Los Juegos Olímpicos

Directivos no han sabido rendir resultados apreciables en la materia por más buenos o sobresalientes antecedentes deportivos...

Por: Gerardo Armenta

Es muy cierto: cuando no se puede, pues no se puede. Este puede ser un principio dialéctico de muy alto significado, si bien comprensible de buenas a primeras. Y también debe ser obvio que, a título de justificación, debe embonar justa y exactamente con los resultados obtenidos por la delegación mexicana en los recientes Juegos Olímpicos de París.

No es tarde todavía (nunca lo será) para lamentar el desempeño poco victorioso (o casi nulo) de quienes formaron parte de esa afamada delegación, cuyos integrantes, sin embargo, no pudieron remontar una especie de leyenda o costumbre que remite muy lejos de la obtención del oro a participantes que repiten casi siempre el mismo papel por más esfuerzo o voluntad que le pongan al asunto, como sin duda suele ser así. Tampoco puede asumirse que realmente deba ser una especie de fatalidad o malquerencia de los dioses del Olimpo la dificultad de la delegación azteca para lograr más y más medallas olímpicas, preferentemente de oro, por lo menos.

Ni que fueran enchiladas, bien podría decirse al respecto. La cuestión, empero, es mucho más fácil de discernir. Tiene mucho que ver con quienes y por qué dirigen el deporte amateur en un país como el nuestro. A menudo, esos directivos (hombres o mujeres) no han sabido rendir resultados apreciables en la materia por más buenos o sobresalientes antecedentes deportivos personales que les acompañen. No se trata de algo necesariamente natural o irreversible, pero en los hechos siempre suele ocurrir de esa manera, o ha ocurrido en un buen catálogo de ejemplos.

Y es que, en un momento dado, casi siempre parecería que quienes ejercen mando en el deporte amateur mexicano no suelen tener la más mínima idea de los alcances o capacidades de los atletas que acuden a competiciones como las propias de una olimpíada. Prueba de ello, por ejemplo, son los comentarios expresados por Ana Gabriela Guevara, directora, ni más ni menos, de la Comisión Nacional del Deporte, quien dijo que la delegación mexicana en París se quedó corta en su desempeño olímpico. Reprochó también que no se lograron los “metales soñados” en algunas disciplinas que siempre suelen tener resultados favorables para los mexicanos.

La primera parte de las declaraciones de Guevara es pertinente en su crudeza conceptual. La segunda es una soberana vacilada. ¿Quiere decir que algunas disciplinas deportivas estaban esperando a los mexicanos para echarse en sus brazos nada más porque en otras ocasiones las han conquistado? Qué manera tan mecánica de entender el deporte olímpico.

Por su lado, María José Alcalá, presidenta del Comité Olímpico Mexicano, habló antes de que las competencias empezaran a tomar forma. Y dijo algo así como que había ilusiones y expectativas de lograr estar en el podio. Ojo: dijo ilusiones y expectativas. Ninguna de estas dos palabras tiene algo que ver con algo seguro o concreto. Significan algo así como una especie de volado al aire, si bien va. Sobre el oro dijo que era una medalla complicada y que no es fácil ganarla. Pero los mexicanos –aseguró- van a ir construyendo sus competencias. “Ojalá se nos cumplan las expectativas”. Así habló en la víspera la presidenta del Comité Olímpico Mexicano.

Debe reconocerse que María José Alcalá no se aceleró construyendo castillos olímpicos en el aire. Pero tampoco dijo nada en concreto poco antes de que abriera la olimpíada en la llamada Ciudad Luz. Aunque los mexicanos no tuvieron mucha luz deportiva en esa histórica ciudad. Apenas (la palabra es procedente) se lograron cinco medallas: tres de plata y dos de bronce. Vale la reiteración: ninguna de oro. Tenía razón María José Alcalá cuando dijo que el oro era una medalla complicada. Y vaya que lo resultó para el conglomerado mexicano. Ninguna medalla de oro.

Ni modo, diría el que dijo. Ya ni llorar es bueno. A veces dan ganas de pensar que al deporte de este país se le niega tradicionalmente la posibilidad de lucir en eventos de talla olímpica. Algo que, sin embargo, no debe ser fácil por lo demás y más cuando los hechos al respecto casi siempre tienen únicamente el aval de las palabras. Dicen que triunfar en el deporte es como triunfar en la vida, porque en tanto en uno como en otra se necesita preparación y disciplina, pero en serio y no únicamente como proclama.

El caso es que la Olimpíada de París ya forma parte de la historia. Habrá que preguntar si las autoridades deportivas de este país entendieron lo que deben entender prácticamente hablando de un evento de tal magnitud. Pero eso ocurrirá por allá en el Día del Juicio Final, es decir, cuando haya menos “grilla” o politiquería en un ambiente como el descrito. ¿Soñar no cuesta nada…?

armentabalderramagerardo@gmail.com


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