Remesas y la simulación

A lo largo de las civilizaciones la migración es un fenómeno a la alza que poco ha importado, pues lo que interesa es generar riqueza para su bolsa

Por: Francisco González Bolón

Uno no es economista ni ducho en las finanzas, pero siempre se ha sabido que las remesas que llegan desde otros países, principalmente de Estados Unidos, significa que hay muchos mexicanos trabajando “del otro lado”.

Eso quiere decir que, hasta hoy, el Estado mexicano ha sido incapaz de generar los suficientes empleos como para que los ciudadanos se queden en el país para trabajar y llevar cotidianamente el pan y la sal a las mesas de sus hogares.

Pero hoy en día esos números en dólares se han vuelto un motivo de orgullo. Por ejemplo, que en 2022 hayan llegado al país 58 mil 497 millones de dólares, es para los gobernantes una satisfacción enorme, cuando en realidad deberían estar preocupados porque cada día más y más mexicanos cruzan las fronteras, legal o ilegalmente, en busca del famoso “sueño americano”.

En 2021, se dice en la información oficial, los mexicanos allende las fronteras enviaron un 13% menos de dólares que el año pasado, motivo por el cual hasta un agradecimiento presidencial hubo para los llamados paisanos.

Es más, ya estamos destacando en el mundo en esa materia porque México ya es el segundo lugar de recepción de remesas y solamente nos supera India, pero, faltaba más, le vamos ganando a China.

Es cierto que a lo largo de las civilizaciones la migración ha sido un fenómeno siempre a la alza pero a los poderosos eso poco les ha importado porque lo único que les interesa es generar riqueza para sus bolsillos, pero no para una justa distribución entre la población.

Y mientras haya quienes le sigan el rollo a los que en vez de generar condiciones para crear empleos se la pasan satanizando a la iniciativa privada o a quien le venga en gana, este país jamás dejará de aportar mano de obra barata a otras naciones, principalmente al vecino del norte, cuyo único interés es tener sometido a México y a los mexicanos.

También es de pensarse la mentalidad de los gobernantes a los cuales se les está viniendo el mundo encima con secuestros, robos, asesinatos y desapariciones, pero ellos sacan a relucir su sonrisa panorámica y en los discursos hablan de que todo está bien.

En Cajeme, por ejemplo, se han presentado en las últimas horas sucesos que deben remover la conciencia de propios y extraños para ejercer con fuerza la lucha contra el crimen organizado.

La semana pasada, por ejemplo, justo cuando la Secretaria de Seguridad Pública de Sonora encabezaba un evento en el cual se dijo que ya la paz estaba a la vuelta de la esquina, a unos cuantos kilómetros, en Cócorit, la balas volvieron a quitar la tranquilidad de la población.

Es más, a unas dos cuadras del lugar donde se escucharon los balazos, los soldados mantenían un retén de esos inútiles en los cuales no agarran a nadie porque es obvio que quienes están mal no se van a ir a parar enfrente de la milicia.

Pero los militares, eso sí, a los que no tienen cola que les pisen y pasan por su retén, los quieren humillar y los hacen sentir como si fueran delincuentes. Les piden que se bajen de los autos y si alguien llega a defender su derecho de no hacerlo, pues así está consagrado en la Constitución, entonces se arma un conflicto.

Para empezar, llaman a sus otros compañeros, muestran en sus manos una tabla como las que se ven en los videos que usan los narcos para golpear a sus enemigos y atraviesan uno de sus enormes camiones verdes.

Esto es, con el ciudadano de bien, los militares si se ven muy gandallas, pero cuando están frente a los malosos, hasta reverencias les prodigan.

Hay ciudadanos que señalan el incremento de la violencia y la corrupción cuando el Ejército se hace cargo de las labores de seguridad que corresponden a las policías preventivas, municipales o estatales.

Un caso es la denuncia de una sonorense en la Aduana de Nogales. Y las autoridades en vez de investigar bien, dicen mentiroso a quien se atreve a denunciar, pues supuestamente las personas que se ven en el lugar de la extorsión no son de la Aduana, pero no dicen de dónde salió.

En fin, en este país la simulación sigue avanzando. ¿Se atreverá algún día la sociedad a terminar con ese cáncer?

Comentarios: franciscogonzalez.bolon@gmail.com

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