…Y llegué al sexto piso

Sesenta años no son tantos, ni pocos, pero cuentan. En lo personal los voy a “etiquetar” como los nuevos cuarenta

Por: Jesús Huerta Suárez

Durante los últimos quince años, aproximadamente, he trabajado en lugares en donde soy el más viejo de casi todos los compañeros, lo que, obviamente, ha provocado la muy común “carrilla” de los más jóvenes y los no tanto, hacía los que están más rucos que ellos, como si estar entrado en años fuera algo malo…¿o, sí?

Mientras tanto yo, puro apechugar ante tan inminente realidad, pero fue hasta que hace poco me encontré por ahí una frase de Keith Richards, el guitarrista de los Rolling Stones que, con casi ochenta años de vida a cuestas, sigue trabajando duro y viviendo al tope junto a su familia y amigos, y dice: “Es chistoso, nadie se quiere hacer viejo, pero nadie quiere morir joven”, y de ahí me agarré para cambiar mi chip mental respecto a mi edad y a la de los demás, a tal grado que soy muy torpe para calcular la edad de las personas, y es que no me interesa.

Desde entonces, cuando alguien pretende hacer mella respecto a mis años, simplemente le contesto, pues yo ya llegué, a ver si tú llegas, y todos se quedan callados porque muchos de ellos, siendo muy jóvenes, sufren hipertensión, caída del pelo, diabetes, insomnio, apatía, torpezay algunos otros males que se le achacan a los años.

El caso es que para mí, sesenta años no son tantos, ni son tan pocos, pero ya cuentan. Advierto que, en lo personal, los voy a “etiquetar” como los nuevos cuarenta. Ya que, hasta el momento, la vida va viento en popa gracias a Dios y, haciendo un transparente corte de caja, me queda que estos primeros sesenta años han sido maravillosos; se han ido rápido, pero echaron profundas raíces en mi mente, en mi espíritu y en mi corazón, lo que me hace pensar que he vivido suficiente, pero que quiero vivir más, y no por temer a la muerte, sino por querer disfrutar un poco más de existencia en la madre tierra.

En resumen, la vida ha sido buena conmigo en todos los aspectos. Quizá me faltado la suficiente humildad para ser más agradecido y para ponerle oídos sordos al yo.

Tuve a mi madre por 55 años y a mi padre por 35 de mi vida, conservo a mis hermanos y sobrinos, y a la gran mayoría de mis amigos; tengo muchos libros, flores a mí alrededor, planes y muchas buenas y malas experiencias.

Amo los atardeceres como cuando los descubrí por primera vez. El olor a tierra mojada me sigue sublimando, los niños jugando,  la noche y las estrellas y, claro, el saber que cada día es una nueva oportunidad para amar.

Conservo algo de mi pelo lleno de canas, que yo digo que son de ganas, si tuviera arrugas y pelos en la oreja, pues ni duda deja. Conservo la vida, mi capacidad de gozo, el gusto por las artes, la cocina campestre y no me va mal la soledad.

Como presentes, he tenido acceso a la educación y el conocimiento, el afecto de muchos, los buenos ejemplos de mis padres, maestros y conocidos, por lo que todo esto me conceden la razón de poder decir que he sido bendecido y que es, hoy más que nunca, un compromiso el tratar de ayudar a que otros también se sientan bendecidos en esta película llamada vida, en que compartimos personajes.

De mi madre, (quien se ponía años para que le dijeras que se veían más joven),  me quedo con la sugerencia de hacer lo que me dé la gana, y de mi padre, con el ejemplo de ser una persona confiable, más ahora que estoy entrando a la juventud…de mi madurez y lo voy a necesitar.

Salud y salud, diría mi hermano.

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