Esta obra de arte obligó a dos personas a vivir atadas durante un año

Durante un año completo, ambos vivieron atados por la cintura con una cuerda de aproximadamente dos metros y medio

Esta obra de arte obligó a dos personas a vivir atadas durante un año

El 4 de julio de 1983, a las seis de la tarde, los artistas de performance Linda Montano y Tehching Hsieh iniciaron una de las obras más extremas y perturbadoras del arte contemporáneo. Durante un año completo, ambos vivieron atados por la cintura con una cuerda de aproximadamente dos metros y medio, sin posibilidad de separarse ni un solo día.

La pieza, titulada Art/Life One Year Performance, no fue una representación simbólica ni una metáfora. Se trató de una experiencia real que convirtió la vida cotidiana en el eje central de la obra, empujando a sus creadores a una convivencia forzada que transformó por completo su relación personal y su forma de entender el arte.

LAS REGLAS QUE DEFINIERON CADA MOMENTO DE LA CONVIVENCIA

Desde el inicio, el proyecto estableció normas estrictas. Montano y Hsieh no podían tocarse, debían permanecer siempre en la misma habitación cuando estuvieran en espacios cerrados y asumieron un compromiso de celibato durante los 12 meses que duró la obra.

Dormían en camas separadas, pero a corta distancia. Si uno necesitaba bañarse, el otro debía esperar afuera para no romper la regla de permanecer juntos en interiores. No existía la privacidad. Cada acción, por mínima que fuera, implicaba la presencia constante del otro.

Aunque estaba prohibido el contacto físico, a lo largo del año se registraron cerca de 60 roces accidentales y un solo abrazo voluntario, iniciado por Montano. Según ArtForum, la experiencia eliminó cualquier máscara social: la presencia permanente del otro se convirtió en una forma de vigilancia constante.

EL DETERIORO DE LA COMUNICACIÓN Y LA VIDA DIARIA

Uno de los efectos más profundos de la obra fue la pérdida progresiva del lenguaje verbal. Montano relató que ambos dejaron de hablar casi por completo. Con el paso del tiempo, la comunicación se redujo a sonidos, quejidos y gestos primitivos.

Cualquier decisión debía tomarse en conjunto. Ninguno podía salir, moverse o realizar una actividad sin el consentimiento del otro. En ocasiones, este bloqueo mutuo derivó en largas horas de inmovilidad. Montano estimó que discutieron cerca del 80 por ciento del tiempo y describió la sensación como una regresión a lo instintivo, en la que ambos jalaban la cuerda con fuerza sin llegar a golpearse.

DOS VISIONES OPUESTAS SOBRE EL SENTIDO DEL ARTE

La convivencia extrema también evidenció profundas diferencias en la forma en que ambos entendían el arte. Para Linda Montano, la obra funcionaba como una práctica de atención plena, resistencia emocional y observación de una relación humana llevada al límite.

Tehching Hsieh, en cambio, veía el proyecto desde una perspectiva más abstracta y distante. Para él, el gesto radical era lo esencial y los conflictos humanos carecían de importancia artística. Incluso llegó a comparar la experiencia con los años que pasó en el ejército taiwanés. Con el tiempo, ambos perdieron el respeto por el enfoque del otro y la colaboración se transformó en la coexistencia de dos procesos artísticos paralelos.

EL IMPACTO FÍSICO Y EMOCIONAL DE LA DEPENDENCIA TOTAL

Las necesidades básicas se volvieron una fuente constante de tensión. Para ir al baño, beber agua o salir a la calle, ambos debían estar de acuerdo. Cada uno tenía poder absoluto de veto sobre el otro. Montano comparó esta dinámica con un sistema político extremo, donde una sola negativa bastaba para detener cualquier acción.

Este control mutuo dio lugar a represalias silenciosas. En algunos momentos, permanecían quietos durante horas, atrapados en lo que Montano describió como un "odio sombrío". Ella llegó a confesar que, de no existir la regla de no tocarse, habría matado a Hsieh. Él, en dos ocasiones, arrojó muebles cerca de ella, sin llegar a agredirla físicamente.

EL INESPERADO CAMBIO HACIA EL FINAL DEL PROYECTO

A medida que se acercaba el final del año, algo cambió. Hsieh recordó que unos 80 días antes de concluir la obra comenzaron a comportarse nuevamente como personas. La sensación fue similar a salir de un espacio cerrado durante demasiado tiempo.

Aunque las reglas se mantuvieron hasta el último día, el clima emocional se volvió menos hostil. El cierre de la obra no trajo un alivio inmediato, pero sí una comprensión distinta de lo vivido. No lo interpretaron como un fracaso, sino como la culminación fiel de una propuesta llevada hasta sus últimas consecuencias.

POR QUÉ ESTA OBRA SIGUE SIENDO RELEVANTE HOY

Art/Life One Year Performance permanece como una de las piezas más radicales del arte de performance. Su fuerza reside en mostrar que el arte puede invadir cada aspecto de la vida, incluso aquellos marcados por el conflicto, el desgaste y la incomodidad.

Montano y Hsieh dejaron de ser solo artistas y se convirtieron en sujetos atrapados dentro de su propia obra. Décadas después, esta experiencia sigue invitando a reflexionar sobre los límites de la convivencia, la dependencia, la comunicación y el costo real de llevar una idea hasta el extremo.