No se trata de asimetrías económicas, sino de las distintas visiones de los norteamericanos que ven en cada migrante un peligro potencial
A fuerza de ser sinceros, no es fácil la tarea que tiene enfrente el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Su plática con el presidente de Estados Unidos, uno de los países, aún, poderosos del planeta requerirá de habilidades políticas más allá de frases chuscas como la de los abrazos y balazos.
Ojalá y que lo expresado en público por el Presidente mexicano contra la política norteamericana sea solamente una manera de esconder la verdadera fachada, pues así pasó con Donald Trump, a quien se dijo no se sometería pero al final hizo lo que el mandatario gringo le pidió.
Y es que a México y los mexicanos no les conviene un pleito ratero con Estados Unidos. Por donde se le vea, la gran economía del mundo que vemos más allá de Baja California, Sonora, Chihuahua, Tamaulipas y Nuevo León, significa mucho en términos económicos y de paz social para México.
El hecho de ser uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos le da al mexicano una distinción especial, pero al mismo tiempo un mayor riesgo en caso de confrontaciones directas porque un cierre de fronteras aniquilaría velozmente a las ciudades fronterizas y, como el avance de la humedad, al resto del país.
Ya se vio con el cierre, parcial que conste, de la frontera durante la pandemia. Tanto las ciudades mexicanas como las estadounidenses vieron mermadas sus economías a causa de la falta de clientela y el gobierno gringo de alguna manera tuvo que reconsiderar el permanecer tantos meses paralizada su línea divisoria que debió adelantar la apertura porque también sus empresarios se vieron muy afectados, quizá más que los de este lado.
México tiene muchos otros países que le compran sus productos, pero definitivamente es con Estados Unidos el mayor comercio, pero al mismo tiempo el problema de la migración, a pesar de ser la BorderPatrol en la frontera sur, va en crecimiento y sería más difícil erradicarla si no se cuenta con algún tipo de apoyo desde Estados Unidos.
Así que más allá de los problemas políticos entre ambas naciones, lo migratorio se coloca en el escenario como lo más difícil de resolver, a pesar de las resistencias que se encuentren, sobre todo en los diversos sectores arriba del Río Bravo.
Porque no se trata únicamente de las asimetrías económicas que de hecho existen sino de las distintas visiones de los ciudadanos norteamericanos que ven en cada migrante un peligro potencial para su estabilidad financiera, a pesar de que ese país fue forjado precisamente con raíces de muchas zonas del mundo.
Quizá muchos piensen en una solución fácil, que sería la apertura de las fronteras para que transiten mexicanos y estadounidenses e incluso canadienses por los territorios de cada país sin mayor obstáculo que los mentales de cada raza.
Pero aquí lo importante es lograr que las diferencias culturales, económicas y sociales entre los países se vayan acortando para que precisamente esa sea la mejor vía para detener los flujos migratorios hacia el norte.
Cuando estaba por crearse la Unión Europea, España era el país con las mayores diferencias económicas y todos los demás acordaron apoyarlo en muchos sentidos, de tal manera que en poco tiempo pudo equilibrarse.
Y a México se le ha apoyado en buena medida, pero no en los aspectos primordiales como la generación de empleos, bienestar y paz social, de tal modo que en vez de mejorar se ha ido incrementando el flujo de mexicanos hacia el otro país y aquí se ve como un logro la llegada de remesas, cuando debería ser una afrenta porque como sociedad y como gobiernos, no se ha podido lograr retenerlos en sus lugares de origen.
Pero en vez de pensar en las grandes soluciones, a los gobernantes les encanta la pose y salen al balcón a saludar porque tres mexicanos se acordaron de ellos en Washington. O la simplada aquella de que no me reúno contigo porque no invitas a mis amigos. Como si esos amigos contribuyeran mucho hacia los mexicanos, sin que eso suene peyorativo sino a simple realidad.
Pues bien, ojalá y AMLO adopte hoy y mañana actitud de estadista y no de lacayo. Una cosa es depender de la economía gringa y otra, ponerse a sus pies para complacerlo en todo. El potencial económico de México puede sacarlo adelante, pero se necesita de un liderazgo serio y firme.
Porque para payasadas, basta y sobra con lo ya vivido.