Ante el abstencionismo

La situación en Sonora

Por: Gerardo Armenta

Cada vez cala más en el ánimo público la certeza de que, por ejemplo, el abstencionismo significa en Sonora una de las evidencias más notables de la cultura electoral existente. En prueba de ello, como es constancia casi apabullante, casi todos los días es posible tomar nota de las características que muestra el desgano de la población de la entidad por apersonarse en las urnas cuando es preciso que lo haga.

A tono con la robustez de esa situación, es común (y más en los tiempos que hoy corren) tomar nota de datos, análisis y preocupaciones sobre los alcances (al parecer nocivos socialmente hablando) del desgano de la ciudadanía sonorense por apersonarse en las urnas el día que es preciso hacerlo para elegir nuevas autoridades o gobernantes. El tema respectivo llama la atención porque simple y llanamente está a la vuelta de la esquina la realización de un proceso electoral, tan cercano o inmediato como se quiera advertir un mes como el de junio.

Como bien se sabe en estas alturas del partido (o se supone que es así), el proceso electoral venidero hay que asumirlo a lo grande por la variedad de los cargos de representación popular que estarán en juego, empezando por el propio de la Presidencia de la República y los que tienen que ver con las curules y los escaños de las Cámaras de Diputados y Senadores. Igual trámite sucederá con gubernaturas, presidencias municipales (cabildos) y diputaciones locales.

En sanidad de motivaciones ciudadanas o políticas, se creería que, ante el grosor de un menú electoral como el anterior, todo mundo en este país estaría ya más que listo para apersonarse en las urnas de votación cuando sea preciso hacerlo. Más allá de que como estén las cosas respectivas en el país, cabe volver la atención al caso de Sonora, donde curiosamente no deja de ser llamativa la preocupación de autoridades electorales y conocedores del asunto con respecto a la intensidad o desgano de la venidera participación electoral ciudadana.

Los datos que se tienen a la mano en relación con elecciones anteriores no facultan a nadie para poner en el cielo gritos jubilosos de admiración y reconocimiento. Es al revés, porque, de una u otra forma, ya está casi acreditada la especie de que la existente en Sonora es una población abstencionista, evidencia muy contraria a todo lo que superficialmente se haya creído en la materia, en cuanto a que en esta entidad los ciudadanos tienen como prioridad las cuestiones electorales y los candidatos y partidos que las protagonizan.

Por lo visto y sabido hasta numéricamente la anterior es una ficción puesta en curso al paso de los años, por la que llegó a casi darse por cierto que la política y sus personajes electorales son una especie de materia prima vital y oxigenada para los sonorenses en su conjunto. La verdad es que, por sobre esa circunstancia, lo que hay a la mano, a la hora de la hora, es un notable y hasta increíble porcentaje de abstencionismo. El hecho de que en los cafés o en los bares se hable mucho de política no quiere decir más que eso: que en esos lugares se generan conversaciones interesantes.

Los datos de las más recientes elecciones efectuadas durante 2021, arrojaron la curiosa o llamativa evidencia de que sólo el 42.8 por ciento de los ciudadanos acudió a votar en una entidad como Sonora. Para fines de mayor claridad, se podría señalar, como es propio hacerlo, que ese porcentaje de votación es igual a menos de la mitad de la población que está en aptitud de acudir a las urnas. ¿Y la otra mitad, y un tanto más, dónde quedó? He allí la pregunta y he allí también el problema. Porque debe ser un problema (y serio) que la población de un estado no salga a votar como ocurre en Sonora.

Sin embargo, en un apunte como el de hoy no puede olvidarse lo que siempre se ha creído en relación con las motivaciones de una actitud tan llamativa como el abstencionismo. Suele creerse que esta actitud ciudadana es en realidad una manera de mostrar acuerdo o beneplácito con un estado de cosas imperante en un momento determinado, por lo que no hay necesidad de manifestarse a través del voto. Pero también está la interpretación que postula que la abstención electoral es la mejor manera de criticar el sentido o inutilidad de una gestión gubernamental. ¿Por cuál de estas dos posibilidades o actitudes se inclinaría usted?

Al final, sin embargo, y dicho en unas cuantas palabras, valdría insistir que el abstencionismo es realmente una forma de rechazar o condenar un estado de cosas imperante. Para qué buscarle ruido al chicharrón con interpretaciones más gratas...

armentabalderramagerardo@gmail.com

DEJA UNA RESPUESTA

Noticias Recientes