Los meses con más calor

Según parece, mayo y junio son los meses del año en que el registro de la temperatura es más alto. ¿mayo y junio? Pues sí...

Por: Gerardo Armenta

Si usted creía (como todo mundo en la región) que ciertos y cuales meses del año son los más calurosos, quizá deba ser preciso que modifique radicalmente esa opinión. Este tema no tiene nada que ver con la política (ni con asuntos parecidos) pero por su interés vale la pena abordarlo hoy precisamente para abrir espacio. Efectivamente, siempre se ha tenido la creencia popular o general de que julio, agosto y septiembre son los meses más calurosos del año desde que el calor es precisamente el calor veraniego.

Sin embargo, por lo visto habrá que cambiar de parecer y por supuesto dejar de temerle ambientalmente a esa trilogía. Porque lo cierto es que, según parece, mayo y junio son los meses del año en que el registro de la temperatura es más alto. ¿mayo y junio? Pues sí. Este no es un postulado propio o personal. Quien sí lo hizo se llama Guadalupe Jiménez Ortega y es ni más ni menos que la jefa del Departamento de Meteorología de la Comisión Nacional del Agua.

En otras palabras, se trata de alguien que sabe de lo que habla, más allá de la especulación o del mero afán por decir algo distinto. Prueba de ello es que Jiménez Ortega igualmente afirmó que las sensaciones térmicas de julio, agosto y septiembre son altas debido a la humedad reinante en el entorno. Empero, los meses de mayo y junio suelen ser más secos por la carencia de lluvias regionales.

Interesantes explicaciones, sin duda. Cada año el calor suele ser un tema muy trillado en o para la población. Pero invariablemente se le toma como referente para ilustrar la severidad ambiental del verano en un estado como el de Sonora. Lo que sucede es que ahora habrá que hacer una pequeña corrección para definir meses como mayo y junio en que resulte más propio o conducente escoger la consabida expresión del lenguaje regional: “¡Qué calor está haciendo!”

Mientras tanto, quizá resulte pertinente señalar que probablemente sólo en un país como el nuestro debe ser posible se generen pleitos públicos ente personas que deberían estar en sintonía con propósitos similares o casi iguales, en este caso deportivos. Se alude con lo anterior a la inopinada polémica surgida en París entre la presidenta del Comité Olímpico Mexicano, Mary José Alcalá, y la directora de la Comisión Nacional del Deporte, Ana Gabriela Guevara.

Antes de cualquier otra consideración, bien se podría decir que ese pleito se produjo en la circunstancia más inesperada que pueda imaginarse, es decir, en pleno curso de la justa olímpica. ¿Por eso estamos como estamos? Pues eso es lo que dice una pegajosa canción del buen tiempo de Los Apson. El choque entre ambas sobresalientes damas se produjo cuando, por supuesto nadie lo esperaba, precisamente por estar en curso las competencias de la olimpiada.

No les importó esa coyuntura. Como se sabe, Guevara abrió fuego con su afirmación, casi al iniciar los Juegos Olímpicos, de que ya se había perdido una cantidad de medallas, es decir, que México las había perdido. No esperó mucho por la respuesta. Inmediatamente, Mary José Alcalá le contestó a Guevara con un tronante: “No puedes perder lo que no construiste”.

Con eso dio a entender que las derrotas de los mexicanos se debieron precisamente a la titular de la Comisión Nacional del Deporte, porque precisamente no supo construir lo que tenía que hacer para lograr victorias. Alcalá realmente tuvo expresiones fuertes en contra de Guevara, quien de alguna manera terminó por convertirse en una especie de problema para el deporte en lugar de haber personificada una muy necesaria y esperada solución.

El deporte en México está como está no precisamente por culpa de Ana Guevara. Ella, al igual que otros renombrados deportistas que oficialmente se han hecho cargo de este importante quehacer, no pudo convalidar su extraordinario y hasta fabuloso desempeño como velocista con una tarea gubernamental modesta, aunque efectiva.

Pero en ocasiones los hechos tienen un colmo. Y éste, en lo que concierne al deporte mexicano, se “logró” en París con el enfrentamiento público de dos damas responsables de elevadísimas tareas deportivas. Algo así nunca debió ocurrir por elemental sentido común. Pero en tanto que lamentablemente sucedió, el episodio respectivo puso de manifiesto la condición y el rumbo que ostenta hoy por hoy el deporte mexicano.

No siempre las medallas pueden ser lo más importante en el deporte. O sí lo son, antes habrá que despejar la problemática (entre deportiva y burocrática) que impida obtenerlas. Por lo demás, cómo es posible que no exista una relación cordial (ya no digamos de cooperación) entre el Comité Olímpico Mexicano y la Comisión Nacional del Deporte. La pregunta nunca podrá ser ociosa.

armentabalderramagerardo@gmail.com


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