Los sistemas de gobierno son susceptibles a contraer enfermedades y padecimientos que los contagien, afectando así su correcto funcionamiento
Tal como lo hace el sistema biológico del ser humano, los sistemas de gobierno son susceptibles a contraer enfermedades y padecimientos que los contagien, afectando así su correcto funcionamiento y, dependiendo la enfermedad, llevándolos al ocaso de sus vidas.
Sin duda alguna, el sistema oficialista que prevalece actualmente en México encabezado por el partido en el poder, Morena, y dirigido por personeros del antiguo régimen neoliberal, ahora canonizados en la nueva etapa de su sistema, se encuentra viviendo quizás en la cúspide de su popularidad, la cual, si no logran comprender la magnitud de su responsabilidad podría comenzar su declive fugaz, directamente proporcional a su ascenso.
El sistema actual de Morena parece haber contraído la infalible y maligna enfermedad que por décadas a aquejado a gobiernos alrededor del mundo entero, mismo que terminó por destronar al partido hegemónico mexicano, el PRI, después de setenta años ininterrumpidos de gobernar nuestro país, así como también, el reciente caso del gobierno populista norteamericano de Donald Trump, quien tras un repentino ascenso en las preferencias electorales de los estadounidenses, terminó por desplomarse de manera inmediata después de haber contraído esta silenciosa pero letal enfermedad.
Por raro que parezca, este curioso padecimiento no afecta a los gobiernos endebles, sin mayorías y sin popularidad, tal como lo hacen las enfermedades más contagiosas, este mal afecta a los sistemas con amplia popularidad y sin contrapesos, los cuales, al sentirse sobrados no son capaces de auto diagnosticarse a tiempo para actuar en consecuencia con la finalidad de curar sus males.
Uno de los primeros síntomas de que el sistema mexicano representado por Morena se ha contaminado con este virus se vivió el día de ayer en prácticamente todo el territorio nacional en la elección interna que vive este partido para la elección de delegados a este instituto político, lo que, en teoría, no debería de representar mayores retos para un partido con las capacidades económicas y políticas como las tiene en la actualidad Morena. Sin embargo, en distintos casos a nivel nacional pudimos observar como los primeros destellos de dolencias se hicieron presentes con el acarreo, compra de votos, coacción por medio de programas sociales, quema y embarazo de casillas, violencia, entre muchas otras cosas; aunado a los casos locales Sonorenses donde las diferentes estructuras municipales fueron implementadas para hacer uso partidista como en los casos de Guaymas, Navojoa y Cajeme.
Lo rescatable de lo anterior no es si quiera que lo hagan, es, en primer instancia que, los que realizaban estas prácticas en el pasado en diferentes partidos políticos hoy lo hagan con mayor descaro e impunidad arropados por el sistema Morenista y, que justamente los gobernantes emanados del partido guinda llegaron al poder prometiendo ser precisamente lo contrario a lo que este fin de semana nos demostraron.
A final de cuentas, el mayor afectado con estas prácticas termina siendo el ciudadano que, una vez más, fue defraudado al elegir a personas que resultaron ser el mismo sistema que viene gobernando nuestro estado y municipios durante las últimas décadas. Los síntomas del mal conocido como corrupción, en conjunto con todas sus variantes como la ambición y el nepotismo, han comenzado a presentarse y, en esta historia clínica el doctor con la última palabra es usted.