El dictamen de la ONU
Por: Gerardo Armenta
¿Pensaría usted que el mundo de hoy, tal y como es conocido, con sus virtudes y defectos, resulta ya “insostenible” en estas alturas del partido? Quizá no sea muy propio o recomendable iniciar un texto periodístico con una interrogación, formulada, además, prácticamente a quemarropa. Habría que disculparse por ello. Pero lo cierto es que en lo personal llamó mucho la atención un señalamiento tan directo o preciso como el que en principio induce estos comentarios.
Y no sólo por la afirmación en sí a que se alude, sino igualmente por quien la dijo. En realidad, la idea completa fue expresada en el sentido de que “el estado de nuestro mundo es insostenible” y que por lo tanto “no podemos seguir así”. Se pensaría que hay mucha razón o sentido de por medio en un juicio como el anterior, el cual no fue expresado por ningún político con vocación apocalíptica deseoso de alcanzar alguna posición política o electoral, quizá lo que ocurra primero.
El caso es que la frase a que nos referimos fue pronunciada ni más ni menos que por el actual secretario general de la Organización d las Naciones Unidas. Su particular nombre no es muy conocido, porque en realidad tampoco es muy conocida su labor o en qué consiste su trabajo. La verdad es que hace mucho tiempo que la ONU se convirtió en algo parecido a un fantasma, si es que los fantasmas existen realmente en noches oscuras y con atisbos de tormenta. Por cierto: el secretario general de la ONU es un señor llamado António Guterres. Y así es como se escribe su nombre propia o correctamente.
Fue de hecho en un evento reciente de la misma organización que dirige, donde su secretario general se refirió a la real o presunta evidencia de que la situación de este mundo es “insostenible” con la obvia o sabida conclusión de que “no podemos seguir así”. ¿Y por qué no?, podría ser otra pregunta planteada desde estos calurosos ámbitos sureños. Sin embargo, debe advertirse que las afirmaciones del señor Guterres no dejan muchas alternativas para que ese mundo muestre alguna mejoría. Simplemente al orador le bastó con la contundencia irrebatible de su afirmación: “…no podemos seguir así”.
En otras palabras, ¿ni para dónde hacerse? Es correcto. Aunque también habría de ser propio preguntarse cuál ha sido (o es) la responsabilidad fundamental de una entidad como la ONU en la hechura de ese “insostenible” estado de cosas característico de un mundo como el de hoy. Deben hacer falta muchos esfuerzos para en la medida de lo posible encarrilar una especie de normalidad social o política en un mundo como el de hoy.
Puestos en el tema (que no era del todo la intención absoluta para el día de hoy), quizá le interese a usted saber cuáles son los tres males mayores o principales que afectan al mundo actualmente. Podría ser interesante repasar una situación de esta superior naturaleza. Todos hemos oído hablar de la impunidad. Pues bien: la impunidad es una de las conductas más extendidas en el mundo actual. Según la ONU se repite en todos los grandes conflictos de hoy: Ucrania, Gaza, Líbano, Sudán.
La desigualdad está también en la lista de los grandes conflictos de esta hora. Oficialmente la ONU reconoce que el trazo desigual se agrava cada vez más entre los países e incluso dentro de sus mismas fronteras. Un tercer problema a escala mundial está representado por la incertidumbre que producen en el ánimo el cambio climático y una descontrolada (así la advierten los expertos) Inteligencia Artificial. Los anteriormente citados son algunos de los mayores problemas mundiales. Como se sabe, estos conflictos suelen derivar tanto de las guerras (que nunca faltan en el horizonte histórico de lo humano), como de las divisiones geopolíticas, comunes también en el devenir respectivo.
La ONU suele ser muy apta para explicar o documentar los conflictos que invariablemente suelen azotar a la humanidad, pero al mismo tiempo suele asombrar su incapacidad o ineficiencia para zanjar los problemas que surgen entre las naciones. Tal es una repetida y añeja historia. Hoy mismo están en curso gravísimos conflictos que dañan a los pueblos que los protagonizan, además del riesgo que entrañan para la siempre endeble paz mundial. La historia de siempre, hoy como ayer.
Por eso, al final del texto bien se podría aceptar o reconocer que, dicho sea en muy variadas formas, el mundo actual efectivamente está insostenible y que por lo mismo no puede seguir así. Pero debe ser preciso reconocer que tales son meras palabras que, más allá de oírse como propias o pertinentes, no llegan más lejos de un cierto lindero, donde, por sobre su sonoridad, no tienen mayor trascendencia a la hora de la hora.
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