Zapata vive

Abrazó las causas políticas y sociales, rechazó a los indígenas. Eran días de azotes, desprecio y complacencia gubernamental

Zapata vive

El día domingo 10 de abril del año 1919, en la hacienda de Chinameca, ubicada en el estado de Morelos, fue asesinado un hombre surgido de las mismas entrañas de la tierra: Emiliano Zapata Salazar.

Al conmemorarse el 106 aniversario de este acontecimiento, la inmensa figura del General de los Ejércitos del Sur está presente en el campo y en las comunidades rurales del país.

En este día trágico registrado en la historia de la patria heredada por Hidalgo y Morelos recordamos y honramos la memoria del prócer agrarista que cayó combatiendo por las causas más sagradas de la humanidad: la libertad y la justicia social.

Los mexicanos tenemos el deber de enaltecer y respetar a quienes lucharon para edificar un México donde la justicia social, el respeto a la dignidad humana y a las leyes, sea la norma que rija la vida cotidiana y no una quimera.

Emiliano Zapata Salazar nació en Anenecuilco, Morelos. Desde su juventud abrazó las causas políticas y sociales, rechazó el maltrato que los hacendados daban a los indígenas. Eran días aciagos de azotes, tiendas de raya, desprecio, abuso, indiferencia y complacencia gubernamental.

En Villa Ayala, Morelos, el joven "Miliano" se forjó en la lucha cotidiana e intransigente por los derechos de los campesinos. Siendo niño vio maltratar a los indígenas y dijo a su padre: "Cuando yo sea grande, lucharé por defender a los indios".

En su juventud fue labriego y diestro en el arte de domar y montar caballos.

Al mismo tiempo, era respetado, querido y admirado por los pobladores de aquella ancestral comunidad.

En reconocimiento a su espíritu de lucha, los hombres mayores de su pueblo entregaron en manos del joven Miliano el bastón de mando. En estricto apego a sus costumbres, le designaron Presidente Municipal.

El indígena suriano forjó sus convicciones políticas y sociales básicamente por la influencia de una sociedad pletórica de injusticias que se vivieron en aquella época de latifundios y explotación desmedida de los lugareños por  parte de ricos hacendados y su gobierno.

A los escasos 28 años de edad el intrépido joven se incorporó a la revolución mexicana. Con este hecho comenzó a tejer su propia historia y leyenda de legendario guerrillero y cabal revolucionario.

La guerra de guerrillas fue el crisol donde se forjó. Se convirtió primero en un magnífico soldado y más tarde, en un insuperable estratega militar. En las acciones revolucionarias destacó como un combatiente extraordinario y diestro en el manejo de las armas, valiente hasta la temeridad. Era maestro en el arte de mandar sus tropas y jefe por naturaleza. Por su capacidad, destreza militar y aguda inteligencia obtuvo el grado de General. Más tarde fue Comandante del Ejército Libertador del Sur.

Bajo su mando, el ejército de los desposeídos escribió grandes epopeyas revolucionarias. Al mismo tiempo liberó comunidades, destruyó latifundios, construyó fábricas y escuelas; impulsó la organización de los campesinos y emitió decretos para el beneficio y desarrollo social de los de abajo.

¡Esa es la obra de Zapata!

A la lucha por el combate frontal al latifundio se le sumaron miles de indígenas de los estados de Guerrero, Puebla, Michoacán, Tlaxcala y Estado de México.

La figura del General de los Ejércitos del Sur se fraguó por sus proezas guerrilleras e intransigente lucha social.

En plena etapa revolucionaria al no encontrar respuesta a las demandas agrarias, Zapata promulgó el Plan de Ayala. El documento histórico exigía al presidente Madero la restitución de las tierras a los comuneros y legítimos dueños tal y como así lo hacían constar sus títulos ancestrales. Por igual, demandaba mejores condiciones de vida para todos los mexicanos.

Al no cumplir el presidente Madero con su palabra y compromiso de restituir las tierras a sus legítimos propietarios, obligó a que el General Zapata regresara otra vez a la lucha revolucionaria. El insurrecto volvió a los montes y a los valles enarbolando el Plan de Ayala. En este pliego quedó plasmada su frase histórica: ¡Tierra y Libertad!

Un aciago domingo 10 de abril de 1919, el prócer revolucionario encontró la muerte en manos del felón Jesús Guajardo. El coronel carrancista le tendió una celada y en la Hacienda de Chinameca, asesinó arteramente al General del Ejército Libertador del Sur.

El baluarte querido, amado y respetado por los agraristas y Jefe de la revolución mexicana, en su etapa popular, murió siendo muy joven. Las balas asesinas cegaron su vida. El insurrecto tenía apenas 39 años.

Ahora, pasado el tiempo su figura inquebrantable está en los montes, en los valles, en la sierra y en la montaña. Nadie la ha podido borrar de la conciencia de los hombres y mujeres de un país donde la miseria se esconde, pero se ve.

Exige a todos, pueblo y gobierno, a redimir a los que menos tienen. Convoca a luchar con pasión por la democracia, la libertad y la igualdad de los seres humanos.

Al cumplirse 106 años de su cobarde asesinato, su figura se inmortaliza.

Ante la evidente e inocultable miseria y pobreza, ante la falta de oportunidades y justicia social que se viven en el país, nos obliga a decir:

¡Cuánta falta hacen a nuestra patria hombres íntegros como Emiliano Zapata!  

No olvidemos que la libertad que hoy gozamos es producto de esa lucha de miles de hombres y mujeres liberada a lo largo y ancho del México insurrecto.

Por estas razones, por ningún motivo, los mexicanos de hoy no debemos perder la Patria que es de todos, ni entregarla a personero alguno que pretenda someternos. Debemos exigir que nadie nos coarte la libertad de expresión y que nadie, absolutamente nadie, limite nuestra capacidad de lucha transformadora. Los herederos de aquellas luchas legendarias por tierra y libertad, estamos comprometidos a seguir luchando y preservando la heroicidad y el pensamiento de Emiliano Zapata. Estamos obligados a recordarlo siempre por la sencilla razón de que nuestro General perdió la vida por las causas más nobles de la humanidad, la libertad y la justicia social.

Al recordar este acontecimiento podemos decir con toda vehemencia que: Zapata Vive y la lucha sigue y sigue.