Trump se considera una especie de inventor de la política que supone que, bajo su mando, todo absurdo puede ser posible
Por: Gerardo Armenta
La revista Rolling Stone no sólo se ocupa, a tono con su nombre, de asuntos que tienen que ver con la música y sus intérpretes, lo cual hace con gran atractivo y profesionalismo. Por sobre lo que pudiera indicar el nombre, su edición no responde necesariamente a la difusión del grupo inglés del mismo nombre. Incluso, parecería que algunos de sus mejores materiales han tenido que ver más con Los Beatles que con Los Rolling Stones.
El caso es que por esta revista se ha sabido un poco más sobre los reales o presuntos planes de Donald Trump para invadir México como una manera de frenar el flujo de fentanilo a su país. Estos envíos, por lo visto, representan una de las preocupaciones políticas más sentidas del futuro presidente de Estados Unidos. Nadie puede objetar que las saque a mención con extrema frecuencia. No hay duda de que se trata de un problema serio.
Sin embargo, no debe ser tan seria una de las formas en que se estaría discutiendo la manera de resolver el problema del fentanilo: una invasión militar. Conviene aclarar que por lo menos oficialmente no hay nada al respecto. Pero el sólo hecho de que asesores de Trump estén considerando esa acción, se advierte como una franca torpeza, por no decir algo más fuerte o altisonante.
El problema que se buscaría corregir con esa presumible "solución" militar (fuerte pero improcedente en tiempos como los de hoy), no es sólo de México. Tiene que haber otro modo de encararlo conjuntamente. Lo grave es que Trump está pidiendo a sus asesores que le presenten "planes de batalla" y opciones militares para eventualmente llevar a cabo los descabellados propósitos de que se habla. Insístase en que, por fortuna, todavía no existe nada oficial en ese sentido.
El esbozo de un proyecto como el citado se corresponde fielmente con un modo de ser como el de Trump, lejos de la prudencia, el respeto o el sentido común. Trump se considera una especie de inventor de la política que supone que, bajo su mando, todo absurdo puede ser posible, o como él lo entienda personalmente. Quizá pronto perciba que las cosas no son necesariamente así. Hoy supone que México y los mexicanos son la fuente de todos los problemas de Estados Unidos. En lo dicho: no falta mucho tiempo para que deba asumir la equivocación de su enfoque.
A menudo los hechos son o pueden ser tan obvios en su torpeza o perversión que no se entiende por qué hay quienes no son capaces de advertirlo así. En estas alturas todo mundo conoce la propuesta de aranceles con que Trump ha amenazado, sin que venga al caso, a dos de sus principales socios comerciales y vecinos geográficos a la mano: México y Canadá. Pero lo curioso es que el mismo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, le ha pedido que reconsidere sus planes para imponer aranceles a las mercancías que entren a Estados Unidos procedentes de México y Canadá.
Con respetable sensatez, Biden dijo que esas medidas serían contraproducentes. Así terminarán siendo. Pero el único que no se ha dado cuenta es quien se ha empeñado en aplicarlas cuando tenga el poder para hacerlo. "Espero que lo reconsidere", planteó Biden. "Creo que es algo contraproducente", añadió. Esto es lo mismo que opina medio mundo. Sin embargo, parecería que Trump no hace caso y camina soberbio al momento en que empezará la aplicación de aranceles contra México y Canadá, prácticamente desde el primer día de su gestión, o algo así.
En una elemental, pero demoledora lección de geografía, Biden dijo refiriéndose a Estados Unidos: "Estamos rodeados por el Océano Pacífico, el Océano Atlántico y dos aliados, México y Canadá". Luego sentenció: "Lo último que necesitamos hacer es empezar a arruinar esas relaciones". Cabe reconocer, contra toda lógica, que eso es precisamente lo que pretende el futuro mandatario de Estados Unidos, en lo que es algo carente de toda lógica y sentido común de su parte. Increíble pero cierto.
La presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump sostuvieron recientemente una conversación telefónica muy bien llevada, en contra de lo que pudo esperarse, si se toman en cuenta los bruscos y ofensivos modos personales del interlocutor norteamericano. En esta víspera del cambio de poderes en Estados Unidos existe calma del lado mexicano. Con gran rapidez cundió la réplica en el sentido de que, si allá aplican aranceles a los productos mexicanos, acá habrá que hacer lo mismo con los que vengan del país vecino al nuestro. En una filosofía ruda pero realista, a eso bien se le puede denominar ojo por ojo y diente por diente. Obviamente mientras son peras o son manzanas, dicho también con arraigado sentido filosófico.
armentabalderramagerardo@gmail.com