Cada 24 de diciembre, miles de familias en México y otros países de tradición católica se reúnen frente al nacimiento para arrullar al Niño Dios, una costumbre cargada de simbolismo religioso, historia y unión familiar que ha perdurado por siglos.
ORIGEN RELIGIOSO DE LA TRADICIÓN
La práctica tiene su raíz en el relato bíblico del nacimiento de Jesús, donde María y José cuidan al recién nacido en el pesebre de Belén. Arrullar al Niño Dios representa el acto de acoger con amor al Salvador, reviviendo el momento en que llega al mundo. Colocar la imagen del Niño en el nacimiento durante la Nochebuena simboliza el cumplimiento del misterio de la Navidad.
INFLUENCIA DE LOS VILLANCICOS
El arrullo suele acompañarse de villancicos tradicionales, muchos de ellos con letras que evocan el sueño del Niño Jesús y la ternura maternal de María. Estos cantos surgieron en Europa durante la Edad Media y se consolidaron como parte esencial de las celebraciones navideñas, reforzando el carácter íntimo y devocional del ritual.

DE ESPAÑA A AMÉRICA LATINA
La tradición llegó a América con la evangelización española en el siglo XVI. Los misioneros promovieron representaciones del nacimiento de Jesús como una forma didáctica y cercana de transmitir la fe cristiana.
Con el tiempo, esta práctica se adaptó a las costumbres locales, especialmente en México, donde la vida familiar y comunitaria ocupa un lugar central en las celebraciones.
SIGNIFICADO EN LA ACTUALIDAD
Hoy en día, arrullar al Niño Dios es más que un acto religioso: simboliza unidad, esperanza y renovación espiritual. Es un momento para reunir a la familia, transmitir valores a las nuevas generaciones y fortalecer la identidad cultural ligada a la Navidad.
En un mundo marcado por el ritmo acelerado, esta tradición invita a detenerse, compartir y recordar el verdadero significado de la Nochebuena, manteniendo viva una costumbre que une fe, historia y familia.




