de al menos una docena de organizaciones político-militares de corte socialista: el Grupo Popular Guerrillero (GPG); el Grupo Popular Guerrillero – Arturo Gámiz (GPGAG); el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP); el Movimiento 23 de Septiembre (M23S); las Fuerzas Armadas de la Nueva Revolución (FANR); el Grupo “N” o Los Guajiros; Los Macías; el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR); los Comandos Armados de Chihuahua (CAC); Los Lacandones; Los Enfermos de Sinaloa; y la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S). Por hoy, nos enfocaremos solamente en algunos de ellos.

En los espacios rurales de la región, de 1967 a 1968, el Grupo Popular Guerrillero – Arturo Gámiz (GPGAG) buscó reorganizar a los cuadros y simpatizantes del GPG original en los distintos estados de la región. Para 1968, la organización liderada por el maestro Óscar González Eguiarte decidió subir a la sierra. Sin embargo, son ejecutados por el Ejército en Tesopaco al poco tiempo. Poco antes de su muerte, previendo este desenlace, Eguiarte había encomendado al oriundo de Aconchi, Jesús Manuel Gámez Rascón, la continuación del proyecto revolucionario.

Gámiz, quien venía desarrollando un trabajo político con su organización, la Pequeña Brigada Dinámica (PBD), decide fusionar a ambos grupos, formando el Movimiento 23 de Septiembre (M23S). Posteriormente se fusionarían con una parte del MAR, creando el MAR23. Dicha organización, junto al ala radical de la Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa (FEUS), conocida como Los Enfermos, formarían parte del proceso fundacional de la LC23S.

Por su parte, y mientras el PBD/MAR23 se organizaba local y nacionalmente, Miguel Duarte López organiza otro proyecto político-militar en el sur sonorense. Formado principalmente por estudiantes del Instituto Tecnológico de Sonora (Itson), las Fuerzas Armadas de la Nueva Revolución llevó a cabo un trabajo político en los espacios obreros y campesinos sonorenses. Sin embargo, son prontamente desarticulados por el Ejército mexicano.

Por su parte, el grupo que mayor alcance tuvo a nivel nacional fue, sin duda, la Liga Comunista 23 de Septiembre. Esta organización fue fundada en marzo de 1973 y fue el resultado de amplios debates entre varias agrupaciones político-militares del país. El MAR23, Los Enfermos, Los Guajiros, Macías y Lacandones formaron parte de este proceso fundacional. No es de extrañarse, entonces, que desde sus primeros momentos la LC23S se planteara llevar a cabo un trabajo político y militar en la región.

Tempranamente se crearon cinco Comités Coordinadores Político-Militares, entre los que se encontraba el Comité Noroeste. Éste quedó, originalmente, bajo la dirección de Gustavo Hirales Morán y de los hermanos Jesús Manuel y Eleazar Gámez Rascón. A su vez, se creó el Comité Político Militar “Arturo Gámiz” (CPMAG). Tanto el Comité Noroeste como el CPMAG formaban parte de una estrategia de confrontación en dos frentes: por un lado, el trabajo político con los obreros y estudiantes en el espacio urbano; por el otro, una estrategia militar foquista en la Sierra Tarahumara.

Este primer esfuerzo de la Liga dura hasta 1975, año en el que las crisis al interior de la LC23S (tanto a nivel nacional como regional) llegan a su límite. Las detenciones, ejecuciones y desapariciones de sus militantes, así como las grandes divergencias político-ideológicas entre las organizaciones fundacionales y la Coordinación Nacional, llevaron al cierre de este primer momento de la organización. Esto significó para el Comité Noroeste, a su vez, un reajuste estratégico. Se abandona el proyecto foquista serrano, y se decide dirigir toda la atención a los espacios urbanos, principalmente a los centros de estudios superiores. La presencia de la LC23S en Sonora puede identificarse hasta principios de 1981, año en el que se dan las últimas grandes detenciones nacionales y locales.

Recordar a este sector de la izquierda mexicana tiene por objetivo ir más allá de la remembranza o la apología. Se trata de apuntalar hacia una comprensión más profunda de una serie de procesos más complejos. La narrativa de la “Transición Democrática”, cual aplanadora, buscó homogeneizar una serie de procesos que podrían haber resultado un tanto incómodo para las entonces nuevas dinámicas políticas. Sin embargo, y ya con su debida distancia temporal, quizás valdría la pena volver a acercase a ellos y darles un lugar adecuado en el canon histórico de la región.


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