Las candidaturas conjuntas donde dos o más partidos políticos se alían con un candidato en común, han ido ganando terreno
La figura de las alianzas políticas parece haber llegado para quedarse en el tablero político de nuestro país, ya que, como bien sabemos, por lo menos durante las últimas dos elecciones las candidaturas conjuntas donde dos o más partidos políticos se alían con un candidato en común han ido ganando terreno ante las figuras de partidos hegemónicos.
El hecho que distintos partidos políticos con diferentes figuras e ideologías hayan decidido emprender el camino de las alianzas trae consigo diversas dificultades y desventajas si no se realizan de la manera correcta como por ejemplo: la inoperatividad que generan las diferencias ideológicas entre los actores políticos de las diferentes fuerzas en unión, mismos que al tener puntos de vista diferentes en algunos casos no logran dejar esas diferencias a un lado desembocando con regularidad en la derrota electoral.
Sin embargo, no todo es malo en la unión de diferentes partidos y formas de pensar al momento de hablar de política, ejemplos de casos de éxito en sistemas de partidos y posteriormente de gobierno se encuentran principalmente en el caso europeo donde más de 421 millones de europeos son gobernados por coaliciones destacando los casos de Alemania, España, Francia, Italia, Países Bajos, Polonia, entre algunos otros países que han encontrando en las coaliciones la forma más adecuada para llevar gobernabilidad y orden a sus ciudadanos.
En el caso mexicano, las circunstancias distan mucho de dicha realidad, ya que, en primera instancia el sistema político en México cuenta con particularidades que vuelven difícil la operación de gobiernos de esta naturaleza, aunado a la vieja costumbre del sistema político-electoral mexicano en el que; el que gana, gana todo y el que pierde, pierde todo, lo que ha desembocado en disputadas por el poder que solo terminan afectando a quien dicen defender, la ciudadanía.
Las últimas elecciones nos han demostrado que las alianzas electorales “per se” no significan ninguna garantía a la hora de sumar esfuerzos electorales, es decir, la simple suma de siglas y colores no significa por si misma un triunfo electoral. Asimismo, en caso de éxito en las urnas, dichas alianzas no han generado por si solas un cambio profundo y tangible en los lugares donde han logrado pasar el umbral de las elecciones. Por lo tanto, debemos de repensar una vez más la figura de las alianzas electorales para dar a paso a coaliciones de gobierno que deberían de contar en primer lugar con una visión del proyecto que quieren encabezar las y los interesados en dirigir dicha transformación, en segunda instancia, se deberían buscar los perfiles y liderazgos que busquen abanderar dicha causa privilegiando los puntos en común entre los diferentes actores de tal proyecto y, por último, surgen la conquista de voluntades, instituciones y organizaciones políticas y de la sociedad civil que coincidan con esa visión y puedan enriquecerlo para llevarlo a la realidad con una agenda clara y concisa que los diferencie del resto de las opciones políticas en disputa, derivando en un gobierno de coalición en caso de éxito.
Solamente así podrán los ciudadanos confiar en estas figuras que, al parecer, han comenzado a ponerse de moda en México, sobre todo si visualizamos solamente dos proyectos competitivos rumbo al 2024, Morena y sus aliados y, por otra parte, la coalición integrada por PAN, PRI y PRD, con la posible suma o no, de Movimiento Ciudadano.