Con el paso del tiempo de por medio, todavía no se entiende por qué Luis Echeverría Álvarez acató la orden de su sucesor José López Portillo...
Por: Gerardo Armenta
A diferencia de cuando estuvieron en el cargo, los ex presidentes de México, o por lo menos la mayoría de ellos, suelen convertir esta condición personal en una especie de pacto silencioso consigo mismos y negación de su humana facultad de expresión. Hay que reconocer que, por ejemplo, Vicente Fox escapa de esta regla. No le aplica tampoco la que tiene que ver con esa especie de necesidad por la que un ex mandatario asume protagonizar un dorado exilio en el extranjero Cabe suponer que, las más de las veces, esa decisión que les orilla a alejarse del país, es propia y no obligada por quien llegó como relevo sexenal a ocupar la presidencia. El asunto tiene sus reglas, quizá no necesariamente escritas, y seguramente un ex mandatario decide macharse del país en función de ciertas y cuales circunstancias, algunas en ocasiones no del todo favorables al personaje de que se trate.
Gustavo Díaz Ordaz, por ejemplo, permaneció un tanto en el país como ex mandatario a pesar de que la matanza de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968 manchó irreversible e históricamente el tenor de su sexenio y a él en lo personal. Al tiempo aceptó ser un polémico embajador mexicano en España. No duró mucho en este exilio.
Al sucesor suyo no le fue mejor en su condición de ex presidente porque prácticamente debió ser corrido del país. Con el paso del tiempo de por medio, todavía no se entiende por qué Luis Echeverría Álvarez acató la orden de su sucesor José López Portillo de marcharse como embajador a unas remotas islas del Pacífico que en México casi nadie sabía de su existencia. Ni el mismo Echeverría debió saber realmente dónde estaban. Pero tal fue el castigo personal y político que se le obsequió por su afán de seguir como mandamás del país cuando ya había dejado de serlo.
En cambio, el sucesor López Portillo fue un ex presidente tranquilo frente al poder que ya no ejercía, si bien nada tranquilas resultaron las turbulencias que lo asaltaron por presunciones de corrupción, muy especialmente las que derivaron de la polémica residencia de su propiedad popularmente bautizada como La Colina del Perro. Esta denominación le cayó como anillo al dedo después de que López Portillo proclamó en una ocasión que defendería “al peso como un perro” ante los vaivenes de la moneda y la economía de entonces. Debe reconocerse históricamente que esa singular defensa canina presidencial no sirvió para nada.
En su turno, Miguel de la Madrid fue un ex presidente tranquilo, demasiado tranquilo se diría. No ocurrió lo mismo con su sucesor Carlos Salinas de Gortari que dejó la presidencia entre turbulencias casi de película al grado de que tuvo que marcharse del país y es hora de que por lo visto no regresa todavía. Al parecer, primero tuvo una estancia en Irlanda. Por lo visto a México no ha vuelto a vivir en forma. El caso es que recientemente se le ubicó en España en un evento personal. Realmente hay que decir que esta reaparición suya es la que propició los comentarios de este día.
También Ernesto Zedillo ha vivido su condición de ex mandatario en el extranjero, aunque no como turista, sino desempeñando quehaceres profesionales. Vicente Fox permanece tampoco ha salido del país, fiel a su modalidad de ranchero. Felipe Calderón está en España, donde encontró un trabajo como asesor. Restaría por ubicar a Enrique Peña Nieto, quien, al igual que Salinas prácticamente se fue de México apenas terminó su mandato, más o menos. Se instaló también en la madre patria.
España debe tener un especial atractivo para ciertos ex presidentes mexicanos. Por lo menos allá están en estos momentos dos de ellos con estancia sabida, y uno más, que como Salinas de Gortari se ignora si decidió vivir allá con cierta permanencia. Eso es lo de menos. Acaso lo de más resultaría saber con exactitud por qué ciertos ex gobernantes de ese nivel deciden tirarse a perder en el extranjero apenas asumen esta condición. Por supuesto que cada quien es muy libre de tomar las decisiones que más le plazcan, siempre y cuando no lesione con éstas a terceros inocentes.
La verdad es que, vistas las cosas desde una perspectiva meramente ociosa, quizá no deje de llamar la atención el curioso gusto por el extranjero de que suelen hacer gala ciertos ex mandatarios del país. Pero quizá ocurra que algunos de ellos no están por allá por su pleno gusto o decisión. Hasta podría tratarse de una conveniencia política temporal. Quién sabe…
armentabalderramagerardo@gmail.com