De política y cosas peores

Razón tiene el general Luis Crescencio Sandoval, titular de la Sedena, al decir que el Ejército está al servicio de la Patria

Por: Armando Fuentes (Catón)

Capronio es un maldito. Estuvo con una sexoservidora en un cuarto de hotel. Al despedirse de ella le dijo: "Sobre el buró te dejé dos azulitos". Ilusionada, la mujer pensó que le había dejado dos billetes de 500 pesos. Sobre el buró halló un par de Alka-Seltzers. El pasajero que iba en el asiento trasero del taxi tocó levemente el hombro del taxista para decirle algo. Al punto el conductor frenó a fondo, abrió la puerta del taxi y salió de él lanzando un alarido de terror. El pasajero se asombró. "¿Qué le sucede, amigo?". Respondió con voz trémula el taxista: "¿Cómo se le ocurrió hacer eso, señor? Éste es mi primer día en un taxi. Durante años manejé una carroza funeraria". Un lugareño le confió a otro: "Creo que mi esposa me está engañando con un profesor de matemáticas". Preguntó el otro: "¿Por qué sospechas eso?". Explicó el celoso marido: "Encontré debajo de la cama un ejemplar del Álgebra de Baldor, y ninguno de mis hijos está en edad algebraica. El mayorcito apenas va en la suma de quebrados". Acotó el amigo: "Pienso que estás extremando tus recelos. Debajo de mi cama yo encontré un charro ¿y a poco eso significa que mi mujer me está engañando con un caballo?". Sobrada razón tiene el general Luis Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa, cuando dice que el Ejército está al servicio de la Patria. Yo añadiría, en mi obsesivo afán de precisión, que no está al servicio de un régimen, de un programa político coyuntural y menos todavía de un solo hombre. Eso nos haría retroceder al tiempo en que el instituto armado obedecía las consignas de un caudillo en vez de mantenerse al margen de la política y mirar sólo a la defensa y preservación de la República. Ciertamente el presidente es el jefe nato y supremo de las fuerzas armadas, pero dentro de los estrictos límites fijados por la Constitución, la cual señala con claridad tanto las atribuciones presidenciales como la naturaleza y funciones de la milicia. Dentro de esas funciones no está la de apoyar o solicitar respaldo para un proyecto político que no es compartido por la totalidad del pueblo mexicano, y que incluso es objeto de reprobación por sectores importantes de la ciudadanía.

Desde luego el Ejército ha sido el principal beneficiario de la dadivosidad de López Obrador, y es elemento primordial en sus planes personales, pero hay otras maneras de agradecérselo sin convertirse en parte de su grupo. Desecho los temores que algunos sienten por lo que consideran un resurgimiento del militarismo en México, aunque sea bajo el disfraz civil, y tengo la certidumbre de que nuestro ejército -así: "nuestro ejército"- seguirá siendo el Ejército Mexicano, y no se convertirá bajo sus actuales mandos en el ejército de Morena, de la 4T o de López Obrador.

Un actor de cine, desempleado, llegó a su casa y se sorprendió al ver a su mujer desgreñada y con la ropa hecha girones. "¿Qué te sucedió?" -le preguntó azorado. Entre hipidos relató la esposa: "Vino tu agente. Cuando le abrí la puerta me echó al suelo sin decir palabra y ahí me hizo objeto de su lascivia, su bestial lujuria y su torpe y salaz carnalidad". "¡Vino mi agente! -exclamó con ansiedad el actor-. ¿Y no te dijo si tenía algún papel para mí?". Otro cuento sobre el mismo tema histriónico. Una actriz de segunda, si no es que de tercera o cuarta, fue contratada por un productor norteamericano para actuar en una película de Hollywood. Una compañera le preguntó al mismo tiempo con admiración y envidia: "¿Cómo lograste que te contratara ese productor? ¡Ni siquiera hablas inglés!". "No -admitió la otra-. Pero abro ingles". FIN.

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