La afligida madre lleva una década buscando a "Lalito"; el sacerdote sólo le dio información escueta. Es la inconveniencia del secreto de confesión
Por: Edel Osuna
El domingo 29 de julio de 2012 es una fecha que Virginia Lemus no olvida, pues fue la última ocasión que tuvo en casa, en la colonia El Mirador, en Tonalá, Jalisco, a Jesús Eduardo Mendiola Lemus, pues en cuestión de minutos el pequeño de tan sólo dos años y nueve meses de edad desapareció y la única persona que sabía quién se lo robó no lo confesó ni en su lecho de muerte.
Ese día, narra Virgina, se encontraba cocinando, cuando dejó al niño en la sala junto a unos primitos viendo una película; dos horas después, el esposo de la mujer llegó del trabajo y ella le pidió a su sobrina que fuera por el menor porque iban a comer.
"(La niña) se levanta y me dice tía: ‘el niño ya no está’, y yo le dije: ‘si el niño ahí está, no ha salido’, y me dijo: ‘no, no está’. Le dije: ‘fíjate bien, te acabas de ir y el niño estaba en la cama’. Respondió: ‘no está, ya se salieron todos los niños, no hay nadie’. Yo me levanté, fui y lo busqué, y es que mi niño se quedaba dormido recargado en un sillón, y lo busqué por todos lados y ya no estaba", narró Virgina.
La desesperada búsqueda de Jesús Eduardo, "Lalito", como se refieren aún al infante, se inició casi de inmediato, pero nada; sin embargo, el cura de la iglesia de su colonia le contó que una mujer fue a verlo y que le confesó que ella había sustraído al menor y que no lo regresaría.
"Y me dijo: '¿tú fuiste la mujer que me fue a buscar el día que se perdió tu hijo?', y yo le dije que sí, y me contestó: ‘sí, mira, nada más te vengo a decir que fue una mujer que se lo llevo’; me dijo que ella se lo encontró y que se lo iba a llevar y que no te lo iba a devolver".
Las palabras del párroco fueron la única pista que tuvieron del robo de su hijo, y por cerca de 10 años le insistió al sacerdote que hablara, pero no; ni en su lecho de muerte le sacó lo que en secreto de confesión le revelaron.
“Ahorita ya falleció el padre; entonces, yo esperaba que algún día me dijera más el día que estaba muy enfermo. Yo fui a ver si me dejaban hablar con él pero no", agregó.
Desde el momento del robo, pasando por la confesión del padre, aunado a las dificultades de la familia, no han hecho pasadera la ausencia de "Lalito", a quien extrañan como al inicio.
Todo aunado a lo lento de las investigaciones por parte de las autoridades, que le dan pocas esperanzas de recuperarlo, aun hoy que Jesús Eduardo tiene ya casi 13 años de edad, pero luego no pasa nada.
Jesús Eduardo es el cuarto de sus hijos, quienes resienten su ausencia; "se desespera mucho, porque ahí está en la prepa y todo lo que ven el teléfono y me dice ‘amá, pasó esto' y me dice: 'por qué a mi hermanito no lo buscan y por qué a nosotros no nos apoyan. ¿Qué tenemos que hacer?’".
Como seña particular, "Lalito" tiene una cicatriz en la pantorrilla derecha, además tiene dos lunares en la cadera y uno pequeño en forma de mancha sobre su glúteo.