Se está planeando llevar a cabo consultas en cada uno de esos pueblos para que elijan al gobernador
Por: Gerardo Armenta
A fines de septiembre anterior se llevó a cabo en Etchojoa una reunión de trabajo entre autoridades de la Etnia Mayo y funcionarios del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. Muy bien. Ni tanto. Porque a ese evento fueron invitados 22 gobernadores tradicionales. ¿De dónde salieron tantos? Tal podría ser una pregunta que venga al caso. Pero antes de responderla quizá mejor proceda señalar que en ese conglomerado indígena existen realmente 36 gobernadores tradicionales, según otras cuentas al respecto.
De ellos, obviamente, unos son los oficiales o verdaderos y otros ya no. Así de claro. La llamada Nación Yoreme está formada por Ocho Pueblos (con mayúsculas). Se está planeando llevar a cabo consultas en cada uno de esos pueblos para que elijan al gobernador que en principio los represente en las reuniones del Plan de Justicia Mayo. Por lo menos esto es lo que se ha anunciado. Falta por ver de qué manera toman forma esas intenciones. Tal puede ser el problema.
Y es que con tantos gobernadores indígenas de por medio no debe ser fácil que la Etnia Mayo se ponga de acuerdo en torno a las mejores formas de resolver su muy tupida problemática. Es claro, sin embargo, que ésta nunca podrán resolverla si antes, por supuesto, no despejan la terrible multiplicación de mandos que tienen entre reales y falsos. Pero hay un modo más propio o elegante para referirse a ellos. En la misma etnia los describen como “auténticos” y “duales”.
Más allá de esta situación, queda la evidencia de que en realidad una problemática como la de los Mayos va mucho más allá de los escollos que casi a diario salen a relucir y que tienen que enfrentar. No existe allí por lo visto una estructura de mando sólida y efectiva en cada uno de sus pueblos. Existe la formalidad (que es práctica) representada por los gobernadores, pero a los que, por lo visto, les hacen sombra representantes dotado de esa misma investidura sin que ésta sea necesariamente legal.
¿Cuál será el sentido práctico o benéfico de tolerar oficial o extraoficialmente una “estructura” de mando (real o fingida) como la descrita? Es posible que todo se deba a cosas políticas (como casi siempre) y al ánimo superior de no permitir que se agiten los ánimos en la etnia de los mayos. El problema, empero, es que muy a menudo, por no decir que siempre, esos particulares ánimos muy a menudo suelen mostrarse inquietas. En otras palabras, lo que se quiere decir es que con relativa frecuencia en tal entorno indígena hay problemas por razones divisionistas, lo que no deja de ser lamentable para la obtención de los mismos fines de la etnia.
Las autoridades gubernamentales en la materia no parecen tomar muy a pecho evidencias como las descritas. No en balde los problemas a que se alude parecen ser siempre los mismos al paso del tiempo. El llamado Plan de Justicia generó muchas expectativas por el tenor de sus benéficos enunciados. Hoy por lo visto se le objeta no tanto por los alcances ciertos de esos propósitos. Las objeciones están por el modo en que reconoce a los gobernadores indígenas “usurpadores” y de grupo que atienden intereses partidistas y personales, tal como se ha denunciado periodísticamente.
Al final, propios y extraños reconocen que el gran problema entre los mayos es el divisionismo que padecen, es decir, un modo de ser colectivo que dispersa ánimos y voluntades de unidad que nunca están de más en ningún conglomerado humano. No en balde, reconocidos gobernadores indígenas señalan que, en efecto, la pauta divisionista es un problema cierto, el que, sin duda, no puede ser objetado fácilmente por los alcances que hace notar. Por esta razón, dijeron que pedirán al gobierno de Claudia Sheinbaum que ponga orden en la etnia, porque “ya sobra de tanto gobernador que nombran, aunque nada más lo sigan unas cinco o diez personas”.
¿Se imagina usted? Esa democracia debe ser muy especial o benevolente ya que permite que con tan escaso apoyo (cinco o diez personas) alguien se ostente como gobernador de uno los pueblos de la Etnia Mayo. Pero más que democracia eso debe ser politiquería. Y como en el pecado suele llevarse la penitencia, más valdría, mientras sean peras o manzanas, que en este universo indígena e impere una mayor democracia sin que necesariamente le sobren “gobernadores” al por mayor. Podrían tener así una mejor perspectiva existencial.
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