Candidatas con López Dóriga

El Debate: Mucho “Rollo” y…

Por: Gerardo Armenta

A partir de las 12 horas del día de ayer (hora local), el periodista Joaquín López Dóriga entrevistó por separado en su programa de Radio Fórmula (que también es de televisión) a Xóchitl Gálvez Ruiz y Claudia Sheinbaum Pardo. Ocurrió así prácticamente después de que en la tarde-noche del domingo anterior ambas participaron en el tercero y último debate presidencial.

¿A qué viene una notificación como la anterior? López Dóriga entrevista todos los días a reconocidas figuras que desempeñan diversos quehaceres de interés público. Pero lo que se quiere poner de relieve con un comentario como el anterior, es lo que tiene que ver con la forma tan distinta en que Gálvez y Sheinbaum se percibieron tanto en el debate dominical como en la plática con López Dóriga. Se tiene que advertir que en realidad hablamos de dos modalidades de conversación muy propias y diversas.

Sin embargo, una y otra de esas formas tendrían que coincidir en la necesidad de ejercer o marcar una soltura o comodidad visibles en la actitud personal o técnica. En los debates en que participaron Sheinbaum y Gálvez, fue visible en extremo la rigidez tanto en habla y actitud que tenían que mostrar por obligación del famoso o mentado formato.  Pero durante las entrevistas de ayer con López Dóriga, resultaron extraordinariamente llamativas la amenidad y la contundente sencillez con que una y otra se expresaron ante los diversos planteamientos del entrevistador.

Con todo lo anterior se quiere decir que estuvieron muy distintas y lejanas del acartonamiento dialéctico o conceptual que casi por fuerza o necesidad tuvieron que evidenciar prácticamente en los tres debates presidenciales. Por lo demás, resulta claro que en un ambiente de diálogo como el descrito, tuvo mucho que ver la reconocida habilidad periodística de alguien como López Dóriga, quien, por cierto, está a punto de cumplir 30 años en Radio Fórmula, tras los que acumuló en Televisa.

En cuanto al último de los debates entre quienes aspiran a la presidencia de México, seguramente no hay ni habrá muchas buenas razones a la mano para celebrar la excelencia de su puesta en escena. Al contrario, lo que se ocurre a título inmediato es celebrar que también en buen momento ya no habrá ningún otro debate como los que se estuvieron realizando en el contexto o marco de la sucesión presidencial. Tiene que asumirse que con el calendario que ocuparon esos eventos debió ser más que suficiente. No en balde, por ejemplo, ninguno de los que se llevaron a cabo colmó del todo las expectativas (muchas o pocas) que haya generado en el ánimo de la ciudadanía o la opinión pública.

No deja de llamar la atención que la coincidencia en ese sentido sea casi unánime. Cabe reconocer que se esperaba mucho del debate presidencial del domingo, precisamente quizá por ser el último de la serie, pero a la hora de la hora no se produjeron mayores parabienes por la amenidad o profundidad de su curso. Sin entrar en muchos detalles, bien podría decirse que el encuentro del domingo fue casi igual a los dos anteriores, quizá con alguna que otra diferencia que no va más allá de su enunciado.

De una u otra manera se volvió costumbre en esta particular temporada que todo mundo pidiera o exigiera de los debates en mención la hechura de propuestas, propuestas y más propuestas. También se percibió en el ambiente respectivo un cierto rechazo o rotunda negación a la formulación de ataques o cuestionamientos por parte de los contendientes en los debates. Pero sin querer queriendo, es propio reconocer que en una de estas últimas palabras del texto hay una clave importante. Resulta así porque un debate auténtico es o tiene que ser precisamente una contienda en la que las cortesías o caravanas personales son las actitudes que menos importan, aunque ha de reconocerse su puesta en práctica bajo la responsabilidad de cada quien.

El caso es que el último debate mostró rasgos o principios de lo que realmente algún día puede hacerse en la materia. Pero una vez más la medición de tiempos fue una cosa terrible. Las y el moderador resultaron muy capaces para divagar y también con acierto para conducir la sesión como Dios manda, bajo la obligación de acatar un tortuoso formato. En síntesis: mucho “rollo” en general y…pocas nueces. Tal puede ser la mejor o más amable descripción del último debate presidencial.

armentabalderramagerardo@gmail.com

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