El padre de los menores dormía en una habitación del segundo piso, cuando su hija de 12 años lo despertó para contarle lo que había hecho
Por: Ofelia Fierros
El violento asesinato de un niño de nueve años ha consternado a los habitantes de la ciudad de Tulsa, Oklahoma, en Estados Unidos, particularmente porque fue su propia hermana, de 12 años, quien puso fin a su vida atacándolo a puñaladas.
Según Wendell Franklin, jefe de Policía de Tulsa, el padre de los menores se encontraba dormido en su habitación, en el segundo piso de la vivienda, cuando fue despertado en medio de la noche por su hija, quien le contó lo que había hecho.
Agentes policiacos y paramédicos llegaron al domicilio cerca de las 11:30 de la noche y le realizaron prácticas de reanimación al menor, para luego trasladarlo a un hospital.
La víctima fue atendida de emergencia y sometida a una operación, pero debido a la gravedad de las lesiones, falleció en el quirófano poco después de las 2:30 de la madrugada.
Franklin declaró que el crimen ha dejado en shock a toda la comunidad, pues una tragedia de tal magnitud solo muestra un problema social definitivo. Me pregunto: “¿Cómo aborda la sociedad a un niño que asesina a otro niño?”.
La niña, cuya identidad permanece en el anonimato, fue detenida e ingresada al Centro Penitencial Family Center for Juvenile Justice, donde es evaluada por un equipo de la Unidad de Crisis Infantil para investigar los motivos que la orillaron a cometer el crimen.
Según la Ley de Oklahoma, un menor de 13 años ni puede ser juzgado ni procesado como adulto, aun tratándose de un homicidio.