Juan Manuel Cortez dijo que por erosión eólica, hídrica o quemas se puede perder parte de la fertilidad que tarda cientos o miles de años en recuperar
Por: Anita Jusaino
Desde que el Valle del Yaqui comenzó con la creación de terrenos de cultivo, tenía suelos fértiles de 2.45 por ciento de materia orgánica, recordó Juan Manuel Cortez Jiménez, quien lamentó que en 1984 la riqueza de éstos bajara a 0.7 por ciento.
El investigador del programa del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap) detalló que cuando estaban bien, los suelos estaban compuestos por átomos de carbono (C), hidrógeno (H) y oxígeno (O) en su mayor parte.
“Después de que se hizo conciencia de la incorporación de los abonos de cosecha, ya ahorita vamos (vamos) a niveles de 1.5 o 1.7 de materia orgánica en los suelos”, comentó.
Y al crear conciencia de que los suelos no son un recurso renovable, el especialista con 40 años de trayectoria, dijo que los agricultores han adoptado practicas más amigables hacia el medio ambiente.
“Por erosión eólica o hídrica, por quemas, podemos perder alguna parte de la fertilidad del suelo y la perdemos en un día o dos, pero tardamos cientos o miles de años en recuperar esa capa de suelos”, explicó.
Cortez Jiménez dijo que entre las técnicas para la preservación de materia orgánica, se encuentra la reincorporación de los residuos de cosecha del cultivo anterior.
REDITUABLE
Y para beneficiar aún más los suelos, recomendó a los agricultores agregar estiércol de bovino, pero lo más utilizado es cinco o seis hectáreas de gallinaza por hectárea, la cual se emplea un año sí y uno no en los terrenos.
Además, el investigador del Inifap comentó que la inversión de ese fertilizante orgánico es de 3 mil 500 a 4 mil pesos por una aplicación de seis toneladas, lo cual puede recuperar el productor en un ciclo de producción.