La opinión pública del país ya sabe más o menos cómo y por qué está en curso el que ya es un memorable choque entre priistas de altísimo nivel...
Por: Gerardo Armenta
No hay duda: en el PRI siguen llevándose fuerte. Eso de llevándose es un mero decir. Porque realmente lo que ocurre es que en su ámbito superior se ha desatado una feroz batalla que cada día se torna más directa, por si hiciera alguna falta.
No parecería que en ese pleito exista un mañana partidista feliz para las partes que libran la querella. Sucede que cada vez (o cada día) se polarizan más las actitudes de los contendientes. La opinión pública del país ya sabe más o menos cómo y por qué está en curso el que ya es un memorable choque entre priistas de altísimo nivel.
Al final, lo que está en juego son dos concepciones muy distintas de ver y entender al PRI, un partido que significativamente no vive hoy su mejor hora política e institucional. A pesar de su contundencia, este último enunciado no es suficiente para describir del todo el significado y los alcances del problema que ha puesto hoy por hoy al PRI en la más difícil de las coyunturas de su larga vida. Y en su caso sí cabe entender lo que ha sido o fue una larga vida en el ejercicio único y absoluto del poder.
El naufragio definitivo e irreversible de tal esquema es lo que por lo visto hoy se ha puesto en juego. Aunque parezca increíble. Pero así están las cosas al respecto. De momento no se sabe hasta dónde y cómo llegarán cuando eso deba ocurrir. Los pronósticos, de cualquier manera, no son prometedores para la salud priísta, como es propio asumirlo bajo cualquier óptica. Al principio de la columna se anotó que los priístas siguen llevándose fuerte. Y, en efecto, así es, para que más que la verdad.
Una afirmación reciente prueba por sí sola lo anterior al señalar que Alejandro Moreno Cárdenas –“Alito” para sus cuates—“ha sido el peor presidente del PRI en los casi 100 años de existencia del partido, por lo que su reelección sería algo “absolutamente irracional y no aceptable”. Este doble y lapidario juicio fue externado ni más ni menos que por Francisco Labastida Ochoa, un priísta renombrado y de larga militancia.
De suyo llama la atención tomar nota de expresiones como las anteriores, singularizadas por su dureza conceptual y práctica. También porque Labastida Ochoa siempre ha sido un político sereno y de hablar pertinente. Pero cómo estarán las cosas en el PRI que indujeron al sinaloense a radicalizar un tanto su manera de expresarse. También hay que reconocer que tampoco Labastida llegó al extremo de utilizar expresiones altisonantes para darse a entender.
Aprovechó para dejar en claro que no renunciará al PRI y también notificó que tampoco buscará crear un nuevo partido político, como había empezado a señalarlo un rumor esparcido en los corrillos de la “grilla”, como suele decirse coloquialmente. Lo cierto es que, en un medio político como el mexicano, de suyo se ha creído desde siempre que crear o fundar partidos políticos es o debe ser la cosa más sencilla del mundo. Además, ¿de qué le ha servido a un país como el nuestro tener a la mano tantos y tantos partidos?
Parecería obvio que la respuesta a una pregunta como la anterior se explica por sí sola. Porque es cierto: corren rumores o habladas de que los priístas inconformes con el mando de su partido están alistándose para formar un nuevo partido político. Pues ni que fueran enchiladas o tacos de carne asada.
Aunque sí es válido anotar que, por rumbos muy distintos a los propios de los priistas que están en pleito, parecería que en efecto hay bosquejos o intentos para crear un nuevo partido político. Su concreción, de prosperar, sería al amparo de lo que en tiempos recientes se conoció en el país como “Marea Rosa”. Allí sí que parecería que han empezado a dar pasos con la finalidad de que se habla.
Mientras tanto, los priístas inconformes con el mando que ejerce en el tricolor Moreno Cárdenas contra viento y marea, mejor harían en redoblar sus esfuerzos para impedir que el partido en que militan no caiga por el despeñadero de la historia. No faltan observadores juiciosos que están pronosticando que así ocurrirá en mucho menos tiempo del que cabría suponer.
Como todo en la vida (diría un aprendiz de filósofo) es posible que los hechos sucedan o no de esa manera. Empero, nadie puede soslayar que, muy aparte de lo que se quiera pensar al respecto, la perspectiva priísta no se encuentra precisamente en un soleado día campo, sino al contrario. Dependerá de los suyos que los nubarrones desaparezcan.
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