Santoral de hoy 23 de marzo: Santo Toribio, patrono de los obispos de Latinoamérica

Líder religioso que desafió las barreras culturales para llevar la fe a todos los rincones de Lima

Por: Iván Fraijo

El 23 de marzo, la Iglesia Católica conmemora a Santo Toribio de Mogrovejo, una figura clave en la historia religiosa de América. Nacido en Mayorga, Valladolid, el 16 de noviembre de 1538, Toribio no siguió el camino tradicional de formación eclesiástica. Decidió especializarse en Derecho Canónico, obteniendo su licenciatura en Santiago de Compostela y continuando sus estudios en la Universidad de Salamanca.

Fue nombrado arzobispo de Lima por el Papa Gregorio XIII en 1579, el cual aceptó con humildad y determinación. Su diócesis era inmensa, conformada por una población diversa, entre los que destacan, indígenas desconfiados de la nueva fe y colonizadores acostumbrados a vivir sin restricciones. Por tanto, Toribio demostró ser un pastor ejemplar, dedicado a la justicia y la evangelización.

SU DISCIPLINA POR LA UNIDAD

Uno de los mayores logros de Santo Toribio fue su compromiso con la organización y disciplina de la Iglesia en América. Para lograrlo, se propuso reunir a sacerdotes y obispos en Sínodos, reuniones generales donde se establecían leyes claras sobre el comportamiento que debían seguir los católicos. Cada dos años, convocaba a todo el clero de su diócesis, y cada siete años, extendía la invitación a las diócesis vecinas.

Los Sínodos dirigidos por Santo Toribio se caracterizaron por su rigor y efectividad. Él no solo promulgaba las normas, sino que también vigilaba personalmente su cumplimiento. Esta determinación garantizó que las leyes no quedaran en el olvido, sino que se convirtieran en elementos para reforzar la fe y los valores morales en una sociedad caracterizada por el caos.

EL CONCILIO DE TRENTO EN AMÉRICA

Santo Toribio se destacó como uno de los pioneros en aplicar las reformas del Concilio de Trento en América. Aunque por los retos geográficos y culturales, no logró implementar plenamente todas las disposiciones, como la celebración de sínodos anuales, su compromiso fue incansable. Convocó a trece sínodos diocesanos y dictó normas precisas para el clero, garantizando que no se limitaran a servir a los intereses civiles.

Uno de los aspectos más destacados de su labor fue su esfuerzo por aprender el quechua, la lengua nativa de los indígenas. Con ese gesto, no solo se le permitió comunicarse directamente con ellos, sino que también se le mostró un respeto a su cultura. Publicó un catecismo en quechua y castellano, fundó colegios donde hijos de caciques y españoles estudiaban juntos, y construyó hospitales y escuelas de música para enseñar la doctrina cristiana de manera creativa.

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