El feminismo, si bien presente, tomó un impulso explosivo con la llegada de las redes sociales apoyado por movimientos internacionales como el Me Too
Desde hace años el movimiento feminista ha tomado un gran impulso dentro de la sociedad, por lo menos, en lo referente a su visibilización a las masas. Esto ha desencadenado reacciones que van desde su aceptación, hacia su total rechazo. Para muchos, pareciera que el movimiento ha aparecido de la nada, incluso tachándolo de una moda surgida del impulso de las redes sociales. Sin embargo, para las involucradas en el feminismo y los estudiosos de este, sabemos que este siempre ha estado presente. Pero ¿cuál es la diferencia en la actualidad? Sin duda, las redes sociales; estas plataformas han jugado un gran papel en su impulso a sectores de la sociedad que, hasta hace poco, eran más bien ajenos a este.
Aunque, desde mi percepción, las redes sociales han sido (y son) el efecto y no la causa de esta masificación. ¿A qué me refiero con lo anterior? A lo que, conceptualmente, en las ciencias sociales, se le conoce como “capacidad de agencia”. Y no, no se trata de disminuir la importancia o el impacto del movimiento en la actualidad, sino en ofrecer un pequeño ejemplo de lo que las mujeres, a lo largo del tiempo, han tenido que hacer para abrir el camino hacia la emancipación y la liberación. Esto se resume en una frase: “crear y tomar oportunidades”.
La capacidad de agencia, en palabras simples, se refiere a la capacidad de acción de los miembros de los grupos humanos en relación con los contextos en los que se insertan (Belvedresi, 2018, pág. 6). Es decir, se refiere a las oportunidades que el entorno o la situación, ya sea política, social, cultural o económica, ofrece a miembros de una sociedad o agrupación para su accionar.
Y, es precisamente lo anterior lo que le da lógica a lo que muchos consideran un feminismo roto, fragmentado o contradictorio. Como se mencionó anteriormente, el feminismo, si bien presente, tomó un impulso explosivo con la llegada de las redes sociales y, posteriormente, apoyada por movimientos internacionales como el “me too”. Pero, desde entonces, las discusiones sobre lo que es el “verdadero feminismo” o las “verdaderas feministas” también han aumentado exponencialmente. Y ante esto, suele mencionarse por, regularmente sus detractores, como un movimiento fragmentado o cuyas posturas se contradicen entre sí, “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”.
Sin embargo, ¿es realmente así? Las feministas, como agente social, realizan sus acciones insertadas en una trama de otras acciones, frente a las cuales puede tomar la iniciativa (es decir, decidirse a actuar o no) (Belvedresi, 2018, pág. 7). Por consiguiente, el ambiente ya sea social, político, económico o cultural, va a delimitar, en un primer momento, el curso de acción y, posterior a este, se definen las siguientes movilizaciones. Como resultado, lo que, para unas puede considerarse un accionar normalizado o una consigna de “demandas básicas”, puede ser, en otra zona, algo fácilmente tildado de radical.
Esto se explica por la realidad social que les tocó vivir (Belvedresi, 2018, pág. 6), es esta la que provee los repertorios que les permitieron a las mujeres entender su posición dentro de la sociedad y, por consiguiente, las oportunidades que esta les podía brindar o negar. Es por ello por lo que, la disparidad entre los posicionamientos suele verse como una cuestión de ideas fragmentadas y no como el resultado de la situación específica de quienes están accionando.
Las mujeres podrán llevar cursos de acción que estén abiertos de manera diferencial según sean los recursos a los que puedan acceder (Belvedresi, 2018, pág. 8). Se habla de feminismo, porque este persigue un solo fin: la emancipación y liberación de las mujeres. Sin embargo, la realidad de cada una definirá los cursos de acción para lograrla y, este, puede tener marcadas diferencias incluso entre territorialidades similares. Hay que recordar que, la realidad de una no es la de otra y, por lo mismo, en lugar de juzgar la acción, es mejor preguntarse ¿Por qué? Y ¿Cómo? De esta forma, podremos entender mejor antes de considerar que un movimiento tan disruptivo como lo es el feminismo sea contradictorio. Y, en caso de llegar a ser cierto, esto también debe generarnos las mismas preguntas, ¿por qué? / ¿cómo? para poder comprenderlo.