Desde su creación, la Conagua nació contaminada, y desde entonces se convirtió en nido de estos “expertos” encargados de mal administrar lo disponible
Parecería que estamos en una época en la que, para tratar asuntos estratégicos relacionados con la gestión de recursos naturales para el desarrollo y crecimiento de los pueblos, tendríamos que poner en un cuarto por separado a los llamados “expertos”. Y es que buena parte del mundo de la academia está secuestrado por la agenda de elites financieras (oligárquicas), que por décadas se han empeñado en hacer valer aquella vieja tesis fraudulenta que irrumpió a principios de los años setenta: los límites del crecimiento y la finitud de los recursos. En pocos frentes cobra una mayor intensidad este axioma, como en el manejo, administración y gestión del agua.
Ahora que el ciclo de sequía vuelve a golpear al norte de México, y se empalma con los efectos de la crisis agrícola resultado del bandazo por la caída de los precios internacionales de trigo, maíz y sorgo, vuelven a salir los “expertos” con las peores recomendaciones que resultan ser los proverbiales remedios que empeoran la enfermedad. La mayoría se pliegan a la idea de que hay que adherirse a lo que la naturaleza disponga en materia de oferta de recursos y usar lo disponible bajo la métrica de la rentabilidad monetaria sin medir las consecuencias económicas y sociales de tales criterios.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua), desde su creación en 1989, como dirección que se descentralizó de la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), nació contaminada con estos criterios rentistas en el manejo del agua y desde entonces se convirtió en nido de estos “expertos” encargados de mal administrar lo disponible bajo la convicción dogmática de no gestionar una gota más de agua para cubrir los requerimientos del desarrollo económico y la producción de alimentos.
A la sombra la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la Conagua ha operado como enclave de intereses financieros internacionales que con ropaje ecologista se han dado a la tarea de suprimir y negarle recursos a los proyectos de infraestructura que pudieran fortalecer las capacidades nacionales de crecimiento económico y producción de alimentos, para solo fomentar y respaldar aquellos que les permitan control sobre recursos naturales y negocios especulativos que debilitan a la economía nacional.
La Conagua, por medio de la Semarnat, desde el gobierno de Vicente Fox, selló acuerdos con el World Wildlife Fund (WWF), una fachada ecologista del imperio británico, abocadada a estimular la aversión ideológica en contra de los grandes proyectos de gestión de agua que México concibió desde mediados de los años sesenta, para resolver la caprichosa yuxtaposición de la disponibilidad del recurso, que nos provoca grandes y constantes inundaciones en el sureste del país, con sequías frecuentes y prolongadas en el norte.
Las maldades se envuelven en títulos candorosos, y a nivel global el WWF, tituló toda esta política como “la nueva cultura del agua”. Los funcionarios y la burocracia de Semarnat y Conagua, explican muy bien el contenido de esa “nueva cultura”, cuando dicen que los viejos parámetros que estimaron el agua como un insumo para la producción de bienes útiles para el consumo de la población, especialmente los alimentos, deben ser sustituidos por esquemas “más eficientes”, donde el uso del agua se mida por su resultado en dinero.
Y la Conagua lo hace explícito, cuando sus funcionarios, adoctrinados en esta “nueva cultura”, dicen que “reditúa más dinero un metro cúbico de agua en la alberca de un hotel, que aquel utilizado en el riego de una planta de maíz o trigo”. Respaldados en tales aberraciones, una vez que ideologizan como fatalidad el supuesto de los límites de los recursos y niegan la viabilidad de gestionar mayores volúmenes del vital líquido, alimentan las rivalidades sobre los destinos de la escasa agua disponible, poniendo como blanco el ataque al uso indispensable de este insumo en la agricultura y la producción de alimentos.
Una trama puesta al servicio de los intereses financieros privados, que con dimensiones corporativas controlan la mayor parte del mercado mundial de alimentos, y tienen el interés explícito de inducir la dependencia alimentaria para el control de los mercados de los países que dan en llamar periféricos, antes denominados subdesarrollados. Alegaron el retiro del agua a la agricultura, instrumentando tramposamente la priorización del consumo humano, y ahora tenemos deficiencia de disponibilidad de agua en las ciudades y en la agricultura.
Aunque la afectación de esta ideología monetarista cubre a toda una generación y fabrica a “sus expertos”, el impulso del México posrevolucionario, que consolidó a una generación de ingenieros con sentido nacionalista, –quienes comprendieron que la vertebración de la nación se da en torno a los grandes proyectos de infraestructura asociados a la gestión de agua y energía– hace posible que todavía existan personalidades con la fuerza moral e intelectual para resistir frente a esas formulaciones neocolonialistas que le obstaculizan el desarrollo y la industrialización al país. Uno de ellos es el Ingeniero Manuel Frías Alcaraz.
El ingeniero Frías, en los inicios de su vida profesional, fue colaborador cercano del prestigiado Ing. José Hernández Terán, quien desde finales de los años cincuenta y principios de los sesenta estuvo a cargo de distintas comisiones de la entonces Secretaria de Recursos Hidráulicos, con la misión de darle forma a los proyectos de infraestructura de gestión de agua y también como asesor de la Comisión Federal de Electricidad para vincular tales proyectos a la generación de energía. El vínculo del joven Frías con estas tareas y estudios, le troqueló una esmerada inclinación y estudio por las obras de gestión de agua y energía para el país, sin dejar de mencionar que ha elaborado proyectos en este mismo sentido para diferentes naciones y regiones del mundo.
Acaso este influjo histórico sobre la personalidad de Frías, lo ha refractado de las tendencias fatalistas que dominan a buena parte de la burocracia de Conagua y a gran porción del mundo académico. Frías conoce la geografía y la hidrografía nacional y del mundo como la palma de su mano. Tiene una memoria prodigiosa y guarda en su mente el nombre de los ríos, sus escurrimientos anuales, los aprovechamientos existentes y potenciales sobre cada uno de sus cuencas, sin descuidar el cumplimiento necesario de los caudales ecológicos para darle sustentabilidad y vigor a los ciclos hidrológicos. Su identidad como ingeniero y el estudio original de los proyectos para aportarle ingentes volúmenes de agua a los requerimientos de México, hacen de Frías una personalidad optimista, no obstante, su permanente queja sobre la mediocridad de la clase política de la mayoría de los gobernantes.
Son muchos los proyectos que técnicamente tiene conceptuados Frías, pero por los apremios que la misma sequía plantea vamos a destacar dos. Durante el fuerte ciclo de sequía que golpeó al sur del estado de Sonora en el 2003, el ingeniero Frías se dio a la tarea de reconceptualizar el Plan Hidráulico del Noroeste (Plhino), al cual denominó Plhino Siglo XXI. Ese rediseño de ingeniería, contempla realizar las transferencias de los importantes volúmenes desaprovechados que los ríos Lerma y San Pedro, junto a otros, aún continúan retornando al mar, hacia el sistema de presas existentes y por construir sobre la parte sur del estado de Sinaloa, trasvasando tales excedentes, por la parte media alta de la Sierra Madre Occidental, hacia el norte del mismo estado de Sinaloa y el sur de Sonora. Con el potencial de ampliar la frontera agrícola en los estados de Nayarit, Sinaloa y el sur de Sonora, en cerca de un millón de hectáreas nuevas.
El otro proyecto que destaca es el Sistema TzenValle-Monterrey-Golfo Norte, que atiende a los apremios y estragos provocados por la sequía en esa región, donde se ha puesto en riesgo hasta el consumo humano de la ciudad de Monterrey. La concepción más amplia del proyecto tiene un alcance interestatal y visibiliza una solución a fondo al suministro de agua en los estados de Querétaro, San Luis Potosí, Veracruz norte, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila. El eje del proyecto plantea fortalecer el noreste de México con la construcción de las obras pertinentes para transferir 200 metros cúbicos por segundo (6 mil seiscientos millones de metros cúbicos anuales) desde la Cuenca del Río Pánuco que resuelva los abastos de agua de la zona metropolitana de Monterrey, Ciudad Victoria Tamaulipas y Saltillo Coahuila, haciendo factible la incorporación al riego agrícola de medio millón de hectáreas nuevas. Los aprovechamientos estimados, solo contemplan una tercera parte de los escurrimientos del Río Pánuco que actualmente regresan al Golfo de México.
Cuando se padece a una clase política subdesarrollada y a gobernantes mediocres, que miden los reclamos de inversión en infraestructura como gasto y no como potencialidades presentes y futuras, se requiere que la población haga de estos proyectos demandas sociales para que las valiosas ideas y aportes de personalidades como las del ingeniero Frías le otorguen a México la plataforma del futuro promisorio que se merece.
Ciudad Obregón, Sonora 5 de octubre de 2023.