In Cuadragésima ancora animae

No sólo el adviento es un tiempo de espera y esperanza

Por: Saúl Portillo Aranguré

“En Cuaresma, el ancla del alma”, eso significan las palabras en latín que titula el presente artículo, pues a punto de iniciar la Cuaresma y haciendo alusión al mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2025, nos invita a caminar juntos en la esperanza y descubrir el ancla de nuestra alma, citando a la biblia:

“Esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme…”  Hebreos 6,19.

No sólo el adviento es un tiempo de espera y esperanza, tanto de la segunda venida en la primera parte del adviento, como en rememorar la primera venida en la segunda parte de ese tiempo litúrgico; que en esta ocasión celebraremos dentro del contexto del jubileo de la encarnación, desde hace 2025 años.

También la Cuaresma es un tiempo de espera activa, camino rumbo a la pascua, Semana Santa como le decimos hoy, año con año. Es un camino, dice el Papa en su mensaje de Cuaresma, que es un peregrinar juntos como iglesia, caminar es movimiento, no es una espera pasiva, inactiva, sino un avanzar, como lo narra el libro del Éxodo, donde Moisés durante 40 años, vivieron como peregrinos del desierto rumbo a la tierra prometida, sin perder la fe en la palabra y promesa de Dios que les dio, sin desesperarse, sin siquiera saber cuánto tiempo les llevaría este caminar, sólo obedecer el mandato de Dios en mirar al cielo y seguir las señales de cuándo avanzar y cuándo detenerse, estas señales eran para los israelitas, de día una nube y de noche una lumbrera (cfr. Éxodo 13,21; Números 9,16-23).

EL ANCLA DE LA ESPERANZA

Mientras los barcos requieren un ancla para asegurar su posición enviada al fondo del mar, de esa manera soportar las inclemencias del clima como tormentas evitando se vaya a la deriva, también nosotros requerimos un ancla; sólo que nuestra ancla, va al cielo donde la solidez y la firmeza que dice la carta a los Hebreos, nos mantiene en una tensión que nos da seguridad, la mirada al cielo, la esperanza firme conectados a donde pertenecemos, con los pies bien firmes en la tierra, sabiendo que no somos de esta vida pasajera, de la que somos peregrinos, "Pero como no pertenecen al mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, por eso el mundo los odia" (Juan 15,19), "Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Juan 17,16). Por eso hay que sabernos ciudadanos del cielo, temporalmente pasando en esta vida a la que estamos llamados a amar a nuestros hermanos, promoviendo la civilización del amor y cuidando la casa paterna de la bella naturaleza que canta la gloria de Dios.

CUARESMA TIEMPO DE PURIFICACIÓN

La Cuaresma inicia con el grito profético de Joel, diciéndonos todavía es tiempo, convirtámonos de todo corazón. Son cuarenta días hasta llegar a la Semana Santa, semana de la pascua judía, asumida por Jesucristo, que le da el sentido definitivo.

La Cuaresma empieza con el Miércoles de Ceniza, que al “tomar” ceniza, sea en la frente o en la coronilla de la cabeza, la ceniza utilizada en este ritual proviene de las palmas bendecidas durante el Domingo de Ramos del año anterior. Estas palmas se queman y las cenizas se mezclan con agua bendita o aceite de oliva, formando una pasta que se utiliza para hacer la señal de la cruz en la frente de los fieles.

La imposición de ceniza tiene varios significados simbólicos:

1)Arrepentimiento: Las cenizas son un recordatorio de la mortalidad y la fugacidad de la vida. La frase tradicional al imponer la ceniza es “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” (Génesis 3,19), subrayando la humildad y el arrepentimiento.

2) Renovación espiritual: Marca el comienzo de un periodo de reflexión, oración y penitencia para prepararse para la celebración de la Resurrección de Jesucristo en la Pascua.

3) Identificación con la Pasión de Cristo: Al recibir las cenizas en la frente en forma de cruz, los fieles simbolizan su deseo de seguir a Cristo y participar en su sacrificio redentor.

¿DE QUÉ TENEMOS QUE CONVERTIRNOS?

Del pecado (errores sistemáticos que ofenden a Dios, al prójimo y a mí mismo), de los resentimientos (contra los agresores que generan amargura en quien odia, aun siendo inocente no merecemos vivir odiando, deseando la venganza que no es búsqueda de justicia que le corresponde sólo a Dios) y de las obras de satanás (terrenos de ocultismo, buscando el bien al margen de Dios).

Importante es identificar la raíz de nuestros males personales, que pueden o no coincidir con nuestro prójimo, cada quien está invitado a recorrer su caminar a lo más íntimo de nuestro corazón, descubrir nuestras heridas, nuestras miserias y pedirle al Señor que nos purifique, que nos de pureza del corazón.

¿Pureza del corazón?, nuestro corazón requiere purificar las intenciones, romper con nuestros egoísmos, renunciar a la soberbia del reconocimiento desmedido, de la cultura de la adulación que no reafirma al ser humano, sino lo daña con vanidades, cosificándolo y que sólo incrementa la sociedad agresiva del impero del yo, que se impone al bienestar social.

¿Qué medios me sugiere la iglesia? En Cuaresma desde los textos bíblicos nos hablan del camino de la oración, el ayuno y la limosna, que es una manera de permitir que la gracia de Dios nos ayude a levantarnos de la situación de pecado y liberarnos de la esclavitud cualquiera que sea.

¿HACIA DONDE HAY QUE CONVERTIRNOS?

Mucho, pero mucho más importante de que tenemos que convertirnos, es hacia donde tenemos que convertirnos, como la escolta escolar que, al dar un giro de noventa grados, el capitán ordena “Conversión a la derecha… ¡YA!”. Es un girar de donde estemos hacia Jesús, ir a él, y tener muy claro que no hay que dejar de pecar para ir a Jesús, sino yendo a Jesús es como se dejará de pecar, cuando me acerco a él, me alejo de todo aquello que es lo contrario a Dios y sus valores fundamentales.

La fuerza del cambio, no está en nuestro querer, en nuestra decisión sino en una experiencia transformante, que sea una conmoción que va más allá del razonamiento intelectual o de argumentos suficientes para verificar la existencia de Dios, sino de un verdadero encuentro personal con Jesús, que es una experiencia de vida, de amor. Estamos ante la posibilidad de “conocer” a un Dios vivo y resucitado, que no se quedó en la cruz del calvario, ni en el sepulcro prestado, que hoy es conocido como la tumba vacía, el único lugar donde no está Jesús.

Si lo buscas, lo encontrarás, si lo perdiste en el camino de la vida, te espera como el padre misericordioso espera a diario al hijo pródigo, con los brazos abiertos, sin reclamos, búscalo y lo encontrarás, toca a su puerta y te abrirá.

LA EXPERIENCIA DEL AMOR DE DIOS

Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe Salvi, el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8,38-39).

Jesús, nuestro amor, nuestra esperanza, ha resucitado, vive y reina glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

Caminar a la Pascua, es subir en la vida espiritual. En la Biblia, la Pascua es una celebración que conmemora la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto. La palabra Pascua viene del hebreo pesaj, que significa "pasar por alto" o "encima". Pasemos por alto o por encima del pecado, del odio o resentimientos, con la mirada fija en Jesús, dejando atrás lo que no sirve para una vida digna.

Oremos:

“Señor Jesús, concédeme la gracia de la humildad de iniciar esta Cuaresma con la ceniza en mi frente, que me recuerde que polvo soy y en polvo me convertiré, que no puedo sentirme superior a los demás, que soy temporal en esta vida, que mi finita existencia no puedo anclarla en lo pasajero, sino en lo eterno y es en el cielo; no permitas que las urgencias de los días, ignore lo importante de la vida, ayúdame con el Espíritu Santo a ver más allá de lo que nuestros sentidos captan, para reconocerte a ti, en el prójimo, en lo sencillo, en la naturaleza. Ayúdame a soltar, a no aferrarme a nada, ni a nadie, a amar en libertad, a amar con entrega y compromiso; libera toda atadura que no me deje ver el milagro al mover los obstáculos que tengo, tal como sucedió con la resurrección de Lázaro, pues le dijiste a Marta la hermana del muerto, ¿no te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Señor tu sabes que creo, pero aumenta mi fe… Amén”.

saulportillo@hotmail.com


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