El director y compositor alamense, Arturo Márquez usó la ingeniería inversa al servicio de la música dando como resultado un espectáculo maravilloso
Por: Celeste Rivera
Una noche en la que la música, el cine y el baile brillaron de una manera única evocando la época de Oro del Cine Mexicano, fue la vivida durante la octava Noche de Gala del Festival Dr. Alfonso Ortiz Tirado (FAOT) 2024, en la bella Ciudad de los Portales, Álamos Sonora previo al cierre del evento.
Lo vivido durante la octava Noche de Gala por quienes tuvieron la oportunidad de presenciarlo, fue un espectáculo cuyas palabras no alcanzarían a describir, tanto por la grandeza de la propuesta y la labor que le antecedió, como por los objetivos de su realización: Perpetuar un tesoro nacional.
Todo ello, resultado del trabajo de poco más de diez años del director, compositor y arreglista alamense, Arturo Márquez, cuyo genio no cesa de crear y maravillar a quien lo conoce.
Previo al inicio del concierto, el maestro expresó el origen de su trabajo que estaba por compartir en esa noche mágica; era producto de un trabajo exhaustivo de investigación, en cuya infancia tuvo su origen con las sensaciones que vivió al ir al cine con su familia.
LA GENIALIDAD DE UN MAESTRO
El concierto inició con “Obertura de oberturas”, apoyado con un conjunto de imágenes de películas, cuyas partituras de música el maestro Arturo Márquez se dio a la tarea de reescribir al ya no existir en papel.
Un trabajo que, aunado a la laboriosidad y sentido de exploración que caracteriza al compositor alamense, cae en la maestría y grandiosidad de quien busca, mediante la repetición obsesiva de los audios, perpetuar en el tiempo un tesoro ya perdido en papel, y que junto a las imágenes, crearon la época de oro del Cine Mexicano, mundialmente reconocida y que forma parte de la cultura de nuestro país.
El programa de la octava noche de gala del FAOT 2024 resumió la historia de la música del Cine Mexicano de la Época de Oro, abarcando desde los años treinta hasta mediados de los cincuenta.
Incluye fanfarrias, oberturas, música bailable y canciones de compositores como: Pedro Flores, A. Dorsay, M. Esperón, Agustín Lara, Luis Alcaraz, Dámaso Pérez Prado y Silvestre Revueltas, además de música tradicional.
UN RECINTO LLENO DE MAGIA
Esa noche, sin duda, la magia se apoderó del Palacio Municipal de Álamos, convertido en una catedral del arte, donde el tiempo se detuvo al escuchar y observar cómo la música nacía dentro de sus muros a cargo de las y los integrantes de la Orquesta Filarmónica de Sonora, liderada por el director Sergio Freeman, que supo en todo momento mantener al espectador al borde de las emociones.
En el fondo del escenario, mientras la música se “hacía”, pasajes de películas emblemáticas del Cine de Oro hicieron recordar esa época a los presentes, en tanto que, las nuevas generaciones, se dejaron llevar por el cúmulo de emociones que la música creaba, al compás de sus vertiginosas notas que hacían acelerar el corazón a quienes presenciaron tal espectáculo.
Amor Perdido, de Pedro Flores; La tequilera de A. Dorsay; La mujer del puerto y Flor de Azalea de M. Esperón; Aventurera de Agustín Lara, Nereidas de Dimas; Quinto patio de Luiz Alcaraz; Mambo de mambos de Dámaso Pérez Prado y Vereda tropical de Gonzalo Curiel, fueron parte del repertorio de la velada.
UNA NOCHE ÚNICA
Fue una noche única, maravillosa, cuyo público deseaba que no terminara y la cual fue engalanada por la sensibilidad y talento de la mezzosoprano Eloísa Molina y el Tenor, Christopher Roldán.
El espectáculo fue complementado con el baile de una pareja de bailarines quienes en el escenario y al son de los diversos ritmos, permitieron a los asistentes viajar en el tiempo por los diferentes géneros musicales interpretados a cargo de la maravillosa Orquesta Filarmónica de Sonora.
Ya en la segunda parte de la velada, la magia y la nostalgia continuaron, pero ahora, con música muy tradicional que permitió al espectador un viaje al pasado con “La Zandunga”, una canción del Istmo mexicano.
Pero lo mexicano vibró aún más con la mundialmente famosa “¡Ay, Jalisco, no te rajes!”, de M. Esperón y “Mambo de mambos” de M. Pérez Prado, que hizo a más de uno querer levantarse de su asiento y bailar, pues la majestuosidad de su interpretación y la energía y precisión de los bailarines contagiaron a los asistentes, quienes correspondieron el regalo de su entrega con aplausos de pie, a quienes lo dieron todo en el escenario.