El pequeño Alejandro Zaragoza murió en 1929 y por décadas se ha creído cumple las peticiones de quien lo visita
Por: Deniss Cabrera Y Michel Inzunza
Las calles del Panteón de Guadalupe (Viejo) de Ciudad Obregón, cuentan historias que, entre las tumbas, algunas con más de 100 años, se han vuelto populares, y más allá de los fantasmas, la fe en el "Niño Milagroso" ha transcendido entre las leyendas del municipio Cajeme.
La tumba del pequeño Alejandro Zaragoza, al que se cree es representado por una estatua de mármol, es de las más visitadas del camposanto, a la cual llevan regalos como dulces, juguetes y veladoras.
De acuerdo con algunos testimonios, el niño es milagroso; a él le piden por la salud, trabajo o diversas situaciones y, en muestra de agradecimiento, limpian el lugar o le dan algún detalle.
“Hace mucho vinieron unas personas, una traía un mal de la rodilla y vinieron a visitarlo para pedirle ayuda; hay gente que cree en sus milagros. También una niña se puso mal aquí, le dieron convulsiones, la llevaron a la tumba y se mejoró”, platicó Miguel, uno de los trabajadores de la vieja necrópolis.
En el lugar, por las noches, hay a quienes les ha tocado escuchar al menor reír y jugar con una pelota, dijo, siendo el 1 de noviembre cuando más se le oye por el lugar.
Poco se sabe de la historia del niño milagroso, pues a su tumba no llegan visitas de familiares; sin embargo, la historia cuenta que provenía de una familia europea y la neumonía fue su causa de muerte a los tres años de edad.
Además de las risas que se escuchan, hay quienes aseguran que los ojos de la escultura de mármol siguen a los visitantes, que están detallados y pintados, pero anteriormente eran cristales que fueron robados.