A medida que se acerca esta fecha, muchas familias comienzan a preparar sus altares, siguiendo reglas y creencias que han sido transmitidas
El Día de Muertos es una de las tradiciones más emblemáticas de México, donde se honra la memoria de aquellos que han partido, recordando momentos significativos junto a ellos. A medida que se acerca esta fecha, muchas familias comienzan a preparar sus altares, siguiendo reglas y creencias que han sido transmitidas de generación en generación.
Una de las dudas más comunes que surge en esta época es si se puede colocar una ofrenda para un ser querido que ha fallecido recientemente.
¿SE LE PUEDE PONER OFRENDA A UN RECIÉN FALLECIDO?
La tradición sostiene que cada alma llega en fechas específicas, y por lo general, se considera que, si una persona muere en un accidente, su alma llegará el 28 de octubre.
En este contexto, las creencias populares sugieren que es importante esperar antes de rendir homenaje a un recién fallecido.
De acuerdo con la tradición, las almas deben pedir permiso para regresar al mundo de los vivos y disfrutar del altar. Además, se dice que los recién fallecidos tienen la tarea de guiar a los difuntos mayores hacia su ofrenda. De ahí que muchos piensen que, si se coloca una ofrenda demasiado pronto, el alma podría regresar a casa antes de tiempo, complicando su tránsito hacia el descanso eterno.
¿CUÁNTO TIEMPO SE TIENE QUE ESPERAR PARA PONER UNA OFRENDA?
Las costumbres prehispánicas aconsejan esperar al menos un año antes de colocar un altar para un ser querido que acaba de fallecer, permitiendo que su alma complete su viaje hacia el Mictlán, el lugar de descanso eterno.
A lo largo de los años, las leyendas familiares han enriquecido esta tradición. Se cuenta que las almas de los muertos deben recorrer un largo camino para llegar a sus altares, motivo por el cual es común ver un vaso de agua y velas en los altares, para que las almas puedan saciar su sed y orientarse en su travesía.
Además, muchas personas relatan experiencias místicas durante este periodo, como la percepción del aroma de flores, incluso en ausencia de ellas, lo que se interpreta como una señal de que el alma de un ser querido se aproxima para disfrutar de su ofrenda.