El paso libre carretero
Por: Gerardo Armenta
Por lo visto, poco deberá faltar –dicho tanto en serio como en broma- para que soliciten hasta el acta de defunción como parte de la interminable tramitología que es necesario cubrir para obtener el pase libre por las casetas de cobro. Se habla, por supuesto, de las que existen en la Carretera de Cuatro Carriles.
Ni más ni menos. Por supuesto que la anterior es una figuración que se planteó como una forma dramática de explicar las complicaciones o “trámites” que es obligatorio cubrir para obtener el “chip” vehicular que garantiza el libre tránsito carretero.
Por lo visto y sabido, disponer de ese dichoso “chip” se ha vuelto prácticamente imposible de un tiempo a la fecha. Y es que las exigencias burocráticas o los pasos que tienen que ver con la obtención de tal accesorio, se han vuelto prácticamente imposibles de cubrir por lo complicado y caros que resultan a la hora de la hora.
De este modo, le exigen al solicitante que esté libre de adeudos fiscales, debiendo mostrar una carta notariada que cuesta entre 500 y 600 pesos. Datos como los anteriores los proporcionó el presidente del Club de Usuarios y Consumidores de Cajeme, Humberto Campos Hernández. Todo esto “nos cuesta las perlas de la virgen”, indicó.
Y añadió: “Primero nos piden que no tengamos ningún adeudo ante la Agencia Fiscal y que presentemos una licencia vigente. De ahí tenemos que ir a Repuve (Registro Público Vehicular) a través de una cita, lo que es un tiempo perdido”. Campos Hernández también expuso: “Pero el trámite no termina ahí. Después, los solicitantes deben acudir a las oficinas de Caminos y Puentes Federales (Capufe), las cuales no destacan por ser inclusivas”.
Campos Hernández dijo que tales oficinas están en un segundo piso con escaleras de caracol, por lo que, añadió, “las personas minusválidas no pueden subir para hacer la gestión y firmar allá arriba, donde ponen el holograma”. Planteó que, de resultar exitosa la “tramitología” descrita, los conductores podrán transitar gratuitamente sólo por las casetas ubicadas en Esperanza y Fundición.
Como es sabido por el grueso de la opinión pública, el asunto que se comenta puede ser ya tan añejo como el tiempo mismo, dicho sea, con plena exageración. Pero la expresión es válida y aceptable porque notifica que el cobro sigue siendo un problema en la Cuatro Carriles. Y cabe dar por cierto que seguirá siéndolo por toda la eternidad, porque se trata precisamente de una carretera de peaje, concebida precisamente para cobrar por su uso.
El problema pueden ser sus tarifas, como evidentemente lo son, que suben cuando menos se espera una medida de esa naturaleza, tal y como acaba de ocurrir recientemente. No sólo irritan a la opinión pública los aumentos en el costo del peaje carretero. También le molesta la forma en que se producen sin generar siquiera una notificación en la víspera.
Empero, tal ha sido la “costumbre”. En casos como lo que se comentan nunca de dan mayores explicaciones, sin advertir que esta es una actitud que irrita sobremanera a los sectores sociales, tal como si éstos fueran meros espectadores, que terminan siéndolo a la hora de la hora.
Aunque no puede negarse que todavía se mantiene el estupor o la indignación por el nuevo aumento autorizado recientemente en el peaje carretero. Es propio reconocer que en una región como la del sur del estado, la vecindad probada de los ciudadanos los exime del pago en por lo menos en las dos casetas existentes en el municipio de Navojoa, que es otra de las grandes barbaridades históricas que trajo consigo la Cuatro Carriles.
El caso es que, a pesar del tiempo transcurrido desde que fueron instaladas, las casetas de la carretera siguen siendo foco de tensión social y económica. Todavía es posible saber de su toma pacífica por parte de ciudadanos inconformes con su existencia. Hoy mismo sería posible documentar problemas serios al respecto, tal y como ocurrió en el principio de todo.
Pero de alguna manera la exención del pago carretero a vecinos de los lugares donde están instaladas, ha sido útil para mitigar de alguna manera la inconformidad que produjo su establecimiento. Debe reconocerse que hoy mismo es palpable que esa misma inconformidad se ha generado en otros puntos de la entidad como Ciudad Obregón.
La que se comenta parecería una historia de nunca acabar. Y eso resulta muy lamentable…
armentabalderramagerardo@gmail.com