A estas alturas, hacer un llamado a la declinación de Álvarez Máynez, además de lucir como un acto de desesperación, es un sinsentido de la oposición
A unos días de acabar con una de las campañas presidenciales más largas de la historia reciente, el tema del momento es, sin duda, la ilusión que genera en una parte del electorado la probable declinación de uno de los tres candidatos presidenciales. Sin embargo, a continuación, explicaremos por qué este supuesto no es del todo correcto.
Comencemos por entender qué es una declinación. En nuestro país, la figura de las declinaciones no está prevista en la ley electoral, entendida esta como la baja en la contienda de un candidato en favor de otro, con la finalidad de sumar sus simpatías en la búsqueda de obtener mayor cantidad de votos; por lo cual, al no estar prevista en la ley, la declinación de un candidato una vez impresas las boletas, no tiene mayores efectos.
Debido a lo anterior, la recurrente solicitud del polémico candidato al Senado y expresidente municipal de Monterrey, Luis Donaldo Colosio, en la que exhorta una vez más a los candidatos opositores a “ponerse de acuerdo” por el bien del país, argumentando con tibieza que, quien vaya en tercer lugar en las encuestas (Álvarez Máynez) debería de declinar en favor del segundo para así, según sus cuentas, ganar la elección presidencial el próximo 2 de junio e impedir la continuidad de Morena en el poder.
Empero, la historia nos dice que su hipótesis no es del todo correcta, ya que, si bien es cierto la unificación de los partidos de oposición hubiese sido de gran ayuda para una candidatura alterna a la Presidencia de la República, dicha unión debió haber ocurrido hace por lo menos un año, para que así, tanto las estructuras locales como su proyecto de nación pudieran fundirse en un mismo movimiento, lo cual, a pocos días de la elección luce prácticamente imposible, sobre todo, después de ver los encontronazos que ha tenido el partido naranja con la fracción priista del frente. Ejemplos de lo anterior los encontramos en los comicios de 2021, cuando, en las elecciones a gobernador, ocurrieron un total de ocho declinaciones en favor de otros candidatos, en los que, en cinco casos las declinaciones fueron en favor de aspirante que se encontraban en calidad de favoritos en la contienda y lograron el triunfo, caso contrario a los tres casos restantes de Sonora, Tlaxcala y Guerrero, donde las declinaciones fueron en favor de los candidatos del PAN, PRI y PRD que se encontraban en segundo lugar y no lograron remontar la ventaja con sus respectivas adhesiones.
A estas alturas del partido, hacer un llamado a la declinación de Álvarez Máynez, además de lucir como un acto de desesperación, es un sinsentido de la oposición, ya que, la historia y la normatividad electoral nos dice que esto, prácticamente, no tendría efecto en los resultados de las elecciones, toda vez que, la ventaja del primero al segundo lugar es mayor que el porcentaje de simpatías del tercer lugar, por lo cual el llamado al voto útil y a una estrategia de movilización de sus bases parece ser una estrategia más sensata para la candidata opositora. A pesar de ello, no se puede descartar que una posible declinación sí tendría efectos en la contienda por la CDMX, donde la ventaja de la aspirante morenista no es tan holgada, así como también en las elecciones al Congreso de la Unión, donde la oposición podría tomar ventaja en entidades y distritos en competencia.
La ilusión de una declinación nos hace replantear en nuestro sistema político la necesidad de implementar en un futuro las segundas vueltas electorales o mejor conocidas como “ballotage”, las cuales, en países como Uruguay, Argentina, Brasil, Francia, entre otros, han representado la oportunidad para tener representantes con mayor legitimidad y así evitar conflictos postelectorales.