También López Beltrán
Por: Gerardo Armenta
Un partido como Morena (en pleno ejercicio hoy del poder casi total) renovó sus mandos el domingo anterior. El evento respectivo empezó a generar expectativas al por mayor desde mucho antes de la víspera. Con razonable anticipación se supo que Luisa María Alcalde Luján se encargaría del mando morenista, como ciertamente ocurrió. También se dio por cierto que Andrés Manuel López Beltrán (hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador) figuraría igualmente en una de las áreas de mando en la estructura partidista.
Sucedió todo tal y como se comentó en la víspera. Luisa María Alcalde Luján fue electa por unanimidad como nueva presidenta de Morena. Recibió más de 3 mil votos de otros tantos morenistas que participaron en el evento respectivo (un congreso partidista). En su mensaje, dijo que trabajará en dos documentos nuevos para su partido. Uno será sobre “100 postulados de un morenista” y otro un “decálogo para gobiernos estatales y municipales”. Dijo que el propósito de estos textos es fortalecer los principios del movimiento.
Alcalde Luján viene de ocupar la titularidad de dos importantes dependencias en el gobierno de López Obrador: las Secretarías del Trabajo y Gobernación. Todo apunta entonces a que es una mujer con buen entendimiento de la política. Cabe advertir también que arriba al mando morenista en una coyuntura en la que López Obrador ya no estará en la Presidencia del país, circunstancia que acaso podrían resentir de una u otra manera en el partido gobernante.
Allí está ya, precisamente en Morena, Andrés Manuel López Beltrán, uno de los hijos del mandatario. “Andy” (como le dicen sus allegados) se encargará de la Secretaría de Organización de ese partido, un cargo que desde la víspera se vaticinó que ocuparía, en caso de no arribar a la secretaría general. De todas maneras, el pronóstico resultó acertado. Pero lo cierto es que la expectación no era tanto por el cargo partidista que asumiría, sino por el hecho mismo de su inclusión en la estructura de mando morenista.
La verdad es que han sido y son muchos los comentarios que ha propiciado la inclusión de López Beltrán en el nuevo equipo de Morena. Algunos (por no decir que la mayoría) se pasan un tanto de la raya, al atribuir a este hecho implicaciones que se antojan más fruto de la suposición desbordada que propios de una realidad personal segura y exacta al paso de un tiempo más o menos largo. Señalar, por ejemplo, que el hijo de López Obrador llega a Morena para mantenerlo informado de lo que ocurra políticamente cuando el hoy mandatario esté en su retiro, se antoja francamente una soberana ociosidad. Y así han tomado curso muchas otras interpretaciones por el estilo, como la que igualmente da por cierto que el vástago de AMLO ha iniciado su propia carrera con la mira puesta en la próxima (2030) sucesión presidencial.
Es claro que, a la hora de la hora, todo cabe dentro de lo posible, en tanto que, como se sabe, en un campo como el propio de la política no hay nada escrito, lo cual abre la puerta para todas las circunstancias que se quieran imaginar. El problema es quizá cuando, por efecto de la misma imaginación, se busca forzar o dar por hecho acontecimientos que a lo mejor todavía ni siquiera han empezado a perfilarse del todo. Todo esto equivale un poco o un mucho al ánimo de arar en el aire, lo que en ocasiones no deja de ser un ejercicio estimulante, en la medida que sirve para vigorizar la conversación o agudizar la capacidad de análisis de que se disponga.
En la Secretaría de Organización de Morena, Obrador Beltrán tendrá mucho que hacer como responsable de esta área. Sorprende tomar nota de las tareas partidistas que cubre esta área. Eso quiere decir que su titular no sólo tendrá que ver asuntos de franco corte político, aunque suele entenderse que en un partido todo lo que se haga o deje de hacerse tiene relación inequívoca con la política. Este es un principio generalizadamente aceptado.
El cambio de poderes presidenciales en México está a la vuelta de la esquina. En un contexto así un partido como Morena está listo para lo que viene. Su coyuntura se advierte inmejorable. López Obrador, el presidente que deja de serlo, es de los suyos. La presidenta que llega también. No sólo eso. Claudia Sheinbaum asistió al cambio de mando en Morena, donde incluso pidió licencia como militante de su partido. Dijo que éste y el Gobierno deben mantenerse separados. He aquí una buena decisión. Asumir la decisión contraria generaría más perjuicios que beneficios para el país. Y no es el caso. No debe serlo.