Ni la izquierda ni la derecha nos han servido para verdaderamente progresar. Los resultados están más que a la vista...
Por: Jesús Huerta Suárez
Pero qué estupidez en pleno 2022 seguir con barreras mentales como decirse ser de izquierda o de derecha. Esto sería como discutir qué es más importante si el día o la noche, el blanco o el negro, o el hombre o la mujer, la flora o la fauna, olvidando que no existe uno sin el otro. Somos un todo.
Estas nociones de izquierda y de derecha conllevan implícitamente una oposición en política, sí la que tiene polarizado este país y el mundo entero, pero ambas partes no han demostrado servir del todo. Estos términos surgieron en Francia en ¡1789! Durante el inicio de la revolución francesa y poco a poco se fueron extendiendo a gran parte de los sistemas políticos del mundo, incluyendo a nuestro México qué herido, y ahí tenemos que es tema de todos los días entre el gobierno, sus fanáticos, sus opositores, “intelectuales”, académicos y millones de personas más que toman partido, mientras que la esperanza de un México mejor para todos se ve cada día más lejano.
Ni la izquierda ni la derecha nos han servido para verdaderamente progresar. Los resultados están más que a la vista, aunque los defensores de ambas creencias juren tener la razón.
¿Por qué si somos seres humanos pretendemos dirigir nuestra existencia mediante corrientes de pensamiento político de izquierda o de derecha? ¿No les parece por demás tonto? ¿Cuándo ha funcionado bien el mundo para todos? ¿Por qué tiene que ser blanco o negro? Somos una experiencia espiritual encarnada, por lo tanto no debemos tomar posturas radicales.
En términos generales, los valores de la derecha política son la autoridad, la identidad nacional, el orden, la seguridad, el militarismo, la tradición, la religión, el conservadurismo y la libertad económica. Mientras que la izquierda “lleva por bandera” el progreso (¿), la igualdad jurídica, el respeto a lo nacional e internacional, la solidaridad, la insubordinación, el secularismo como derecho de autodeterminación y la justicia social mediante una economía planificada. Claro, todos estos elementos suenan bien en teoría, pero nadie ha podido con la práctica.
Es absurdo pensar que una sola herramienta o creencia política nos permitirá avanzar hacia un nuevo mundo, de ser así no tendríamos dos piernas, una izquierda y una derecha; dos ojos, dos orejas, dos testículos, dos ovarios, dos fosas nasales, dos manos, dos pulmones, un cerebro en dos hemisferios, y, aunque un solo corazón, este está en el centro del individuo, lo mismo que la glándula pineal, la boca, el ombligo, la vagina y el pene, por eso es tan simple entender que el futuro verdadero de la humanidad está en el centro de nuestro universo y no en uno solo de nuestros lados.
Pensar solo en términos de izquierda o derecha es obtuso y a las pruebas me remito. El mundo del 2022 no es el mismo que el de 1789, de ahí que sigamos viviendo como cavernícolas.
Hay valores universales como el derecho a la educación de calidad, el trabajo, la libertad con responsabilidad, el mérito, la virtud, la justicia, el acceso a los servicios de salud y el respeto son lo único que nos pueden salvar de un mundo que se aferra a lo material que devasta la madre tierra y a las jerarquías que denigran al individuo, mediante sus intentos de política de derecha o la izquierda trasnochada en sus sueños de opio anarquistas disfrazados de igualitarismo. El futuro está en el centro, en la conciencia.