El último informe presidencial no pudo ser más que una relación detallada de hechos llevados a cabo y metas cumplidas
Por: Gerardo Armenta
El último informe del presidente Andrés Manuel López Obrador, presentado el domingo anterior, se llevó a cabo en un escenario verdaderamente inédito como sin duda fue el Zócalo de la Ciudad de México. Nunca antes ningún presidente mexicano eligió la plaza pública principal del país para dirigir a la ciudadanía un informe de gobierno. Aunque el que se comenta tuvo la particularidad de cerrar el ciclo o la gestión gubernamental de un mandatario con pasajes históricos personales en el lugar desde el que habló este fin de semana.
Por lo demás, en términos generales, el formato del evento no tuvo mayores diferencias en lo que concierne a su presentación. López Obrador encabezó una larga jornada de lectura por espacio de dos horas y cinco minutos. Una verdadera multitud le escuchó en lo que fue, sin duda alguna, uno de los llenos más memorables o cuantiosos del impresionante Zócalo capitalino, que de suyo es un espacio que asombra por la grandiosa extensión que le caracteriza.
Como suele suceder en y con todos los informes presidenciales, el suscrito por López Obrador obtuvo parabienes significativos y multiplicados, al igual que, por supuesto, críticas y objeciones. Es claro que, un ejercicio superior de esta naturaleza, ni siquiera en los tiempos de la dominación priista solía lograr, ni siquiera por aproximación, una absoluta o contundente unanimidad. Debe ser prácticamente imposible que un evento como el que se describe alcance un generalizado y contundente aplauso. Esto es algo que seguramente nunca se verá.
Pero no hay duda de que, en efecto, López Obrador sigue siendo un político y gobernante en extremo popular. Las discusiones y controversias que suele generar alrededor suyo y de su gobierno, por más que estén en la coyuntura del adiós sexenal, mantienen un gran vigor ciudadano y político que demuestra o ratifica que el titular del Ejecutivo sí está realmente en el ánimo popular. De esta manera, el último informe presidencial no pudo ser más que una relación detallada de hechos llevados a cabo y metas cumplidas, en lo que puede asumirse sin duda como una relación numérica llamativa o impresionante.
“México ha crecido como nunca”, dijo López Obrador en su último informe. Destacó la situación de la economía nacional que en el sexenio avanzó uno por ciento anual. Por eso ostenta el lugar 12 en el escalafón mundial. El Presidente puso también de relieve el crecimiento del Producto Interno Bruto que calificó como “algo verdaderamente excepcional”. Abordó también un tema inevitable en un país como el nuestro y dijo que la pobreza en México, de 2018 a 2023, pasó de 34.3 millones de personas a 24.7 millones en 5 años, según datos del Banco Mundial.
Llama la atención que incluso en las postrimerías de su gestión presidencial, López Obrador no se haya olvidado del asunto que tiene que ver con Dinamarca y su por lo visto ejemplar sistema de salud. Se recordará que el Presidente siempre dijo que el de México llegaría a ser mejor. Le llovieron críticas al mandatario. Pero en su último informe señaló que ya existe aquí un mejor sistema que el de aquel país. Las críticas están de vuelta.
Por lo demás, López Obrador ha llegado prácticamente al final de su sexenio. El que ha empezado a tomar registro es el último mes de su gestión. No puede ignorarse que existe una cierta inquietud por el modo en podría transcurrir ese lapso. En circunstancias similares, otros mandatarios se retiraron prácticamente de la escena pública, atendiendo sólo lo indispensable en la materia. López Obrador, hasta donde se advierte, está lejos de esa actitud, en tanto que podría seguir con una agenda cotidiana de trabajo entre intensa y normal.
Eso nadie se lo puede impedir. Es precisamente su trabajo. Y más todavía cuando está en la agenda política el candente tema de la reforma del Poder Judicial, el cual terminó por convertirse en uno de los más candentes del final sexenal. Como se sabe, el asunto resultó mucho más controversial de lo que acaso pudo suponerse. Quizá la aprobación legislativa de esa polémica reforma pase con las consabidas discusiones por parte de la oposición. Sin embargo, llama la atención que de nuevo grupos de manifestantes estén saliendo a las calles de la Ciudad de México para oponerse esta vez a la reforma judicial, entre ellos estudiantes de la UNAM. Así han empezado conflictos sociales y políticos muy severos en un país como nuestro. Ojalá que no sea el caso.
armentabalderramagerardo@gmail.com