“¡Disparen… no me importa morir!”

Su estrategia les estaba dando buenos resultados, pues sus cuentas bancarias estaban cada día más abultadas...

Por: Jesús Huerta Suárez

Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja…  La estruendosa carcajada de Joaquín retumbó por todo el salón de fiestas en donde se encontraban reunidos los altos mandos de la organización los “Globos”, como se hacían llamar. Eran un grupo compacto y fuerte que ya tenían operando más de diez años en el norte del país. Su estrategia para mantenerse lo más alejado posible de los soldados, la policía y de los problemas en general era, primero, contratar a profesionistas, sin vicios y con familia.

La idea de los Globos era dominar poco a poco, sin mucho aspaviento, con el menor índice violencia, el estado parte del sur de los Estados Unidos. Hasta el momento, su estrategia les estaba dando buenos resultados, pues sus cuentas bancarias estaban cada día más abultadas y sus dominios cada vez más extendidos.

Joaquín, desde joven había pensado que con sus estudios podría llegar a ser un exitoso profesionista, por supuesto que para él, ser exitoso, implicaba tener dinero y vivir rodeado de comodidades. El tiempo pasó y por más que se esforzó, nunca logró algo más que poder pagar los recibos a tiempo. No pudo cambiarse de casa y sus hijos y esposa siempre necesitaban algo más. Un día Joaquín se encontró con un viejo amigo de la secundaria, Damián, y con una breve plática se pusieron al tanto del transcurrir de sus vidas. Damián se mostraba seguro respecto a su presente y a su futuro, pues dijo haber acumulado una gran fortuna y decía que, de quererlo, podría retirarse a vivir plácidamente. Joaquín quiso sentirse igual y le pidió la fórmula a su amigo, éste le confió su secreto: El narcotráfico.

A los días, Joaquín ya estaba trabajando en este giro del mercado; al poco tiempo sintió que su vida había cambiado, ahora tenía todo lo que la falta de dinero le había negado. Aseguraba que hubo noches en que no podía dormir por el miedo que sentía nomás de pensar en el enfrentamiento con sus enemigos de la mafia o con los soldados. De repente, también se le iban ideas a la cabeza sobre el daño que le estaba haciendo a los jóvenes al venderles drogas, pero siempre terminaba consolándose con que ése no era su problema; que cada quien escogía sus gustos y que, si no eran ellos, alguien más, les venderían la droga.

Con el tiempo, Joaquín disfrutaba esta forma de vida; no se ensuciaba las manos y ganaba harto dinero para darse todos sus lujos. También le comenzó a gustar ponerse high with his own supply; poco a poco se fue metiendo al paraíso-infierno artificial que conlleva esta forma de vida.

Él, era respetado. Su casa, era majestuosa, sus joyas y viajes le encantaban. Por fin, sus sueños se habían hecho realidad, hasta que un día se topó con un comando armado en donde varios de sus compañeros fueron acribillados, y en donde Joaquín salió gravemente herido por lo que fue internado en un hospital. Dos días después llegaron a rematarlo hasta su cuarto, y él, con una sonrisa en los labios, dijo a los sicarios: “mátenme, al cabo ya viví muy a gusto…prefiero morir a ser pobre... “disparen, no me importa morir” y soltó su clásica carcajada, mientras la sangre salpicaba las paredes.

El informe de su muerte fue la noticia del día. Su hijo, José Joaquín, muy pronto ocupó su lugar con los Globos y todo siguió igual.

“Quizá no sea muy tarde para olvidarse del odio y aprender a amar” Black Sabbath.

Chuyhuerta3000@gmail.com

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