La Ley Seca es una prevención que bien se hace en sacar a relucir en una coyuntura de votación ciudadana de carácter político
Por: Gerardo Armenta
Dirán muchos que en la vida no siempre es posible sujetarse al rigor de dos clásicas alternativas existenciales: una buena y otra mala. Y quizá tendrán razón porque en ocasiones sólo termina por imponerse una de esas posibilidades, a menudo la menos deseable.
Para muchos, tal podría ser el caso del anuncio (formulado con anticipación) que notifica la vigencia de la nunca bien ponderada Ley Seca en el marco del proceso electoral vigente. Los datos siguientes confirman la que sin duda ya debió ser calificada como una mala nueva por algunos atentos observadores de la dinámica social en su conjunto. He aquí los pormenores del caso:
A partir de las cero horas del sábado primero de junio y hasta las 24 horas del domingo 2, se aplicará en Sonora la Ley Seca. Este ordenamiento prohíbe vender bebidas embriagantes (espirituosas, las llamaban antaño), en virtud de la realización del proceso electoral correspondiente a este año. Como queda de manifiesto, las cosas al respecto no pueden estar más claras.
Y hablando un poco más en serio, tampoco estará de más decir que la aludida es una disposición oficial ciertamente tradicional en el marco de un contexto en el que la ciudadanía acudirá a votar, la cual se cumple en la víspera y el día de las elecciones mismas. Se trata, en realidad, de una disposición pertinente o sensata, por más que es común que suela objetarse su necesidad práctica.
La verdad es que, normalmente hablando, a nadie y sus amigotes se les ocurriría presentarse a votar en estado beodo, cuando resultaría notorio que andan “hasta las chanclas” de servidos. La misma prevención o exigencia debería abarcar a quienes sólo alardean el mínimo aliento alcohólico propio de quienes presumen que sólo han ingerido “unos cuantos farolazos”. Aunque también habría que averiguar de qué clase de “farolazos” se está hablando.
A la hora de la hora en un proceso de votación puede ocurrir todo lo descrito en los renglones inmediatamente anteriores, pero lo deseable, por supuesto, es que todo marche en sentido contrario, como regularmente sucede de manera rutinaria. La Ley Seca es una prevención que bien se hace en sacar a relucir en una coyuntura de votación ciudadana de carácter político, etapa que es preciso mantener a salvo de contingencias indeseables. Quizá nunca ha debido ser fácil del todo lograr un objetivo de esta naturaleza, y menos en tiempos como los de hoy, singularizados por características sociales indeseables. Pero, de todas maneras, ¡salud y que sirvan las otras antes de que llegue la Ley Seca!
Mientras tanto, en un contexto de plática muy distinto, cabe recordar que en este espacio se han comentado necesidades o problemas que enfrentan importantes grupos étnicos sonorenses. Se ha hecho así porque se trata de una obligación elemental ocuparse de esos hechos. Esta vez procede atender algunos agobios por los que está pasando la etnia guarijío.
Por ejemplo, en ese conglomerado están exigiendo el cumplimiento de los acuerdos pactados por la construcción de la Presa Los Pilares. La idea es obtener resultados (se pensaría que más allá de la demagogia) antes d que concluya en septiembre la actual administración federal. Tendrán que apurarse porque el tiempo avanza a pasos agigantados, como bien se sabe, y más cuando de una parte hay compromisos que a menudo no quieren cumplirse.
Por lo visto, los pendientes oficiales con los guarijíos de ninguna manera son menores. Están, por ejemplo, los que tienen que ver con las cooperativas pesqueras, el llamado tianguis turístico y los propios de los servicios de salud. Estos sentidos temas, junto con otros más, están incluidos en el llamado Plan de Justicia.
Héctor Zayla Enríquez, vocero de los siete gobernadores de la etnia de los guarijíos, reconoció que, aunque tienen avances en vivienda y otros renglones, en realidad son más los rezagos y problemas que las soluciones. Con esta expresión, como se advierte, pudiera quedar dicho todo. El problema es que el tiempo se está agotando.
El gobierno actual se encuentra en sus últimos meses. Tal evidencia no deja de preocupar a los guarijíos por la incertidumbre con que ven el futuro inmediato. La etnia pasa por un terrible proceso de emigración. Se calcula que su población es de tres mil habitantes. La gravedad de esta situación estriba en que la mitad de ese número de guarijíos se marcha en estas fechas a la búsqueda de trabajo. Esta es una realidad que sigue creciendo ante la falta de ocupación, según dijo el vocero de la etnia. A ver hasta cuándo…