La educación humanista debía crear condiciones favorables para facilitar y liberar las capacidades de aprendizaje existentes en cada individuo
Trabajar bajo la guía de un enfoque humanista, es el propósito de La llamada “Nueva Escuela Mexicana”, en lo que al parecer es una respuesta a las necesidades de una sociedad que se ve envuelta constantemente en situaciones de violencia, y con una crudeza cada vez mayor.
El humanismo surgió en la psicología en la década de los años 50 del siglo pasado, con exponentes centrales como Abraham Maslow y Carl Rogers, siendo este último quien ha sido mayormente identificado con una postura que se erigía como la tercera fuerza, junto al psicoanálisis y el conductismo, y consideraba al ser humano capaz de elegir su propio destino, establecer sus metas y responsabilizarse de sus propias acciones.
La educación humanista, por tanto, debía crear las condiciones favorables para facilitar y liberar las capacidades de aprendizaje existentes en cada individuo. Se pretendía que los alumnos colaboraran solidariamente con sus semejantes, sin dejar de desarrollar su individualidad.
El enfoque, aunque llamó fuertemente la atención y fue objeto de estudio, aplicación e investigación en el medio educativo, no estuvo vigente un largo tiempo como un modelo que siguiese el sistema educativo de los Estados Unidos u otros países. La razón principal es que no posee un diseño instruccional, esto es, no contiene sugerencias para un manejo de los contenidos, entre esto, su secuenciación, técnicas y materiales didácticos, y evaluación, entre otros elementos importantes.
Se trata, ante todo, de una actitud, una forma de apoyo a los estudiantes para que logren desarrollar su potencialidad. Concebirlos como seres humanos integrales, no meros receptores de conocimiento.
En México, no es algo negativo que se retome este enfoque, el riesgo es que, si los docentes no cuentan con una guía metodológica para sus actividades, tendrán que trabajar con lo que hacen actualmente, lo que ya saben o les funciona. Ser humanista no basta si no hay posturas claras sobre la forma de atender rezagos en los aprendizajes de los alumnos, muchos de ellos todavía por efectos de la pandemia del coronavirus. Igualmente, para el desarrollo de la comprensión lectora, el pensamiento matemático, las habilidades de socialización, y varias competencias más, así como los aspectos relacionados con la evaluación, un elemento de gran importancia para verificar si los aprendizajes en realidad están teniendo lugar, o sólo se hace creer a la sociedad que así es.
Además, el campo educativo no es únicamente la transformación de planes programas y libros de texto, en caso de que se continúe con estos. Se trata también de infraestructura educativa, parte de ella todavía dañada a consecuencia del vandalismo durante la pandemia, al igual que los sueldos de los trabajadores, la estabilidad laboral, materiales educativos y el apoyo a personas de escasos recursos para que no vean interrumpida su escolaridad.
La participación de los docentes y la sociedad misma será clave, para continuar analizando los alcances de la nueva propuesta y la forma de implementarla sin que queden elementos sueltos que le lleven a ser inviable. De esta forma, se correrá el riesgo de que la llamada Nueva Escuela Mexicana no llegue a ser una realidad en las aulas.