Historia de Cajeme: El ataúd paseado por las aguas

La lluvia que azotó a Ciudad Obregón a finales de los cuarenta originó un cortejo inusual

Por: Oviel Sosa

Corría el año de 1948, Ciudad Obregón, Sonora se asomaba como un terreno fértil que ofrecía oportunidad y prosperidad.

El invierno de dicho periodo fue regido por la lluvia que azotó como nunca antes en la región.

Las gotas copiosas que cayeron del cielo se extendieron por horas, la gente de antaño relata que la lluvia no cesaba día y noche. El clima húmedo se apodero del ambiente.

Cayó el diluvio

El fenómeno fue nombrado la “creciente”. En el libro Retrospectiva de Cajeme de Sergio Anaya se señala que las precipitaciones se presentaron por lapsos prolongados que dieron inicio en noviembre y concluyeron en el mes de enero.

La voraz lluvia provocó severas inundaciones en la ciudad. Uno de los puntos más afectados fue la colonia Benito Juárez (P.O.).

En ese tiempo una señora de nombre Amparo Espinoza falleció. Sus familiares y amigos la velaron en su casa, una vivienda ubicada en la calle Obregón entre Zaragoza y No Reelección en dicho asentamiento humano.

Bajo el contexto gris y tormentoso se vivió el funeral. El ambiente era triste y decadente. Los familiares y amigos de la finada deseaban darle cristiana sepultura, pero el agua inundó las calles.

Flota ataúd

Los deseos de conducir a la finada a su eterno descanso originó que las personas se las ingeniaran y construyeran una balsa con tambos. El ataúd fue colocado encima, con fe y devoción la gente empujó el féretro para que este se deslizará por el agua. La base que armaron permitió que este flotará y no se sumergiera en la profundidad del agua acumulada, pues ese no era su destino.

A su vez las personas que formaron el cortejo fúnebre agarraron los cirios y los elevaron al cielo para evitar que se mojaran y la flama se apagara, La imagen inusual como sacada de una película fue captada por la lente del fotógrafo Gonzalo Blancarte, estampa que, de haberse registrado en la actualidad, estuviéramos hablando de un hecho viral, pero en aquellos años la comunicación no fluía con la inmediatez y vorágine que hoy se presentan en las redes sociales. 

Fue así como derivado de las fotografías que captó Gonzalo Blancarte el suceso quedó grabado para la historia y se convirtió en un evento único. Algo que se presentó gracias a la convicción de la gente que participó en el cortejo fúnebre que cargó con determinación a doña Amparo Espinoza, quien es recordada por que su cuerpo fue paseado por el agua y llevada a su última morada para su eterno descanso.

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